El Pantano Del Alma

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La luna brillaba pálida y distante, arrojando su luz fría sobre el portal que Boruto y Sarada acababan de atravesar. Sus corazones latían con la urgencia de una misión que parecía extenderse más allá de las fronteras de lo posible.

Mitsuki, su querido amigo, estaba en peligro, esclavizado por las manos implacables de Amado. Sabían que cada segundo contaba, pero el destino, siempre imprevisible, los había llevado a un lugar que ninguno de los dos reconocía.

El portal, en lugar de guiarlos directamente al escondite de Amado, los había arrojado a un mundo de sombras y bruma. El aire era pesado y denso, como si el espacio mismo estuviera cargado con una tristeza infinita. Delante de ellos, se extendía un pantano vasto y sombrío, cuyas aguas negras apenas reflejaban la luz lunar.

La vegetación que lo rodeaba era una mezcla de ramas retorcidas y árboles despojados de vida, cuyas hojas secas colgaban como lamentos silenciosos. El suelo, húmedo y traicionero, parecía devorar cada paso que daban.

El pantano tenía un aura inquietante, como si el paisaje mismo respirara la desesperanza. Boruto y Sarada avanzaban con cautela, pero pronto comprendieron que este lugar no era solo un desafío físico, sino uno que probaba el espíritu de quienes lo cruzaban. Este pantano era especial.

- Este lugar...- murmuró Sarada, sus ojos escarlata buscando respuestas en la penumbra -Siento algo... no es solo el peligro físico. Es como si algo aquí intentara apoderarse de nuestros corazones.

Boruto asintió, sintiendo la misma opresión en su pecho. El pantano absorbía las emociones. Era como una bestia hambrienta que se alimentaba de la desesperación, de la tristeza, del miedo.

Las raíces enredadas que se extendían por el suelo parecían moverse lentamente, buscando alguna grieta en el alma de quienes osaban entrar.

Aquellos que se entregaban a la desesperanza eran devorados por el pantano, absorbidos lentamente por las aguas oscuras, como si el propio suelo quisiera tragarlos.

Boruto podía sentirlo: cada duda, cada angustia, era una invitación al pantano para tomar más de ellos. Las aguas inquietas temblaban con un hambre insaciable, como si esperaran el más leve indicio de debilidad.

Sarada, siempre fuerte y decidida, caminaba con paso firme, su rostro decidido como una llama en medio de la neblina creciente. Su fuerza interior la mantenía a salvo. En su corazón, sabía que nunca se rendiría, nunca se dejaría caer en la desesperanza, no mientras Boruto estuviera a su lado.

Pero Boruto... él sentía el peso de todo lo que había visto, de las visiones del futuro, de los amigos perdidos, de la traición y la muerte. El pantano parecía hablarle, susurrando en sus oídos, recordándole cada error, cada fracaso. El agua a sus pies chapoteaba suavemente, como si intentara enredarse con sus pensamientos oscuros.

- Boruto, no te dejes llevar - advirtió Sarada, apretando su mano, sintiendo su tensión - Este lugar... juega con nosotros. Solo los que nunca se rinden pueden salir con vida.

La oscuridad del pantano parecía crecer cuanto más intentaba Boruto luchar contra sus propios demonios. Cada paso era como si el suelo lo empujara hacia atrás, buscando hundirlo más profundamente en el barro emocional que lo rodeaba.

Boruto sentía que sus pies se volvían más pesados, como si cada paso estuviera cargado con el peso de sus dudas. Pero la mano de Sarada, firme y segura, lo mantenía conectado a la luz.

La niebla comenzó a levantarse, espesa y asfixiante, envolviéndolos en un abrazo frío que borraba todo a su alrededor. Los árboles, que antes habían sido meras sombras, ahora eran figuras distorsionadas que se alzaban sobre ellos como gigantes espectrales, sus ramas retorcidas moviéndose con una vida inquietante. La niebla parecía viva, envolviendo a Boruto y Sarada, desdibujando la frontera entre la realidad y la ilusión.

Y entonces, el genjutsu comenzó a manifestarse. Boruto sintió el primer tirón en su mente, como si alguien hubiera arrojado una red invisible sobre su cerebro, aprisionando sus pensamientos.

Era débil contra el genjutsu, y este lugar lo sabía. Las imágenes comenzaron a formarse a su alrededor: imágenes de una Konoha destruida, de Mitsuki, atrapado para siempre, de Sarada, perdida en un abismo sin retorno. Cada visión era más real que la anterior, una sombra más profunda que se enroscaba en su mente.

Sarada, con su Sharingan, vio las ilusiones por lo que eran: sombras que intentaban corromper sus mentes. Pero incluso ella sentía el peso de la desesperación apretando su pecho.

- Boruto, concéntrate en lo real. No dejes que esto te controle.

Pero el pantano jugaba con ellos, aprovechándose de la debilidad de Boruto en el genjutsu. Los árboles se alargaban como dedos oscuros, cada uno buscando tocar su piel, enredarlo más profundamente en el miedo y la confusión. El agua, negra como la noche sin luna, brillaba con una luz extraña, como si ocultara algo aún más oscuro debajo de su superficie.

- ¡Sarada! No puedo... ver claro - Boruto jadeó, sintiendo que sus pensamientos se fragmentaban.

La niebla se apretaba a su alrededor, cada vez más espesa, cada vez más densa, como una red que no dejaba escapar el aire. El suelo bajo sus pies temblaba, como si el pantano mismo estuviera al borde de devorarlos.

Sarada, con su Sharingan ardiendo como brasas en la oscuridad, lo sostuvo con fuerza, su voz una chispa de esperanza.

- Escúchame, Boruto. Estoy contigo. No importa lo que veas, no estás solo.

El pantano, un reflejo de sus almas, buscaba devorarlos a través de sus miedos. Y mientras la niebla continuaba acercándose, densa como el olvido, ambos sabían que su única salida era mantener la esperanza viva, esa chispa que no podía ser extinguida.

El aire alrededor se enfrió aún más, y entonces lo vieron: un claro en el pantano, un espacio donde la niebla se arremolinaba como una barrera impenetrable.

En el centro, un lago oscuro y sereno, donde la quietud era más perturbadora que el caos. Boruto y Sarada sintieron el peso del peligro a su alrededor, el pantano susurraba promesas de perdición si bajaban la guardia.

- Este lugar está tratando de separarnos - dijo Sarada, con una mezcla de miedo y resolución en su voz - Pero no lo conseguirá.

La última visión de Boruto fue la niebla cerrándose aún más, envolviendo el claro como una mano gigantesca.

Y mientras el frío se apretaba a su alrededor, Boruto supo que la verdadera prueba no era vencer al pantano, sino vencer a los miedos que intentaban devorarlo desde dentro.

Y mientras el frío se apretaba a su alrededor, Boruto supo que la verdadera prueba no era vencer al pantano, sino vencer a los miedos que intentaban devorarlo desde dentro

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Susurros En Konoha (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora