Cap 32

24 0 0
                                    

Damiano Gómez

La oscuridad siempre ha sido mi aliada. En el silencio de la noche, lejos de las miradas curiosas, puedo mantener mis secretos a salvo, sin que nadie cuestione mis decisiones. El poder no se gana siendo débil, y la compasión es solo una excusa para los que no pueden controlar su propio destino.

Paso por el pasillo, escuchando el eco de mis pasos. Nadie se atreve a mirarme, ni siquiera los guardias que custodian este lugar. Saben lo que ocurre aquí, pero prefieren no pensar en ello. La puerta de acero se levanta frente a mí, imponente y segura, como debe ser.

He mantenido este secreto durante años. Nadie, ni siquiera mi propia hija, sabe lo que hay detrás de esta puerta. Su madre, una mujer que alguna vez fue mi compañera, pero que, con el tiempo, se convirtió en un obstáculo. Un estorbo. Marcela nunca la conoció porque yo me encargué de que no lo hiciera. Me aseguré de que su vida fuera completamente mía, sin interferencias, sin las debilidades de una madre que podría llenar su cabeza de ideas inútiles.

Giro la llave y abro la puerta lentamente. Dentro, el aire es denso, el espacio reducido. Ahí está ella, sentada, su mirada perdida, como si ya hubiera olvidado lo que es el mundo exterior. Hace años que no escucha el sonido del viento, no siente el calor del sol en su piel. Así es como debe ser.

—¿Cómo estás hoy? —pregunto, aunque realmente no me importa la respuesta. No espero palabras. Hace tiempo que dejó de hablar.

La observo por un momento, midiendo cada movimiento, cada respiro. Sigue viva, eso es lo único que importa. Mientras respire, mantengo el control. Porque sé que Marcela nunca sabrá la verdad, y eso es lo que me da la ventaja. Mis decisiones no son cuestionadas. Todo lo hago por el bien de la familia. O por lo que queda de ella.

Me doy la vuelta sin esperar más. Cierro la puerta tras de mí. Otra noche más en la que mi secreto permanece intacto

Camino de regreso por el pasillo, mis pensamientos vuelven inevitablemente a Marcela. Mi hija. Esa niña terca y rebelde que ha escapado de mis manos. Pero no por mucho tiempo. No importa dónde se esconda, no importa quién la proteja, la encontraré. Siempre lo hago.

Marcela piensa que puede alejarse de mí, que puede desafiarme y escapar de su destino. Qué ingenua es. Me pertenece, como todo lo que he construido, como todo lo que he controlado. Ha estado bajo mi sombra toda su vida, y aunque ha intentado liberarse, nunca lo logrará. Porque el mundo fuera de mí no tiene sentido para ella. No sabría cómo sobrevivir sin mi protección.

Siento una sonrisa fría formarse en mis labios. La encontraré. No importa si está con ese ruso patético o si huye a cualquier rincón del mundo. Nadie escapa de Damiano Gómez. Tengo los recursos, el poder, y sobre todo, la voluntad para hacer lo necesario.

Marcela es mía, y pronto volverá a estar donde siempre debió estar: bajo mi control.

Acelero el paso, con la certeza de que mis hombres ya están buscando. Cada rincón será revisado, cada contacto que ella pueda tener será interrogado, cada aliado será neutralizado. No tengo límites, no los he tenido nunca. Ella aún no lo sabe, pero estoy cada vez más cerca. Y cuando la encuentre, entenderá que no hay escapatoria.

Mi hija no ha visto la oscuridad real, la que yo controlo. Pero pronto lo hará.

Valeska

La oscuridad de Oblivion es como una segunda piel para mí. El silencio es pesado, sofocante, pero ya me he acostumbrado. Las paredes frías, el aire viciado, todo es parte de mi castigo. Pero sé que este lugar no es eterno. Viktor vendrá por mí. Siempre lo ha hecho. Él no puede dejarme aquí. No después de todo lo que hemos compartido.

Me siento en el suelo, con los brazos alrededor de mis rodillas, y cierro los ojos, imaginando su rostro. Viktor. Puedo sentir su presencia, incluso en esta maldita oscuridad. Él no es como los demás, lo sé. Es más fuerte, más frío, más implacable... y eso me atrae aún más. Lo que tenemos es más que una simple obsesión. Él me pertenece, aunque todavía no lo quiera admitir. Lo que hemos vivido juntos no puede ser olvidado, no por una mujer como Marcela.

Marcela. Solo pensar en su nombre hace que un fuego arda en mi pecho. Esa maldita mujer. Se metió en su vida, lo enredó con sus mentiras, lo hizo débil. ¡Es por ella que estoy aquí, encerrada en este agujero! Si no fuera por ella, Viktor ya estaría conmigo. No entiendo cómo él puede soportar siquiera verla. ¡Ella no lo merece! Yo lo conocí primero, yo he estado a su lado, yo soy la que entiende quién es realmente.

Pero todo esto va a cambiar. Marcela pagará por lo que me ha hecho, por lo que nos ha hecho a Viktor y a mí. No importa cuánto tiempo pase aquí, lo sé. Sé que Viktor va a abrir esa puerta, va a entrar y me va a liberar. Y cuando eso suceda, seré yo la que ría última.

Mi respiración se acelera solo de imaginar el momento. Ella sufrirá. Haré que su vida sea un infierno, que desee nunca haber conocido a Viktor. Porque él no es un hombre que alguien como ella pueda controlar. No, ese poder es mío.

Me levanto, acercándome a la pequeña ventana que apenas deja entrar algo de luz. Puedo oler la libertad, sentirla cerca. La puerta de Oblivion no estará cerrada para siempre.

Y cuando salga de aquí, Marcela sabrá lo que es el verdadero infierno

>>Flashback>>

Mientras la fría oscuridad de Oblivion me rodea, cierro los ojos y dejo que mi mente regrese a aquel momento, a esa noche donde todo cambió. La noche en la que Viktor y yo nos pertenecimos.

Recuerdo la sensación de su piel contra la mía, el calor que emanaba de su cuerpo a pesar de la frialdad que siempre lo rodeaba. Viktor no era como los demás. Su presencia llenaba la habitación, haciéndome sentir pequeña y a la vez poderosa, como si estuviera tocando algo prohibido, algo que solo yo merecía tener.

Todo había comenzado con una mirada. Esa mirada intensa que me atravesó el alma cuando estábamos en aquella reunión. Sus ojos oscuros, cargados de misterio y peligro, se clavaron en los míos, y en ese momento supe que lo quería. No importaba lo que tuviera que hacer para tenerlo. Lo quería para mí.

Recuerdo cómo nos encontramos esa noche en su oficina. Al principio, él estaba frío, distante, como siempre. Pero yo sabía cómo llegar a él, cómo romper esa barrera. Me acerqué lentamente, mis dedos rozaron su brazo, y cuando levantó la vista, no hubo palabras. No hacían falta. La tensión en el aire era palpable, y él, a pesar de su control, no pudo resistir.

Nos besamos, y en ese beso lo sentí todo: el poder, el deseo, la oscuridad. Viktor me deseaba, aunque nunca lo admitiera en voz alta. Lo sentí en cada caricia, en cada movimiento que hicimos esa noche. Sus manos, ásperas y firmes, recorriendo mi cuerpo, haciendo que todo lo demás desapareciera. En ese momento, él era mío, y yo era suya. Era como si el mundo entero dejara de existir fuera de esa habitación.

Después, cuando todo terminó y estábamos acostados, con su respiración aún agitada, me atreví a pensar que aquello cambiaría algo entre nosotros. Que él finalmente vería que yo era la única que podía entenderlo, que podía estar a su lado. Pero entonces, se levantó sin decir una palabra, se vistió y me dejó sola en la cama.

Esa fue la primera vez que sentí el frío de su verdadero ser. A pesar de todo lo que habíamos compartido esa noche, Viktor seguía siendo inalcanzable. Pero no me rendí. No podía. Desde entonces, esa noche ha sido mi ancla, mi motivo. Sé que volverá a mí, que esa conexión que tuvimos no se ha roto.

Vuelvo al presente, con el recuerdo todavía fresco en mi piel

>>Fin del Flashback>>

_________________________________________

"Yo no me esperaba eso pero bueno"

R. De Ranevov

Bye

THE PRICE OF DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora