Epílogo

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El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo con tonalidades de gris y naranja, un espectáculo de colores que contrastaba dolorosamente con el caos que reinaba en el interior de Viktor. La mansión, que alguna vez había sido un refugio de amor y risas, ahora se sentía vacía y fría. Las sombras se alargaban, y la incertidumbre lo consumía mientras pensaba en lo que había ocurrido horas atrás.

A su lado, en la cuna, Alessia y Leo dormían plácidamente, ajenos al sufrimiento que rodeaba a su padre. Viktor los miró, sus pequeños rostros serenos eran un bálsamo temporal para su alma desgarrada. Tenía tanto amor por ellos, pero también una profunda tristeza que lo ahogaba. No podía dejar de pensar en Marcela. Había prometido protegerla, pero el destino había sido cruel.

Con un suspiro, se acercó a la cuna y los tomó en sus brazos, sintiendo su calidez. Era como si el mundo se hubiera detenido, y solo existieran ellos tres en aquel momento. La fragilidad de sus bebés lo llenaba de una mezcla de ternura y desesperación.

-Lo siento, mis pequeños -susurró, sintiendo cómo el nudo en su garganta se hacía más grande-. Lo siento por no haber podido salvar a su madre.

Recordó la última vez que vio a Marcela, su determinación y valentía, la forma en que había luchado por ellos. El dolor lo golpeó como una ola, y las lágrimas comenzaron a caer por su rostro. Nunca había imaginado que el amor podría doler tanto. Nunca había concebido la idea de perderla.

Mientras abrazaba a sus mellizos, Viktor cerró los ojos y se permitió llorar. Las lágrimas caían sobre ellos, pero, a pesar de su tristeza, también sentía un amor inquebrantable. Eran su razón para seguir adelante, su motivación para levantarse cada día.

-Siempre estaremos juntos, siempre seremos una familia -prometió, su voz quebrándose con cada palabra-. Mamá está en un lugar mejor, pero siempre estará con nosotros, en nuestro corazón.

La tarde se desvanecía en una noche oscura, y Viktor miró hacia el cielo, sintiendo que las estrellas comenzaban a asomarse. Era un recordatorio de que, incluso en medio de la tragedia, la vida continuaba. Había un futuro por delante, uno que tendría que enfrentar sin Marcela, pero con sus hijos.

Se dejó caer en el sofá, sosteniendo a Alessia y Leo con cuidado, y sintió que la desesperanza comenzaba a ceder, aunque solo un poco. A pesar del dolor desgarrador, había un fuego dentro de él, un deseo de luchar por ellos y por la memoria de Marcela.

-Siempre te recordaremos, mi amor -murmuró, mirando a sus bebés con determinación-. Y siempre lucharemos por ti.

Mientras la noche caía sobre ellos, Viktor abrazó a Alessia y Leo, entendiendo que, aunque la pérdida era abrumadora, el amor que habían compartido nunca desaparecería. Su viaje apenas comenzaba, y estaba decidido a honrar la memoria de Marcela, protegiendo a sus mellizos con todo lo que tenía

Y ese fué el precio que pagué por desear a la persona equivocada

THE PRICE OF DESIREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora