«Fui capaz de perdonar tu traición, pero si me quedaba en ese momento, la traición más grande me la estaba haciendo a mí mismo».
Mario no iba a irse sin Baltimore. Se lo dijo una y mil veces mientras se duchaba en su habitación de hotel. El imbécil le había dado esperanzas, le había dicho que lo amaba y él no iba a detenerse esta vez. Iba a pelear por Eddie, y le valía mierda el resto de sus argumentos. Su mente revivió el beso, la manera en que sus bocas encajaron. La perfección absoluta, el cielo y el infierno al mismo tiempo, es lo que ellos eran y Mario lo adoraba por eso. Lo había besado. Baltimore no se había resistido, al contrario, bajó todas sus defensas y por unos segundos tuvo libre acceso para explorar, para recordar, para llevarlo al límite, para estremecerlo con sus manos, con sus besos húmedos, esos que ansiaba repetir hasta el agotamiento. Debería sentirse un bastardo, aprovechando la vulnerabilidad de Eddie, pero simplemente sucedió. Su boca no tuvo límites a la hora de apropiarse de la de su examante. Era un mal hombre, ya lo tenía asumido, incluso estaba feliz por ello.
Mario abrió los ojos, el agua caía sobre su cuerpo. Llevó las manos a su pecho, a los dos anillos donde latía su corazón y sonrió.
—Tenemos que hablar.
Mario tragó saliva, sin girar hacia el lugar del cual provenía esa voz.
—¿Podrías esperar a que salga del baño? Gracias—replicó con sarcasmo. Étienne estaba en el umbral del cristal de la mampara con sus brazos cruzados. Mario se dio la vuelta hacia él—¿Qué te pasa ahora?
—¿Qué me pasa? —Frunció el ceño—¿Tengo que recordarte como quedé pintado como un cuadro en el departamento de ese idiota cuando tú eras todo ojos para él?
Mario negó y dio un suspiro.
—Eres insoportable a veces.
—Dime que no acabas de decir eso. —Étienne se burló—¿Soy insoportable? ¡Y tú un puto infiel!
—Vaya—Mario le sonrió—, ¿qué pasó con eso de que no era para tanto? ¿Las cosas adquieren una perspectiva diferente cuando el de los cuernos puedes ser tú?
Étienne ardía de furia ¿Quién carajo se creía?
—¿Lo amas igual que hace dos años atrás? ¿Eso es lo que me quieres decir?
—¿Qué pretendes, hombre? —Mario cerró la ducha—. Sabes la respuesta.
Étienne tensó la mandíbula, sus impresionantes ojos verdes sobre los dos anillos en la cadena en su pecho.
—Te los quitaría y lo ahorcaría con esa cadena—dijo entre dientes—. Lo sacaría de tu vida de una buena vez para que dejes de sufrir por él.
Los labios de Mario quedaron en línea recta. Las palabras de Étienne no le sorprendieron. La ira no era una emoción que controlara con facilidad. Lo había notado cuando entrenaban, incluso en la última misión que habían tenido. Étienne había matado a golpes a uno de los tipos.
—Sería lo último que harías en tu vida—advirtió Mario mientras pasaba a su lado e iba en busca de una toalla. Étienne le sonrió.
—¿Acaso importa? Él se iría antes que yo.
—¿Te estás escuchando? —Mario lo observó con horror esta vez—¿Matarías a un tipo solo porque fue mi novio?
—No, lo mataría porque se atrevió a dejarte. Lo mataría porque te arruinó para el resto de los hombres. Lo mataría porque sigues pensando en él y eso me hace daño.
Mario caminó rumbo a la habitación y buscó en la cama los calzoncillos azules. Luego de eso, dejó la toalla y dio pasos hacia donde estaba Étienne.
—Aléjate de él. —El rostro de Mario era inescrutable—. Puedo soportar tus celos tóxicos o tu posesividad, pero si intentas decirle o hacerle algo a Eddie, será lo último que hagas. Estás advertido.
Étienne se congeló. Toda la habitación quedó impregnada de espesa niebla.
—¿De verdad pensaste que sería capaz de eso? —reprochó—. Solo estaba probándote, viendo hasta donde tú llegarías y está claro que harías arder el mundo por él.
—Tus palabras, no las mías—agregó Mario y Étienne se carcajeó.
—Encima tienes el tupé de echarme la culpa.
Mario negó, buscó una camiseta y un pantalón de chándal.
—Vete a casa, Étienne—replicó con el cansancio haciendo mella en su cuerpo—. No necesitamos esto, de verdad.
—Te amo, Mario. —El dolor vibró en cada una de sus palabras—¿Es que no te das cuenta? ¿Vas a perder todo por él? ¿De nuevo?
—¿Y qué sería todo según tu? —repuso con molestia—¿Esta «relación»? ¿Mi trabajo? ¿Mi corazón?
Étienne tragó saliva. Agotado de luchar contra la corriente.
—¿Es que acaso no me quieres a tu lado?
—Así no—dijo sin dudar—, con tus celos enfermizos y tus amenazas, no. Quiero a mi compañero de equipo inquebrantable, al hombre que conocí, no a este ser que lo único que tiene es odio en su corazón hacia un tipo que no le ha hecho nada.
—Yo también quiero tu otra versión, Mario—agregó—. No este ser necesitado y sin dignidad que se arrastra por un tipo que lo usa.
Mario apretó el puente de la nariz con dos dedos.
—Ya, esto se terminó. Mañana te subes a un avión y te regresas. Fue una imbecilidad dejarte venir hasta aquí.
—¡Tú no me mandas! —exclamó Étienne—. Y olvídate que voy a irme mientras ese bastardo busca formas de meterse en tu cama.
Mario apenas controló la risa. Si supiera que era él quien ansiaba meterse en los pantalones de Eddie desde el primer momento.
—Haz lo que quieras—replicó—, pero a Eddie no lo amenazas ni te le acercas porque créeme, no solo tendrás problemas conmigo si lo haces.
—¿A qué te refieres? ¿El portugués? ¿Piensas que ese idiota me da miedo?
—No juegues con fuego, te vas a quemar—advirtió Mario entretanto buscaba la billetera y su celular.
—¿Dónde carajo vas?
—Necesito aire.
—¡Es la una de la mañana! —gritó Étienne. Mario se humedeció los labios y apretó el celular en su mano.
—Si me quedo aquí, me voy a volver loco. —Caminó hacia la puerta de la habitación y Étienne lo siguió. El miedo atravesó su columna vertebral.
—Vas a verlo a él, ¿verdad? —preguntó. Mario chasqueó la lengua y miró el piso antes de agarrar la perilla de la puerta.
—Duerme, nos vemos más tarde.
—Si sales por esa puerta. —Étienne levantó el dedo índice acusándolo—. Terminamos.
—¿Sabes cuál es tu problema? Pensar que es Eddie el que anhela mi cuerpo cuando es totalmente al revés.—El semblante de Étienne se quebró por un par de segundos ¿Por qué tuvieron que ir allí?—. Buena suerte, Étienne.
Mario abrió la puerta, caminó por el largo pasillo y corrió por las escaleras rumbo a la planta baja. Su cuerpo bramó de adrenalina, de confusión, de tristeza. La brisa nocturna era fresca, sus pulmones se llenaron de oxígeno, lejos de la bruma densa que había estado respirando. Le hizo seña a un taxi y le dio la dirección de la única persona con la que quería pasar la noche.
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PENUMBRAS S.B.O Libro 13 (Romance gay +18)
RomansaLa vida de Eddie Baltimore siempre fue difícil. Con un padre alcohólico y una madre ausente, su único refugio desde muy temprana edad fue su amigo Mario. Uno que con el tiempo se convirtió en algo más. Alguien por el que estaba dispuesto a dar todo...