Ecos de la Oscuridad, la Luz del Amor

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La silueta oscura en la azotea desapareció en un parpadeo. Pero la presencia no se fue del todo.

Boruto sintió cómo su mente se llenaba de un eco profundo y burlón, una carcajada oscura que retumbó en lo más hondo de su ser.

No tienes por qué permanecer en una aldea que no te valora, Boruto. Que te ignora y desprecia...

La voz era fría, venenosa, como el filo de un kunai deslizándose sobre su piel.

Solo Sarada te aprecia, y sabes que no estoy mintiendo.

Las palabras le golpearon como una tempestad en el pecho. Porque… porque eran ciertas. Al menos en parte.

La sensación de vacío se expandió dentro de él, una punzada de desolación que no quiso admitir.

No tenía a nadie más. Shikadai lo despreciaba. Inojin lo ignoraba.
Los demás lo veían como un niño mimado, un caprichoso, un príncipe arrogante.

Y su familia… su familia estaba en otro mundo, ajena a él. La risa de aquella presencia aún resonaba en su cabeza cuando sintió unos brazos envolviéndolo con intensidad.

El aroma familiar de Sarada lo inundó por completo, cálido, firme, real. Su voz susurró con dulzura contra su oído, pero con una intensidad inquebrantable.

— No lo escuches, Boruto.

Boruto sintió cómo el peso de su pecho se volvía un poco más ligero.

— No estás solo, porque yo estoy a tu lado.

Su agarre se hizo más fuerte, como si quisiera sostenerlo en esta realidad, alejarlo de la sombra que intentaba arrastrarlo.

— Sé que eres una gran persona, y honestamente no entiendo por qué Shikadai, Inojin y los demás no lo ven así, no te ven.

Sus palabras eran como destellos de luz en medio de la tormenta.

— Tus padres tampoco lo hacen.

El corazón de Boruto se encogió. Era cierto.

— Pero yo sí.

Boruto sintió el calor en su pecho extenderse con dolorosa dulzura.

— Y sé que mi papá también te aprecia.

Boruto parpadeó.

— Kawaki también lo hace.

Sarada se apartó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos, y su mirada brillaba con absoluta certeza.

— Jamás estarás solo, Boruto.

Y sin darle tiempo a responder, lo besó. Fue un beso intenso, desesperado, apasionado, igual al que le había dado en la cueva.

Un beso que le gritaba que no importaba lo que dijeran los demás Que su amor por él era real. Que no lo dejaría caer.

Boruto la abrazó con igual intensidad, su cuerpo fundiéndose en el de ella en un intento de sostenerse, de demostrarle que su amor era lo único que lo mantenía a salvo de aquella sombra. Porque ella era la única que lo veía realmente.

Cuando se separaron, sus respiraciones estaban agitadas, y Boruto se quedó en silencio un instante, sin saber qué decir. Pero Sarada fue la primera en hablar.

— Tienes que hablar con tus padres.

Boruto desvió la mirada.

— No me creerán.

Sarada frunció el ceño.

— ¿Cómo puedes saberlo?

Boruto apretó los puños.

Susurros En Konoha (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora