Capítulo 1

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Se despertó al sentir que la música de su reproductor dejó de sonar en sus oídos. Se incorporó estirando los brazos. Llevaba tanto tiempo allí sentado que tenía todos los músculos entumecidos y ya había escuchado todas y cada una de sus canciones. Por el pasillo pasaba una azafata que preguntaba a los pasajeros si necesitaban algo. Pensó en pedirle una almohada, pero seguramente no conseguiría dormir de nuevo. Se giró para mirar hacia su ventanilla, tuvo suerte de tener aquel asiento, no estaría a gusto si solo pudiera ver el estrecho pasillo. Las nubes quedaban por debajo del avión. Le gustaba ver por sí mismo como era sentirse parte del cielo. Se preguntaba si alguien en ese preciso momento estaría intentando adivinar donde se dirigía aquel avión. Corea del sur, ese era su destino. Levantó la cabeza para observar a los pasajeros del avión. Había gente de todo tipo, parejas recién casadas en su luna de miel, matrimonios de ancianos haciendo un feliz viaje, familias que volvían a sus casas, tipos que viajaban por negocios... Miró al tipo que tenía a su derecha, un asiático seboso que roncaba como un condenado. Todos estaban en ese avión por alguna razón. ¿La suya?, sonrió de pronto amargamente, la suya seguramente fuera la más triste de todas. Su nombre era Dre Park, y tenía diecisiete años. Aquella era la razón por la que estaba camino de Corea del Sur, para la ley, aún era joven para decidir por si mismo y tenía que hacer lo que se le decía. Si fuera por él, no estaría allí en ese momento. Estaría en su casa, en San Diego, posiblemente con sus mejores amigos Chuck y Dean, haciendo cualquier cosa, porque lo que importaba no era lo que hacían, sino con quien. Y era maravilloso estar con ellos. Hacían que el tiempo más largo se convirtiera en segundos. Chuck era su vecino, se conocían desde que eran unos mocosos que aún no sabían ni patear un balón. Así fueron aprendiéndolo todo juntos, desde el primer partido de béisbol hasta la primera borrachera. Dean, por el contrario, le conocía de hacía solo un par de años, pero en seguida se convirtió en alguien importante para él. Era su compañero de clase y con el que pasaba la mayoría de las horas. Sería duro continuar sin ellos, se dijo, y más después de todo lo que había pasado en aquellos últimos meses. Dre bajó la mirada e intentó borrar las imágenes que se le estaban viniendo a la mente. No quería pensar en eso. Prefería pensar en su ciudad, en la playa y en el cielo azul que siempre le cubría. La gente allí era vivaz y sonriente. Y así era él.

Hacía mucho que no sonreía, pensó. Dre agitó la cabeza sintiendo que le volvían sentimientos de tristeza. No quería ser así, quería volver a su vida de antes, pero se la habían arrebatado, arrancado sin más. Sintió que se quedaba sin aire, que se ahogaba. El idiota del psicólogo se lo dijo, que sentiría ansiedad. Levantó la mano para avisar a la azafata. Cuando le avistó se dirigió hacia él.

―¿Necesita algo, señor? ―preguntó muy educadamente.

―¿Podría traerme un vaso de agua? ―preguntó agarrándose el pecho y respirando con dificultad.

―Por supuesto, señor ―dijo la mujer, y se marchó a por él.

Dre cerró los ojos y contó hacia atrás hasta diez, tal y como le dijo aquel loquero que siempre pensó que no necesitaba. Si estuviera en algún otro lugar, no hubiera hecho caso al lava-cerebros que se hacía llamar doctor. Dre tenía otro método para aquellas situaciones y siempre le funcionaba. Él siempre había sido fuerte mentalmente, todo el mundo se lo decía, desde pequeño. Cuando su padre les abandonó, él solo tenía siete años y en el momento en que su madre le dijo con delicadeza que su padre no volvería, Dre sintió tal pánico del dolor que sentía en el pecho que echó a correr. Corrió, corrió y corrió hasta que no pudo correr más, sus pies estaban casi destrozados y sus piernas le temblaban, pero eso le hizo olvidarse del dolor, y después, no se volvió a permitir sentirse así, y lo consiguió. Y eso fue lo que hizo hacia unos meses. Por eso no necesitaba un psicólogo, y por eso odiaba que su mente cediera al dolor. Correr era su medicina. Cuando la azafata llegó ya se había calmado.

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