En la aldea oculta de Konoha, dos jóvenes ninjas, Boruto Uzumaki y Sarada Uchiha, se embarcan en un viaje emocional y lleno de desafíos mientras descubren un amor que desafía las tradiciones y las expectativas de sus familias.
En medio de sus deber...
Donde antes solo había opresión y sombras, ahora flotaba un calor tenue, una energía vibrante que contrastaba con el frío de la oscuridad que había reinado hasta entonces.
El eco de la explosión de luz que había envuelto a Boruto aún vibraba en las paredes, como el último vestigio de una batalla que estaba llegando a su final.
Boruto abrió los ojos.
El azul de su mirada era radiante, puro, como el cielo despejado después de una tormenta. Pero había algo más en ellos, una chispa de algo nuevo, una certeza profunda que antes no estaba allí.
El beso de Sarada lo había salvado.
Boruto sintió su corazón latir con fuerza. Era como si su alma hubiera sido traída de vuelta de un lugar oscuro y lejano, un sitio donde el tiempo y la identidad habían dejado de existir. Pero ahora estaba aquí. Con Sarada.
La miró.
Ella aún lo tenía abrazado, su respiración agitada, su rostro encendido por la intensidad del momento. Sus ojos, su Sharingan resplandeciendo tenuemente, lo observaban con un brillo que mezclaba alivio, emoción y amor.
Por un instante, el mundo pareció detenerse. Solo eran ellos dos.
Boruto levantó una mano temblorosa y la posó sobre la mejilla de Sarada. Ella cerró los ojos ante el contacto, como si estuviera confirmando que él realmente había regresado.
— Sarada…— murmuró Boruto con voz ronca, aún sintiendo las secuelas de la oscuridad que había intentado reclamarlo.
Pero su sonrisa fue la más genuina que había tenido en mucho tiempo.
— Siempre supe que vendrías por mí.
Sarada sintió que su corazón se estremecía. Pero antes de que pudiera responder, Boruto hizo algo que la dejó completamente sin aliento.
Con una suavidad infinita, tomó su rostro entre sus manos y la besó. No fue un beso de desesperación como el primero. Fue un beso de amor. Un beso que sellaba todo lo que sentía por ella.
Sarada cerró los ojos y correspondió con la misma intensidad, sintiendo cómo la energía de Boruto la envolvía, cálida, fuerte, tan real como el latido acelerado en su pecho.
Cuando se separaron, él la miró con una ternura infinita.
— Nunca dejaré que la oscuridad me aleje de ti.
Sarada sintió sus ojos arder con emoción. Pero antes de que pudiera decir algo, la cueva volvió a temblar.
La oscuridad aún no estaba completamente erradicada. Algo, o alguien, no quería dejarlos ir.
Boruto tomó la mano de Sarada con fuerza, sus dedos entrelazándose con los de ella.
— Es hora de salir de aquí. Juntos.
Sarada asintió con determinación. El amor los había salvado.
Ahora tenían que asegurarse de que la oscuridad nunca volviera a reclamar a nadie más. Y con ese pensamiento, corrieron hacia la salida, listos para la última batalla.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.