cap 21

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Marcela

El silencio de la mansión era abrumador. A pesar de su belleza y la seguridad que Viktor tanto insistía en recalcar, nunca me sentía completamente tranquila. Estábamos escondidos, sí, pero no podía evitar sentir que la oscuridad, en cualquier momento, nos engulliría. Era un miedo constante que se cernía sobre mí desde que llegamos.

Esa noche, Gabriela y yo habíamos estado charlando en la sala, intentando distraernos de todo lo que nos rodeaba. La risa de Gabriela era como un eco lejano de la vida que teníamos antes, cuando el mundo aún no se había vuelto tan peligroso. Viktor estaba en su despacho, como de costumbre, trabajando en algo que nunca compartía del todo. Sabía que planeaba algo grande contra Franco, pero no podía imaginar qué tan lejos estaba dispuesto a llegar.

De repente, el ruido ensordecedor de una alarma resonó por toda la mansión. El sonido me atravesó como una cuchilla, paralizándome por un segundo. Gabriela saltó de su asiento, su rostro reflejando el mismo miedo que sentía yo. Nos miramos en silencio, sin saber qué hacer.

—Marcela… —susurró Gabriela con los ojos muy abiertos, y entonces, sin decir más, ambas nos levantamos de golpe.

Antes de que pudiéramos movernos hacia la puerta, Viktor apareció, acompañado de dos de sus hombres de confianza. Su rostro era una máscara de frialdad y concentración, pero sus ojos me buscaron al instante.

—Viktor, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz temblando más de lo que me gustaría admitir.

—Un ataque —dijo con dureza, sin rodeos—. La mafia italiana ha dado con nosotros. Deben haberse infiltrado en los sistemas de seguridad, pero no llegarán lejos. No te preocupes. Están afuera.

No te preocupes. Era fácil para él decirlo, pero cada fibra de mi ser estaba gritando por salir corriendo. El solo hecho de que hubieran llegado hasta aquí me hacía sentir que las paredes de la mansión, una vez tan seguras, ahora eran una jaula.

Viktor se acercó a mí, poniendo una mano firme en mi brazo, su tacto cálido contrastando con la frialdad de su expresión.

—Quédate aquí con Gabriela. Mis hombres y yo nos encargaremos —me dijo, mirándome directo a los ojos. Había algo en su tono, algo que me hacía sentir que no era una sugerencia, sino una orden.

Pero justo antes de que pudiera responder, escuchamos un fuerte estruendo que hizo temblar las ventanas. Gabriela gritó y yo sentí que el corazón se me salía del pecho.

—Viktor… —intenté decir algo, pero la adrenalina me nublaba los pensamientos.

—¡Dentro! —Viktor ordenó a uno de sus hombres que nos condujera hacia una habitación de seguridad.

El miedo se había transformado en pura supervivencia. Corrí junto a Gabriela mientras uno de los hombres de Viktor nos empujaba hacia una puerta que se encontraba camuflada detrás de un enorme cuadro en la sala. No tenía idea de que esa puerta estaba ahí, como si toda la mansión escondiera secretos que yo aún no conocía. Entramos a una pequeña habitación de paredes de metal y el hombre cerró la puerta tras nosotras, dejándonos a oscuras.

Gabriela se dejó caer contra la pared, con la respiración agitada, y yo me arrodillé a su lado, intentando controlar el temblor de mis manos.

—Marcela… ¿Crees que todo estará bien? —preguntó ella, su voz temblorosa.

—Sí, Viktor sabe lo que hace… —dije, más para convencerme a mí misma que a ella. Aunque, en ese momento, no estaba segura de nada.

Los minutos se sintieron como horas, y cada sonido que escuchábamos desde fuera parecía amplificado por la tensión. Podíamos oír disparos lejanos y, de vez en cuando, gritos. Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear el miedo paralizante que sentía. Pero no importaba cuánto intentara calmarme, el pánico seguía creciendo en mi pecho.

THE PRICE OF DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora