Había pocas cosas a las que Charles Brandon le tenía miedo, de hecho, se podrían resumir en dos. Perder a sus seres amados y tener que comunicar su muerte a la familia de estos.
La misión resultó el peor de los desastres. Todas las pistas habían estado equivocadas. Diana Suric o como puta se llamara, entretejió los hilos y jugó con ellos como si se tratara de simples marionetas. Los dividió, desarmó y asesinó a su antojo.
Tarde o temprano deberían ir por ella. El dolor no podía quedar impune, pero eran conscientes de que solo ellos, esta vez, sería insuficiente. Lo fue desde el principio. Tal vez, se debiera a la escasa información con la que contaban, o, un poco a la ingenuidad al creer que Diana era una enemiga más cuando, desde el primer momento, les mostró que no lo era.
Paolo y Clarissa habían sido sus amigos desde siempre. Una historia de amor memorable. Brandon caminó por el hospital hasta el sector de la morgue. Este camino lo hizo pocas veces desde que comenzó con su trabajo independiente, no obstante, cada vez resultó doloroso al extremo.
Gian y Giulio, o como su padre solía llamarlos «el Yin y el Yang». Fueron como el agua y el aceite desde pequeños. Uno tímido y estudioso, el otro una tromba marina que amaba las armas y el kickboxing. Gian era el mayor y sería padre dentro de seis meses. Giulio no sabía dónde estaba parado. Se complementaban, eran muy buenos compañeros y hermanos. Es de lo que siempre Clarissa y Paolo estuvieron orgullosos. Brandon pensó en lo feliz que su amigo estaba al saber que sería abuelo. Ahora nunca conocería a su nieto.
Brandon estuvo frente a frente con ambos jóvenes y con la novia de Gian que sostenía su pancita y lloraba como el muchacho.
No había palabras para expresar el dolor, para cambiar una realidad inequívoca. Paolo y Clarissa habían muerto y, con ellos, decenas de sueños y esperanzas.
Brandon pensó que a esa hora estaría de regreso en su casa o en el hogar del doctor Blake con su novio en sus brazos, con su boca tierna contra la suya. Debería haber sido de ese modo. Era lo justo.
«Justicia».
Parecía un término anacrónico y estúpido. Uno que nunca más tomarían a la ligera.
Gian y Giulio se pusieron de pie. Gian era un estropajo mojado, bañado en lágrimas de tanto dolor que parecían infinitas. Era delgado y de baja estatura.
«Un niño bonito».
Así es como Paolo lo llamó siempre. Era similar a Clarissa. Facciones pueriles y largas pestañas que enmarcaban sus ojos verdes.
«¿Te imaginas lo que será mi nieto? El pequeño más bello del mundo».
Paolo se había jactado de la belleza de su hijo, de la de su novia y la increíble combinación que harían. Gian miró el piso, su carita hinchada y enrojecida.
—Lo lamento, cariño. De verdad lo lamento tanto.
La voz de Brandon se entrecortó y Gian lo abrazó. Fue un abrazo infinito, de esos que tocan el alma buscando el consuelo de la otra. Ninguno de los dos la tendría.
—Debería haberme quedado con ellos—pensó el muchacho entre sollozos—, ellos nos habían invitado. Si hubiéramos estado todos...
—Probablemente también estaríamos muertos.
Gian se apartó de Brandon y volteó hacia su hermano quien estaba cruzado de brazos. Giulio albergaba tristeza eterna en sus ojos, pero carecía de lágrimas que revelaran ese dolor. Había ira bramando en cada célula de su cuerpo. Giulio no se conformaría con un abrazo, ni con el pésame. Brandon dio pasos hacia él y puso la mano en su hombro. Solo ahí el joven tambaleó. Su cuerpo se tensó, pero no respondió el abrazo.
—Quisiera que las cosas fueran diferentes.
—No es tu culpa—replicó Giulio—. Mi padre conocía los riesgos, todos lo hacíamos. Lamentarte no arreglará nada. Quiero que esos hijos de puta mueran.
—Giulio...
—¿Qué? —preguntó a su hermano—. Dime que tú no quieres lo mismo. —Gian bajó la mirada—. No hay lugar para hipocresías, ni grises aquí. Ya deberías saberlo.
—Lo haremos—respondió con firmeza Brandon.
—¿Cuándo? —preguntó el muchacho para presionar.
—Pronto. No puedo decir más por ahora. Tengo a mí equipo herido. Debo recuperarlos.
—Quiero luchar.
—¿Qué carajo te pasa? —Gian se acercó y lo asió de la muñeca. El muchacho de zafó del agarre con brusquedad—¿No te basta el dolor que tenemos que quieres infligir más?
—Giulio—Brandon buscó la manera de poner paños fríos a una situación que se estaba saliendo de control—, ni siquiera sabes lo que dices. Una cosa es empuñar bien un arma. Otra diferente es medirte con tipos entrenados. No estás listo para eso. He llegado a un punto en donde dudo que nosotros lo estemos, incluso con años de experiencia.
—Me arriesgaré—replicó el muchacho sin un ápice de duda—, si digo que voy contigo, lo hago. No me fallo a mí mismo, ni a los demás.
Definitivamente este hombre era hijo de Paolo y Clarissa. Tenía la altura de Brandon, una estructura física similar, como si llevara años preparándose para ese momento. Su piel tostada de guerrero romano, un enorme tatuaje tribal desde el lado derecho de su cuello hasta su brazo por lo que podía observarse con su camiseta blanca. Todo aquello combinado con un piercing en su ceja izquierda y en su lengua. Paolo tenía razón al llamarlos Yin y Yang. No había nada que a nivel físico uniera a los dos muchachos.
—Eres un niño—Brandon intentó explicar su punto—. Tu padre luchó para que ustedes no pasaran por lo mismo.
—Tengo veinte años—replicó —, y si mal no recuerdo tú te follas a uno de la mitad de tu edad que cuánto lo conociste tenía.... dieciocho años?
Un gancho a la mandíbula que Brandon ni siquiera vio venir. Lo dicho, se estaba poniendo viejo. Su cara ardió, de pronto se avergonzó de la verdad que ese muchacho estampó en su rostro.
—Es diferente.
—Por supuesto porque tú pones las reglas—Giulio le dio una sonrisa burlona que rápidamente desapareció—, pues que te quede claro que los asesinos de mi padre morirán. Con tu ayuda o sin ti. Me vale mierda.
— ¡Giulio!
—Tú tienes una familia, Gian—Giulio miró a su hermano y a su novia embarazada—, yo no tengo nada. Al menos, quiero ver a la persona que me quitó todo sucumbir ante nosotros. Soy consciente de que a papá no le gustaba que entrenara o practicara tiro, pero es mi esencia, así como la tuya es proteger a tu familia.
—No quiero más muertes—rogó Gian—, por favor.
—Yo tampoco, por eso debemos hacer esto.
—Giulio, estás enojado. No es bueno tomar decisiones de esta manera, podemos hablar mañana o en dos días y te aseguro que...
—No cambiaré de opinión, Charles—aclaró de inmediato—, necesito una respuesta tuya ahora, porque eres un hombre de palabra y lo cumplirás.
Brandon pensó en qué momento ese muchacho creció tan rápido, en qué momento adquirió ese nivel de madurez y determinación.
—Tus padres estarían orgullosos de ti—esbozó con una sonrisa angustiosa.
—Me he esforzado todos los putos días para eso—Giulio tragó saliva. No quería flaquear—, por favor, dime que cuento contigo.
Brandon asintió y lo abrazó. Esta vez, Giulio respondió el abrazo.
—Sí, amigo. Tienes mi palabra. Irás con nosotros y, de una vez por todas, mataremos a esa mujer.
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PENUMBRAS S.B.O Libro 13 (Romance gay +18)
RomanceLa vida de Eddie Baltimore siempre fue difícil. Con un padre alcohólico y una madre ausente, su único refugio desde muy temprana edad fue su amigo Mario. Uno que con el tiempo se convirtió en algo más. Alguien por el que estaba dispuesto a dar todo...