Cap 13

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Viktor

La primera vez que la vi romperse de esta forma, me sentí inútil. Marcela, la mujer más fuerte que conozco, estaba destrozada, hundida en un dolor que no podía controlar. No era un enemigo al que pudiera enfrentar, ni un problema que pudiera resolver con una bala o una amenaza. No, esta vez era más complicado. Su amiga... estaba muerta.

—No sé cómo seguir sin ella —susurró, su voz rota, casi imperceptible.

La tenía entre mis brazos, y aunque no soy el tipo de hombre que consuela, lo intenté. Porque era Marcela. Porque si alguien en este mundo me importaba, era ella.

—Estás aquí, conmigo. Y siempre lo estarás. —No sé si mis palabras tenían algún sentido, pero en mi mundo, la lealtad y el control son lo único que entiendo.

Le acaricié el cabello, sintiendo la tensión de su cuerpo. Aún no sabía cómo manejar el hecho de que dependiera de mí en un momento tan vulnerable. Yo, Viktor, el hombre que todos temen. Y ahora, el que ella buscaba en su desesperación.

Mis ojos recorrieron la habitación. Un lugar sencillo, alejado del caos de mi vida, un espacio que habíamos hecho nuestro en medio de un mundo lleno de traiciones y mentiras. Pero hoy, este lugar se sentía vacío, como si faltara algo. Como si la ausencia de su amiga pesara más que cualquier otro problema al que me haya enfrentado.

—Lo siento, Marcela. —Mi voz salió más baja de lo que esperaba. No era fácil para mí decir algo así, pero esta vez, la sinceridad me golpeó más fuerte de lo habitual.

Ella no respondió de inmediato, solo se acercó más a mí, como si el simple acto de estar ahí, juntos, fuera suficiente. Mi mundo, lleno de oscuridad y violencia, la había afectado más de lo que yo quería admitir. Pero, en este momento, no importaba quién era yo, ni lo que había hecho.

-Solo no me dejes, Viktor. No ahora- Su voz estaba rota, pero había algo en ella, una fuerza que siempre admiré. A pesar de todo, ella seguía aquí, conmigo.

Apreté su mano, dejando que supiera que, aunque el resto del mundo podía derrumbarse, yo no lo haría. Porque, por alguna razón que aún no entendía del todo, Marcela era lo único que me mantenía anclado.

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La noche cayó sin pedir permiso, y el silencio llenó cada rincón de la habitación. Marcela seguía en mis brazos, pero su respiración se había vuelto más tranquila. Me di cuenta de que estaba luchando contra el sueño, resistiéndose a la idea de cerrar los ojos, como si temiera que al hacerlo, los recuerdos de su amiga la devoraran por completo.

Yo sabía lo que era eso. Sabía lo que era perder a alguien importante y no tener el control. En mi mundo, perder era común, pero esto era diferente. Este dolor era personal, y no había trato, ni pacto, ni bala que pudiera arreglarlo.

—No tienes que ser fuerte todo el tiempo —le dije en voz baja, con más suavidad de la que nunca pensé tener.

Marcela levantó la cabeza y me miró. Sus ojos, enrojecidos por el llanto, aún tenían ese fuego que me atraía desde el primer momento. Era una mujer que no se rendía fácilmente, pero hoy la vi más vulnerable que nunca. En otro momento, ese tipo de vulnerabilidad podría haber sido peligroso, una debilidad que otros podrían usar contra ella... pero no conmigo. Conmigo, ella podía ser lo que necesitara ser.

—No sé cómo seguir adelante —murmuró.

No lo dije, pero entendí. Lo había sentido más veces de las que estaba dispuesto a admitir. Aquellos que decían que el tiempo lo curaba todo mentían. Lo único que hacía el tiempo era recordarte lo mucho que habías perdido.

THE PRICE OF DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora