El Abismo Del Pantano

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El pantano, oscuro y silencioso, parecía aguardar con una paciencia infinita. Como un depredador al acecho, había estado esperando el momento adecuado para atacar, y ahora Boruto, con su corazón lleno de incertidumbre y angustia, caminaba peligrosamente cerca del borde de la desesperación.

La neblina a su alrededor era como una red que se iba estrechando, envolviendo su cuerpo y su mente, hasta que ya no podía distinguir entre la realidad y el peso de sus propios miedos.

El aire se volvió denso, casi sofocante, y cada respiración que Boruto tomaba era como inhalar un veneno invisible. El frío del pantano no era solo físico, era un frío que penetraba su alma, instalándose en lo más profundo de su ser.

Cada paso que daba, aunque ligero sobre la superficie fangosa, resonaba en su mente como un eco distante, un recordatorio constante de su propia debilidad.

El rostro de Mitsuki apareció en su mente, como una sombra proyectada en el agua negra. Mitsuki, su amigo, su compañero, estaba perdido, atrapado en las garras de un destino cruel. Y Boruto, a pesar de todo su poder, no había sido capaz de salvarlo.

Cada vez que cerraba los ojos, veía el futuro que tanto temía, un futuro donde el caos y la oscuridad reinaban, donde todos a su alrededor sufrían por decisiones que él aún no comprendía.

- ¿Y si todo esto es en vano? - pensaba Boruto, sus pensamientos envueltos en una nube de dudas que lo asfixiaba.

Las visiones del futuro, tan claras y a la vez tan imprecisas, lo atormentaban. Veía el rostro de Sarada, de Mitsuki, de su familia, distorsionados por el sufrimiento que estaba por venir. Y aunque sabía que debía ser fuerte, que debía resistir, algo en su interior comenzaba a ceder, a agrietarse.

El pantano, sensible a la debilidad, comenzó a moverse a su alrededor, sus aguas negras vibrando suavemente, como si estuvieran vivas. Las raíces que se extendían bajo la superficie parecían despertar, estirándose lentamente hacia él, atraídas por la fragancia de su desesperación.

El pantano no era un lugar común, era un espejo de las almas que se aventuraban en sus dominios. Absorbía sus emociones, las amplificaba, las deformaba hasta que los corazones más fuertes caían bajo su control.

Boruto dio un paso más, y en ese momento, la preocupación se transformó en desesperación. El miedo que había intentado contener durante tanto tiempo finalmente lo invadió.

Su mente se llenó de imágenes sombrías: Mitsuki atrapado, gritando en silencio, Sarada luchando sola, la aldea de Konoha desmoronándose bajo un cielo cubierto de oscuridad. Y en cada una de esas imágenes, Boruto veía su propia impotencia reflejada.

- No puedo... no puedo salvarlos - murmuró, su voz casi inaudible, tragada por la niebla. El frío lo invadía. Sentía cómo la temperatura caía en su piel, pero el verdadero frío estaba en su corazón.

Era un hielo que no podía sacudir, un peso que lo arrastraba hacia abajo, como si todo su cuerpo estuviera siendo tirado por manos invisibles hacia las profundidades del pantano.

Sarada, a su lado, trataba de mantener la calma, pero sentía que Boruto se alejaba, no solo físicamente, sino mentalmente. Podía verlo en sus ojos, en la forma en que sus hombros se encorvaban bajo un peso que ella no podía comprender del todo.

- ¡Boruto, no te rindas! - gritó, pero sus palabras parecían rebotar en la neblina, incapaces de llegar a él.

El suelo bajo sus pies comenzó a ceder. El pantano lo devoraba lentamente, como si cada pensamiento oscuro alimentara el hambre de las aguas negras.

Sus piernas comenzaron a hundirse en el barro, y aunque su mente le gritaba que debía moverse, que debía luchar, su cuerpo ya no le respondía. Estaba atrapado en el abrazo de la desesperanza, y el pantano lo sabía.

Las aguas comenzaron a subir por su cintura, y Boruto sintió que la frialdad del pantano se apoderaba de él. Su alma gritaba en silencio, pero ese grito no podía ser escuchado.

Las raíces bajo la superficie se enredaban en sus piernas, inmovilizándolo, como si el pantano quisiera que se hundiera lentamente, que sintiera cada momento de su propia perdición.

- Mitsuki... no puedo... - balbuceó, sus pensamientos fragmentados por el peso de la angustia. Las visiones del futuro lo abrumaban, su propia imagen reflejada en los ojos de aquellos que confiaban en él, desmoronándose bajo el peso de lo inevitable.

El agua negra subió hasta su pecho, y Boruto sintió como la oscuridad comenzaba a llenar su mente, desplazando cualquier esperanza que aún pudiera quedarle. Ya no sentía el suelo bajo sus pies, solo el frío líquido que lo arrastraba hacia abajo, lentamente, inexorablemente.

En algún lugar, en algún rincón distante de su mente, Boruto escuchó la voz de Sarada, gritando su nombre. Pero era un sonido distante, como el eco de un sueño que estaba a punto de desvanecerse.

La neblina lo cubría todo. Las sombras se cerraban sobre él, y el frío era tan intenso que ya no sentía dolor, solo una profunda indiferencia que lo sumergía en el abismo.

- ¡Boruto! - Sarada gritó con todo el aliento que le quedaba, un alarido desgarrador que rompió el silencio del pantano.

Sus ojos se llenaron de terror al ver cómo Boruto desaparecía lentamente en las aguas oscuras, su figura tragada por el lodo que lo reclamaba. Pero no podía alcanzarlo, no podía detenerlo.

El pantano lo devoró por completo. El agua negra lo cubrió, y en un último parpadeo, Boruto se hundió en la oscuridad, arrastrado hacia las profundidades insondables del pantano, donde la luz nunca llega, donde la esperanza se desvanece como el eco de un grito perdido.

Y en esa oscuridad, el eco del grito de Sarada resonó en el aire, un lamento que quedó suspendido en el tiempo, mientras la niebla cerraba el círculo, atrapando su dolor en el abrazo implacable del pantano.

Susurros En Konoha (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora