Cap 30

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Marcela

Habían pasado dos días desde aquella terrible noche, pero para mí, cada minuto había sido una eternidad. Viktor había sido trasladado a su hospital privado y, aunque su vida ya no estaba en peligro, su recuperación era lenta. Ahora estaba de vuelta en la mansión, pero no era el mismo. Algo había cambiado desde que despertó. No me había dirigido más que unas pocas palabras, y cada vez que lo hacía, su tono era frío, como si algo en su interior se hubiera roto.

Estaba en la cocina, preparando un té, cuando escuché el sonido de pasos pesados acercándose. Viktor entró, su torso vendado, el rostro pálido pero lleno de una furia que no comprendía. Sus ojos apenas se cruzaron con los míos, y sentí un nudo formarse en mi garganta.

—¿Cómo te sientes hoy? —le pregunté con voz suave, intentando romper el hielo que parecía haber surgido entre nosotros.

Él ni siquiera me miró. Se dirigió hacia la mesa, sentándose con un gesto brusco. Su silencio era ensordecedor, y el ambiente en la habitación se volvió tenso en cuestión de segundos.

—Viktor... —intenté de nuevo, caminando hacia él—. Sabes que estuve preocupada por ti, casi te pierdo... no entiendo por qué me estás tratando así.

De repente, Viktor levantó la mirada, sus ojos llenos de algo que no había visto antes: rabia.

—¿Preocupada por mí? —me soltó, su voz tan fría que me hizo retroceder un paso—. ¡No deberías haberte quedado en la mansión! Si no hubieras estado aquí, Franco no habría venido. ¡Fue tu culpa que casi muera!

Sus palabras me golpearon como una bofetada. Abrí la boca, pero no encontraba las palabras. Nunca lo había visto tan fuera de control, tan lleno de ira hacia mí.

—¿De qué estás hablando? —pregunté, mi voz apenas un susurro—. ¡Yo no pedí que Franco viniera! Solo traté de protegerme a mí misma y a Gabriela cuando tú no estabas.

Viktor se levantó de golpe, sus movimientos bruscos a pesar de sus heridas.
—No entiendes nada, Marcela. ¡Cada vez que estás cerca, me pones en peligro! No puedo permitirme ser débil, no en esta vida. No mientras Franco esté detrás de ti.

Sentí cómo mi corazón se rompía un poco más con cada palabra que decía. ¿Era eso lo que pensaba? ¿Que yo era su debilidad?

—¿Me estás culpando por lo que te pasó? —le dije, mi voz temblando por la mezcla de dolor y rabia que me inundaba—. ¡Yo hice lo que pude! ¡Intenté protegerte también!

Él me miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de furia, pero también de algo más, algo que no podía descifrar.

—¡No necesito que me protejas, Marcela! —me gritó, su voz resonando en las paredes de la cocina—. ¡Yo soy el que se encarga de todo, de ti, de esta maldita guerra! No puedes entender lo que es tener la responsabilidad de todo... y que todo se desmorone porque te preocupas demasiado por alguien.

Cada palabra suya dolía más que la anterior. Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, pero me negaba a dejarlas caer.

—¿Eso es lo que piensas? —le susurré, con la voz quebrada—. ¿Que soy una carga? ¿Que todo esto es culpa mía?

Viktor no respondió de inmediato, su respiración era pesada, su rostro tenso. Pero el silencio que siguió fue peor que cualquier grito. Se dio la vuelta, como si no pudiera soportar mirarme más.

—No te necesito en mi vida si vas a seguir siendo una distracción —dijo finalmente, con voz dura, antes de salir de la habitación, dejándome sola.

Me quedé en el centro de la cocina, paralizada. Sentí cómo mi mundo se desmoronaba a mi alrededor. Las lágrimas finalmente cayeron, y el peso de sus palabras me aplastó por completo. ¿De verdad era yo su debilidad? ¿Era mi culpa que él estuviera así?

THE PRICE OF DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora