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En algún lugar del bosque los pequeños pájaros y animales se ponen en alerta, el depredador anda suelto y deben huir. Alguien en estos momentos está corriendo por su vida a toda velocidad, detrás de él se escuchan las hojas secas siendo pisadas, está cerca; mientras se mantiene huyendo es cuando siente un ardor en el muslo derecho y dirige la mirada a su pierna, una flecha está ensartada pero las ganas de vivir son mayores así que comienza a correr nuevamente, gritando —¡ayuda!—aunque sabe perfectamente que nadie lo escuchará.

Por su parte el depredador continúa tras su presa, le ha dado ventaja durante estos últimos minutos  para entretenerse un poco y que no acabe pronto la diversión,  por esto es que le ha disparado una flecha para verlo retorciéndose de dolor cosa que le provoca euforia.

Después de unos minutos de persecución, la presa logra divisar entre los arbustos un tronco hueco que podría servir de escondite, teniendo esto en cuenta es que acelera más su carrera para adentrarse en esa parte llena de arbustos, antes de que su cazador logre descifrar sus intenciones.

Comienza a gatear entremedio de esos arbustos hasta adentrarse en ese tronco viejo y hueco, una vez dentro es cuando se percata que su pecho sube y baja muy rápido por haber corrido tanto, a pesar de necesitar inhalar más oxígeno para recuperarse, es que debe controlar cualquier ruido proveniente de él, para que así su perseguidor no lo encuentre.

Pronto se escucha a alguien qué pasa cerca del lugar manteniendo el ritmo de sus pasos más lento, como si estuviera observando detalladamente el lugar, pero esos mismos pasos empiezan a escucharse cada vez más lejos, dejando en claro que el cazador ha continuado su camino.

La víctima al tener esto en cuenta logra tranquilizarse un poco, aun así decide esperar unos diez minutos más en aquel escondite, pasado este tiempo comienza a gatear despacio para asomar su cuerpo fuera del tronco, luego continua para asomar su cabeza fuera de aquellos arbustos mirando hacia todas partes, no hay indicio del cazador.

Toma toda la valentía del mundo para salir de aquel lugar, teniendo pensado en regresar por la dirección en que venía anteriormente, tal vez sea capaz de llegar al camino donde transitan vehículos y poder pedir ayuda.

Por esto es que comenzó a correr otra vez, huyendo para lograr sobrevivir y mientras corría alguien gritó detrás de él —¡Oh querido, pensé que estaríamos toda la tarde jugando a las escondidas!— con esto siente desfallecer, lo ha encontrado nuevamente; procede a mirar hacia atrás un instante para divisar a su cazador y no se percata de la trampa que está adelante.

Da un paso en falso en el montón de hojas que se encontraban delante de él y de pronto se encuentra en un hoyo, dentro de este habían algunas estacas enterradas las cuales servirían para dañar a la presa que cayera dentro de esa trampa. Por eso que en el momento en que cae grita de dolor al ser traspasado en su costado izquierdo por una estaca, otra clavada en el glúteo y pierna derecha.

Realmente está acabado, no puede moverse por el dolor ni mucho menos escapar de esa trampa, pronto se comienza a escuchar la risa del cazador que se acerca lentamente —Vaya, vaya, veo que hasta aquí llegaste, es una lástima— el perseguidor se asoma para observar a su presa, luego salta con mucha agilidad en dicha trampa para ir en busca de él, comenzando a hablar —y yo que quería divertirme más ¿por qué no te fijas mejor por donde caminas?— terminada sus palabras se agacha para tomar el cuerpo de su presa, removiéndolo para sacarlo de aquellas estacas y dejarlo a un lado.

La presa está aterrada, su corazón bombea a mil solo en pensar que van a matarlo —Déjeme ir por favor, quiero vivir— suplicó entre sollozos aunque sabe perfectamente que de nada servirá.

Enseguida se escuchan pasos que se acercan al lugar, la víctima tiene un mínimo de esperanza deseando que sea alguien que lo ayude.

La persona misteriosa se asoma desde arriba para ver el interior de la trampa, se queda observando sin decir nada, cruzando miradas con el cazador, y después desplegando una cuerda hacia el agujero mientras habla —Por fin lo atrapaste, pensé que se te había escapado.

El cazador que está con la víctima se ríe y comenta —¿Cuándo he fallado en la caza? Solo quería jugar un poco— responde y toma la cuerda para amarrar de los pies al herido, el otro cazador de arriba tira de la cuerda para subir el cuerpo.

Con ágiles movimientos el primer cazador trepa por la tierra para salir del hoyo, dirige la mirada al hombre moribundo que está atado de pies y sangrando, ha tenido una buena cacería el día de hoy; le hace una seña a su compañero para que caminen aprovechando de arrastrar el cuerpo.

Durante el corto trayecto mantiene una amena conversación con su acompañante, detrás de ellos solo se escucha los quejidos y sollozos de su presa.

Llegan al lugar que es su casa, dirigiendo el cuerpo de la víctima hacia una habitación especial, entre los dos cazadores toman el cuerpo y lo tumban en una mesa de metal ubicada en el centro de la pieza; el hombre herido reacciona de su leve desmayo y se remueve —¿Qué me van a hacer? Déjenme ir—dice pero su voz sale tan baja que apenas le toman importancia, mientras tanto los dos hombres lo atan con cadenas de manos y pies sobre la mesa para que no escape.

El cazador número uno toma una cuchilla bien afilada y rompe la polera de la víctima, comienza a pasarla por todo el torso y se detiene en los pezones observándolos —Quiero estos para mí— menciona, aprovechando de introducir la punta del arma dentro de la carne, la víctima grita de dolor pero él continúa metiendo la cuchilla y empieza a cortar rodeando el pezón; una vez cortado tiene un trozo de carne redondo reluciendo el pequeño botón café y lame la sangre que escurre por sus manos, procede a dejarlo en una bandeja y va por su otro objetivo, finalmente quedando sin pezones aquella víctima.

La presa grita y grita pero el dolor no cesa, se encuentra sangrando de sus primeras heridas hechas por la flecha y las estacas, ahora por las partes donde antes se ubicaban sus pezones, cree que en cualquier momento se desmayará del dolor, solo espera que lo maten pronto.

El segundo depredador se ha mantenido al margen viendo a su acompañante y divirtiéndose con el espectáculo pero ya se ha cansado —Matémoslo de una vez, tengo la cena lista, se enfriará— menciona sosteniendo un machete —si quieres otro día podemos divertirnos más— y mira a su compañero esperando una respuesta, el otro solo asiente feliz; apenas termina de asentir es cuando da un machetazo directo en el cuello de la víctima cortando inmediatamente su cabeza la cual rueda por el suelo.

Esa misma tarde esos dos asesinos cenaron tranquilamente hasta quedar satisfechos, después dirigiéndose a la pieza para ordenar y limpiar el desastre; más tarde yendo a dormir felices por el gran día que tuvieron.

Y aquel día no quedó ningún rastro de aquella víctima, así como muchas otras también partió de este mundo con sufrimiento y dolor.

Cacería [Kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora