CAPÍTULO 11

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ALLISON

– No lo puedo creer, Allison ¿cómo se supone que encontraremos una solución a esto? – pregunta Alejandra.

La verdad era que ni yo sabía qué solución habría a esto, no sé cuánto tiempo tendríamos que estar en casa de Gabriel, lo cual me tiene un poco nerviosa, algo en mi sé emociona y no debería, no debo, ¿vivir con él? debo estar loca para haber aceptado.

– No lo sé Alejandra, perdóname por ponerte en esta situación – le contesto bajando la mirada. Me sentía culpable por todo esto.

– Alli no es tu culpa, no quiero que te culpes por esto, nadie está exento de que un loco pueda cruzarse en tu camino – me dice poniendo su mano en mi hombro. Haciéndome sentir peor, porque nada me podía hacer sentir menos culpable en estos momentos.

– Pueden permanecer en mi casa el tiempo que quieran – agrega Gabriel – es grande, allí estarán seguras, y hay espacio de sobra – contesta con las manos al volante.

– Gracias Gabriel, te lo agradecemos – contesta Alejandra por mí. Las palabras no salían de mí boca, me sentía culpable, enojada, furiosa y con miedo.

Llegamos y se abre una gran puerta negra de forma automática, entramos en la camioneta, y no podía creer lo hermosa y grande que era la casa de Gabriel, no, no era una casa, eso era una mansión, una gran y preciosa mansión en blanco y negro. Me sentía como cenicienta llegando al palacio, y pensaba que la camioneta de Gabriel no combinaba con aquel lujo, sabía que no se veía como un tipo común, pero tampoco pensé que tuviera tanto dinero, ¿era una clase de rico pasando desapercibido acaso?, vaya, este chico es realmente raro, y mi curiosidad se despertó aún más, no sabía con qué sorpresas podría salir ahora.

– Mierda Gabriel, pero si te quedaste corto, esto no es una casa, ¡es una jodida mansión! – exclama Alejandra – vaya que hay espacio de sobra, ¡¿de verdad vives aquí?! – pregunta igual de sorprendida que yo por lo que estábamos viendo.

– Si, es una de las propiedades que me heredó mi tío – contesta como si nada.

– ¿Estás seguro de que nos quieres aquí Gabriel? – le pregunto apenada.

– Siempre hace bien un poco de compañía.

Nos miramos por unos segundos, ver sus ojos me hace recordar los besos que nos hemos dado, y eso me acelera el corazón y me produce una sensación en el estómago.

– Hola sigo aquí – interviene Alejandra haciéndonos reaccionar.

– Andando, las llevaré a sus habitaciones – nos indica Gabriel – luego de eso, son libres de andar por donde gusten, mi casa es su casa, siéntanse en la libertad de decirme si ocupan algo – nos dice amablemente, saliendo de la camioneta, para ir por nuestras maletas.

– Te ayudo con eso – hablo tomando mi maleta.

– No tranquila, entren por favor – nos cede el paso.

Al entrar por aquella gran puerta quedamos atónitas, la casa era todavía más bonita y elegante por dentro, muchas ventanas, tan grandes que ocupaban casi toda la pared, amueblada con casi todo en blanco, tenía una cocina grande y hermosa donde seguramente prepararía unos platillos riquísimos como agradecimiento, ya que amaba cocinar y viendo lo que Gabriel hacía por nosotras era lo mínimo que podría hacer por él, había una piscina enorme en la parte de atrás, una área de juegos para niños seguramente para él cuando venía con su tío, una pequeña cancha de básquetbol, y muchas habitaciones, sentía que me podría perder en ésta casa, la habitación que Gabriel me había dado estaba frente a la suya, y la de Alejandra al lado mío.

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