Capítulo 41

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El sueño ayudó bastante. Había permanecido dormido todo el viaje, y no solo a causa de aquel golpe que le habían dado en la cabeza. Le despertaron bruscamente, a tortazos en la cara. Ya le habían quitado el saco. En cuanto abrió los ojos, le sacaron del maletero en el cual parecía haber ido todo el viaje. Le devolvió la mueca de repugnancia que le dedicó el tipo con cara de lagarto y se dejó conducir hacia el interior de un edificio. No le dio tiempo a ver casi nada del exterior. Entró y caminaron por un pasillo no muy ancho. Las luces del techo parpadeaban. Necesitaba recopilar en aquellos segundos que estaba allí toda la información que pudiera. Miró a su alrededor, las paredes de cemento al igual que el suelo. Había varias puertas a los lados, todas con una ventanilla. Supuso que le encerrarían en una de ellas. Escuchaba un goteo, lo que podía significar que era un lugar subterráneo o un lugar abandonado por su mal estado. Notaba la sequedad en el ambiente, ya no estaba en Busan, eso seguro. Los hombres que le acompañaban le obligaron a detenerse frente a una puerta. El otro tipo que iba con ellos, Yun, abrió una puerta. De pronto sacó un cuchillo. Dre se alertó al ver el objeto afilado. Sentía que sus sentidos estaban mejor que hacía unas horas gracias a que había podido dormir en aquel maletero, y sus sentidos también estaban más alerta, por ello dio un paso atrás al ver el cuchillo. Yun le agarró bruscamente de la chaqueta y le acercó el arma. ¿Le habían descubierto? El tipo le dio la vuelta. Sintió como metió en cuchillo entre sus muñecas y rompió la brida, desatándole.

—Entra ahí —le dijo Rex al tiempo que le empujaba al interior de la habitación.

Dre se hubiera dado en la cara con aquel duro suelo de no ser porque pudo colocar a tiempo sus manos entre ambos. No le había dado tiempo a incorporarse cuando cerraron la puerta tras de sí. Dre se levantó con rabia dispuesto a patear la puerta, enfadado y nervioso, porque no tenía ni idea del paradero de Jong, y eso era un gran problema...

—¿Dre? —escuchó a sus espaldas.

Dre se giró al instante.

—¿Milk? —preguntó Dre.

Ante él se encontraba el mejor amigo de Jong, solo que no parecía Milk. Dre recordaba a la perfección la boba sonrisa que siempre tenía aquel memo pintada en la cara. También podía recordar aquella mirada entre pícara, malévola y dulce que tenía. No encontró ninguna de ellas en aquella figura que veía ante él. Sin embargo, era Milk. Eran sus ojos, cansados, pero lo eran. También era su clara piel, origen de aquel estúpido mote, solo que presentaba varios rasguños, golpes y tonalidades violáceas. Sus labios no sonreían, mostraban una extraña mueca de esperanza que era eclipsada por la sangre seca y los cortes que presentaba. Dre pensó en cómo se sentiría Jong al ver en tal estado a su amigo... Seguramente tan mal como se sentía él en esos momentos, incluso peor. Milk se adelantó unos pasos y Dre también. Sin más, se abrazaron. Dre por encontrar a Milk vivo, y Milk por la misma razón. Si aquellas últimas horas habían sido totalmente devastadoras para Dre, para Milk fueron aún más pésimas. Lo último que recordaba fue haberse despedido de Jong en el hospital. Éste se marchaba a hablar con su jefe y después iría a despedirse de su hermano, que volvía a su país. Milk pasó la tarde viendo la televisión, habló con Chanel por teléfono y después le subieron la cena. Miró el reloj extrañado, Jong debía haber vuelto ya. De hecho, le había prometido una exquisita cena, y sin embargo estaba comiendo un mugriento plato de arroz seco. Se durmió a pesar de aquel contratiempo. A la mañana siguiente, le despertó una enfermera diciendo que iban a preparar su traslado por orden de su padre. Su padre no se había preocupado por él en todos sus años de vida, por lo que ahí tuvo otra señal de que algo no iba bien. Su sorpresa al ver a Lee esperándole abajo con Yun y Rex fue descomunal. ¿Qué estaba pasando?

—Subirle al coche —fue lo único que dijo Lee a pesar de todas las preguntas que le estaba formulando Milk.

A partir de ese momento, todo se descontroló. No le llevaron a ningún hospital. Todavía sentía que su cabeza podía estallar en cualquier momento, aún le dolían las contusiones que había sufrido por la paliza, pero eso no fue suficiente motivo para frenar a los hombres con los que alguna vez había trabajado. Sin ninguna respuesta, le llevaron hasta la habitación de la cual no saldría en días. Le golpearon sin piedad, los mismos que hasta hacía unas horas consideraba sus compañeros. Ninguno le dio razones por muchas que Milk pidiera. Y entonces, llegó Moon, y allí tuvo sus respuestas.

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