Cap 41

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Viktor

Habíamos logrado lo impensable: d
Perderle el rastro a franco estoy que me lleva el diablo. Franco y Damiano nos habían perdido la pista. Pero sabíamos que no durarían mucho tiempo en encontrarnos si nos quedábamos quietos. Aquí, en esta casa, ya no había más tiempo que perder. Necesitábamos actuar, y cada uno de nosotros tenía un papel que jugar.

Mis hombres de la Voron se mantenían en guardia, listos para cualquier cosa. Marcela se había quedado cerca de mí, pero los demás estaban preparándose para lo que venía.

Gabriela fue la primera en hablar. No se trataba de despedidas, no había lugar para eso. Ella era inteligente, sabía cómo moverse en las sombras.

—Voy a buscar información de los aliados de Franco. Necesitamos saber quién sigue sus movimientos fuera de Italia.

La vi asentir hacia Marcela antes de dirigirse a la puerta, su mirada fría y calculadora. No había dudas, ella tenía una misión y sabía cómo cumplirla.

Sofía, aún marcada por lo que Franco le había hecho, se mantenía firme.

—Buscaré pistas sobre dónde Damiano podría estar escondiendo sus fuerzas. Sé que hay lugares que conoce solo él... lugares a los que podría haberme llevado.

Había sido su prisionera, pero ahora sería su peor pesadilla. Estaba decidida, y eso era lo único que importaba.

Alexandra, siempre más reservada, se acercó a mí.

—Voy a moverme por mi cuenta. Damiano cree que sabe cómo jugar este juego, pero él no me conoce del todo. Si hay alguna pista sobre dónde se oculta, la encontraré.

Era la madre de Marcela, fuerte en su silencio, y sabía que haría todo por proteger a su hija.

No hubo abrazos, ni despedidas emotivas. No era el momento para eso. Todos tenían una misión clara, y todos sabían lo que estaba en juego. Gabriela, Sofía y Alexandra partieron sin más palabras, dejando solo a Marcela, a los hombres de la Voron, y a mí.

Miré a Marcela.

—Esto apenas comienza. Nosotros también tenemos trabajo que hacer

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Cuando la puerta se cerró tras Gabriela, Sofía y Alexandra, un silencio envolvió la casa. La tensión en el aire era palpable, y mientras pensaba en la misión que cada uno había asumido, sentí que era hora de despejar nuestras mentes, aunque solo fuera por un momento.

—Ven conmigo —le dije a Marcela, extendiendo mi mano hacia ella.

—¿A dónde? —preguntó, curiosa.

—A un lugar que creo que te va a gustar.

La miré con una sonrisa misteriosa, y al ver su interés, la guié. La mansión tenía sus secretos, y este era uno que guardaba celosamente. Bajamos por un camino poco iluminado, bordeado de árboles que parecían ocultar algo mágico.

Finalmente, llegamos a un claro donde el cenote se extendía ante nosotros, con aguas tibias que reflejaban la luz de la luna. Marcela se detuvo, sorprendida.

—¿Qué es esto?

—Es un cenote. Nadie más sabe de él. Lo descubrí cuando llegué aquí, y siempre lo he considerado mi refugio.

Se acercó, observando el agua clara y tranquilizadora.

—Es hermoso. Nunca había visto algo así.

—Ven, prueba el agua.

Sin dudarlo, se descalzó y se adentró en el agua, un susurro de sorpresa escapó de sus labios al sentir la calidez. La seguí, sumergiéndome junto a ella.

THE PRICE OF DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora