Capítulo 39

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Si no fuera porque aún seguía inconsciente, la cabeza le estallaría. Sentía los latidos de su corazón golpearle incluso en las cuencas de sus ojos. Las heridas del torso le escocían, pero el dolor de cabeza era insufrible. Era estar en un continuo sufrimiento, quería abrir los ojos, y estar de nuevo consciente, pero una pesada nube de confusión y mareo le nublaba aun la mente. Sentía que si abría los ojos vomitaría, y no sabía porque. En realidad, puede que la causa fuera el continuo movimiento del maletero de aquel coche. Volvía a tener la capucha sobre su cabeza y sus manos volvían a estar atadas, Hawon se había asegurado esta vez de hacerlo correctamente. El gordo había dejado allí a Jong encerrado sin ninguna posibilidad de que éste pudiera abrir el auto desde dentro, por lo que se dirigió a su pesar hacia el interior de aquel edificio abandonado. Park no había mentido, Lee yacía muerto en aquel tétrico lugar. Tenía los ojos abiertos y la mirada totalmente vacía. Tenía varias heridas, al igual que había podido comprobar en Jong. Le cogió las llaves del coche del bolsillo. Cargó a Chin y a Lee, los envolvió en los plásticos que había en aquel lugar, y los ocultó en aquel edificio alejado de la mano de Dios. Entró en el coche, en el que en un principio iban tres de ellos, y ahora solo quedaba uno. Jong no notó cuando el coche se detuvo, pues estaba sumergido totalmente en su mente. Cuando la puerta se abrió, le quitaron bruscamente la capucha y la luz entró, pero su rostro ni se inmutó. La torta que recibió con la mano abierta a continuación tampoco le hizo recuperar la consciencia, sin embargo, podía escuchar los sonidos de su alrededor, pero se veía incapaz de abrir los ojos.

—Joder, está hecho una mierda —escuchó decir a Rex, y acto seguido le golpeó de nuevo en la cara.

Jong no volvía en sí.

Aunque hubiera querido hablar no habría podido, el moreno ya no solo tenía las manos atadas, Hawon le había colocado una cinta adhesiva sobre los labios. El gordo no se había andado con tonterías.

—Sacadle —ordenó Hawon.

Yun y Rex le agarraron cada uno de un brazo y tiraron de él para que saliera. Jong solo veía oscuridad, pero en su interior sabía que estaba saliendo de aquel claustrofóbico lugar. Yun y Rex le sostuvieron. Yun le agarró con fuerza de un brazo, flexionó sus piernas, y se subió a Jong al hombro, como un saco. El moreno era mucho más ligero que él, no debía pesar más de setenta kilos, por lo que llevarle no sería trabajoso.

—Está grogui —dijo Rex observando a Jong. Hawon cerró el maletero y comenzaron a caminar hacia no sabía dónde— ¿Qué le habéis hecho?

Hawon no contestó. Hubo un silencio en el que Jong podía imaginar en su mente adormilada a Rex confuso, a Yun con sospecha y a un Hawon evasivo.

—¿Qué cojones ha pasado? —preguntó Yun sin entender el silencio y el repentino misterio del grandote— ¿Dónde coño está Lee y Chin?

—Muertos —se limitó a contestar Hawon.

Jong notó que Yun se paró en seco y algo le decía que Rex también lo hizo.

—¿Lee está muerto? —preguntó Yun incrédulo.

—Sí —respondió Hawon con tosquedad.

—¿Le ha matado...? —comenzó a decir Rex, y Jong pudo notar una mirada de odio hacia él aunque no lo viera.

—Subamos y acabemos con esto de una vez —le cortó Hawon—. Ha sido un viaje muy largo. Hablaremos de esto mañana.

Se escuchó una puerta, y sus bisagras chirriaron dejando evidente su oxidación. Se quedaron parados y quietos entonces. El oído de Jong pudo percibir el sonido de un botón pulsándose, e inmediatamente un movimiento. Estaban en un ascensor.

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