Capítulo 37

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No había abierto los ojos pero ya estaba preocupado de nuevo. No sintió el movimiento de ese tren y eso era señal de que habían llegado. No supo cuánto tiempo había estado durmiendo pero, había soñado con el rostro de su madre, también había visto la sonrisa de su padre, y no había hecho que se tranquilizara.

Sintió como unos dedos, apoyados en su brazo izquierdo, le balancearon. Dre decidió, finalmente abrir sus ojos, y al hacerlo, miró aquel suelo para después pasar su mirada a la ventana en la que se encontraba apoyado. Una estación con algún que otro tren a lo lejos, gente caminando con maletas de un lado a otro, paneles anunciando los trayectos y los horarios... Eso era lo que sus ojos observaban. Parpadeó y alzó la vista al oscuro cielo. Ya había anochecido.

—Dre...

Dre supuso que la persona de su lado quería que se despertara. Se levantó, se colocó bien su pesada mochila y, sin mirarle la cara al moreno, se encaminó hacia las puertas del tren para salir. Nada más pisar aquel cemento, miró aquella estación que se levantaba ante ellos.

—Vamos.

No es que estuviera realmente molesto, sabía que Jong había tenido sus razones pero, de la misma manera que le quería, le odiaba por todo lo que estaba pasando, en especial por no velar por sí mismo. Y aquella confusión, junto con sus nervios, era una mala combinación que le levantaba con un insoportable dolor de cabeza. Entonces le miró, pero solo decidió hacerlo porque el moreno se encontraba dos pasos más adelante que Dre y, como sus miradas no se cruzaban, le observó. Con su gran mochila a la espalda, que tenía el aspecto de pesar el doble que la suya caminaba con paso ligero.

Sacó una hoja de su bolsillo donde tenía escrita una dirección. Y, al fin, la visualizó en el mapa. Sonrío y giró el rostro.

Salieron de la estación sin dirigirse una sola mirada. Jong fue hacia la parada del autobús, pero Dre decidió que no quería ir en transporte público, se acercó a la acera y levantó una mano para parar a un taxi. En seguida uno se detuvo y Dre subió a él. Jong apretó los puños, frunció el ceño y resopló. Subió también al taxi e indicó la dirección al hombre. Tardaron veinte minutos en llegar, y ambos iban mirando por su ventanilla. Jong se maldijo a sí mismo por ser tan idiota. No podían discutir entre ellos en un momento así, debían mantenerse unidos, porque solo se tenían el uno al otro. Ya no sabía si era producto de la falta de sueño o de qué, pero no tenía ni fuerzas para ponerle malas caras a Dre, aunque siguiera siendo un niño mimado, un insensible, un capullo, y con todo eso, seguía enamorándole. Se giró hacia él, pero éste no le miró. La mano de Jong descansaba sobre el asiento, a tan solo unos centímetros de la mano de Dre. Se dispuso a acercarla para poder tocar y tomar la del castaño. Estaba a punto de cogerla cuando el taxi paró.

—Es aquí —dijo el taxista.

Jong apartó la mano de repente. Miró por la ventanilla. Se trataban de unos amplios edificios, altos pero algo demacrados. Sí, desde luego era allí.

—Bien —contestó Jong justo cuando escuchó un portazo.

Dre había salido por su puerta. Jong se apresuró a sacar el dinero de su cartera y a seguirle. Jong dio dos toques a la puerta de aquel apartamento. Tenía en las manos alguna magulladura que a saber en qué momento de todos esos largos días se había hecho. Dre estaba a su lado sin decir nada, sosteniendo su mochila impaciente. La puerta se abrió entonces. Yonggi, vestido únicamente con una camiseta de tirantes anchos y un pantalón de pijama. Tenía el pelo despeinado, se notaba que acababa de salir de la cama, no era más que media noche, pero parecía que su amigo ya se había acostado. Al abrir se le veía malhumorado, pero en cuanto reconoció a Jong, sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Jong? —preguntó sin poder creer que el moreno estuviera plantado en su puerta.

Desde luego aquella era una visita del todo inesperada.

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