PREFACIO

755 54 16
                                    

– ¡Gerard protege a Allison! – gritaba mi madre desde una habitación que se estaba consumiendo por el fuego.

Su vida se estaba yendo en ese momento, detrás de nosotros, mientras el amor de su vida me llevaba en brazos. Podía sentir los acelerados latidos del corazón de mi padre por el dolor de haber dejado atrás a la mujer que amaba.

– ¡Papi hay que volver por mami! – le pedía entre lágrimas a mi padre.

– Mami estará bien, volveré por ella, te lo prometo princesa – me responde mi padre agitadamente mientras me lleva corriendo en sus brazos.

Mi padre corría entre el inmenso y oscuro bosque detrás de nuestro hogar en las afueras de la ciudad, estaba apenas iluminado por el resplandor de la noche, mientras hombres armados nos perseguían, solo escuchaba el crujir de las hojas y las ramas secas tiradas por el camino sin fin en que parecía que íbamos mientras mi padre daba con velocidad cada paso.

– Allison debes quedarte aquí sin hacer ruido ¿bien? – me pide acariciando mi mejilla y observando mi rostro como si fuera la última vez que lo verá – no importa lo que escuches, no debes salir, hasta que sea seguro, tu mami y yo te amamos, nunca lo olvides princesa – unas lágrimas escurren por sus mejillas diciendo con dolor cada palabra – quiero que tengas esto siempre contigo – me entrega un collar de plata en forma de corazón, mientras me deja en lo que era un pequeño cuarto en la tierra apenas de mi tamaño, la puerta estaba cubierta por lo que parecía césped, camuflándose con el resto de la extensa vegetación del bosque – te amo hija – me susurra mi padre cerrando la puerta y desapareciendo delante de mis ojos.

En mi escondite apenas había un pequeño orificio en la puerta donde podía entrar un poco de aire, me sentía sofocada y angustiada, tomaba el collar con fuerza entre mis pequeñas manos, como si al hacer eso todo esto se convertiría en nada más que una simple pesadilla de la cual despertaría.

– ¡¿Dónde está la niña maldito topo?! – gruñó la voz de un hombre no muy lejos de donde mi padre me había dejado.

Tenía muchísimo miedo, respiraba tan aceleradamente que el aire me pesaba, mi respiración no se regularizaba por más que tratará de hacer llegar aire a mis pulmones, tuve que tapar mi boca con mis pequeñas manos, ahogando los sollozos que pretendían salir de mí, obligándome a hacer lo que mi padre me pidió, quedándome en completo silencio, con la preocupación de que hasta mi respiración fuera escuchada.

– ¡No está aquí!, ¡y nunca te diría donde está, así que puedes matarme de una puta vez! – gritó la voz de mi padre.

Segundos después solo escuché disparos y en ese momento lo supe, mi padre se había ido, las lágrimas dejaron de fluir, dejé de escuchar completamente aturdida, aun cuando afuera habían hombres muriendo y voces gritando, mi cerebro solo negó toda la situación, hasta que alguien abrió la pequeña puerta y me hizo salir de mi estado de shock.

– ¡No! ¡déjame! – grité y pataleé cuando aquella mujer morena me sacaba del pequeño escondite y me dejaba en el suelo, poniéndose en cuclillas para estar a mi tamaño.

– Allison, tranquila, está bien, soy la agente Miller, compañera de trabajo de tu padre – me dijo aquella mujer para tranquilizarme.

Tenía puesto un uniforme igual al que mi padre llevaba en una foto que tenía en el buro de su habitación, en ella estaba él, junto con otros compañeros suyos, entre ellos la mujer morena que tengo enfrente, que me miraba con melancolía.

– Mi papi, ¿dónde está? – le pregunté tratando de mirar detrás de ella.

Pero me tomó mi pequeño rostro con sus manos para evitar que mirara, sabía que uno de esos cuerpos tirados detrás de su espalda apenas a unos pocos metros, era de mi padre.

– Todo estará bien Allison – me dijo aquella mujer con expresión de pena en sus ojos. No, nada estaría bien.

No pueden pretender que, en una simple noche, en cuestión de un parpadeo, todo mi mundo se desmorone, que pierda a las únicas personas que tenía en el mundo, y que después me digan que todo estará bien, cuando para mí todo se había acabado y ahora tendría que obligarme a comenzar de cero, teniendo tan solo siete años. No pueden mentirle a un niño de esa forma.

– Mis papis están muertos... – susurré llorando.

Esas eran unas palabras para mí misma, aceptando lo que estaba pasando, porque sentía que tenía que decirlo en voz alta para poder creerlo.

Sus ojos se engrandecieron, quizás por la sorpresa de que comprendiera aquellas palabras a mi corta edad.

Sabía que mi padre se dedicaba a capturar a las personas malas como él me decía, así que fui educada de tal forma en la que podía entender lo que eso significaba, pero mis padres no me habían preparado para esto, para verlos partir. Nadie te advierte del vacío que eso deja en tu corazón, de la herida que se forma, una que jamás cierra, que jamás deja de doler, provocando que una llama ardiente te consuma lentamente arrasando con cada entraña de tu cuerpo.

Luego de unas horas estando dentro de una ambulancia, cubierta con una manta, veía mi casa hecha cenizas, mis padres ya no estaban conmigo, así que me habían informado que sería llevada a un orfanato. Pero en ese momento no podía pensar en algo que no fuera el dolor que sentía por ya no tener a mis padres conmigo.

Ya no podría volver a comer la lasaña especial que mi madre preparaba los domingos, y la que mi padre y yo amábamos, o a escuchar las asombrosas historias que mi padre me contaba de su trabajo y como mi madre siempre lo regañaba cuando lo hacía porque decía que no eran historias para una niña, aunque en realidad disfrutaba más de esas historias que escuchar los cuentos de princesas que mi madre me leía antes de dormir. Ya no volvería a abrazar a ninguno de los dos, ya no volvería a escucharlos, con el pasar de los años ¿olvidaría sus voces? pensar eso era como si me arrancarán el corazón, porque ahora lo único que me quedaba eran los recuerdos, no quería perder eso también, perder lo único que me hace yo, que me hace ser Allison Brown.

Deseaba con mi vida conservar sus imágenes vividas en mi mente y el sonido de sus voces, pero ahora solo me quedaban sus pequeñas fotos en este collar que mi padre me había dejado, lo único y más importante que me había quedado esa fatídica noche.

Mi padre siempre me dijo que está bien estar triste, que hay que permitirnos sufrir, pero una vez llorado lo suficiente volver a levantarnos, porque la vida nos puede tirar, pero solo nosotros podemos decidir si quedarnos ahí o ponernos de pie nuevamente, «y te aseguro mi pequeña que siempre sale el sol después de la tormenta» decía él, pero en estos momentos de mi corta vida yo solo veía oscuridad, no sabía en qué momento las nubes se disiparían dejando lugar al brillante sol de una hermosa mañana, luego de una noche de tormenta.

Dieciséis años después...

VOLVER A VERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora