Capitulo 36 Parte 2

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La tensión en la prisión era palpable. Estábamos todos reunidos en una de las celdas, el aire pesado con el eco de los disparos y los gritos que aún resonaban en mi mente. Maggie se mantenía firme, su voz clara en medio del caos.

—No nos iremos de aquí —declaró, con determinación Maggie.

Sophia, asustada, miró a su alrededor y agregó:

—Pero si hay otro francotirador, una tabla de madera no nos va a proteger.

Katie, con una voz temblorosa, se unió a la conversación:

—Ni siquiera podemos salir.

Rick, con su habitual tono de liderazgo, intentaba mantener el control, pero Merle interrumpió, despectivo.

—Es mejor vivir en un nido de ratas que quedarnos aquí esperando a que nos maten.

Sin pensarlo, me acerqué a la celda donde Merle estaba encerrado, mis palabras cargadas de sarcasmo.

—¿Tienes una mejor idea? —le lancé, la frustración chispeando en mi voz. —Debimos irnos anoche en lugar de enfrentar otra batalla.

—No le tenemos miedo a ese imbécil —respondí, mirando a mi alrededor. —Es tu culpa, Merle. Si no hubieras secuestrado a Maggie y a Glen, nada de esto hubiera pasado.

Carl, visiblemente preocupado, me interrumpió.

—Thomas, cálmate.

Tomé un respiro, intentando calmarme. Tenía que concentrarme en mantener al grupo unido. Pero la discusión entre Hershel y Rick comenzó a intensificarse, y mis pensamientos se dispersaron.

A medida que los argumentos crecían, me di cuenta de que no podía quedarme de brazos cruzados. Había demasiado en juego y no permitiría que el caos nos consumiera. Tenía que actuar, pero ¿cómo?

Con el ruido de la confrontación resonando en mi cabeza, decidí que era momento de encontrar una solución. Sin embargo, la incertidumbre se cernía sobre nosotros, como una sombra implacable.

Desde la torre de control, el patio se extendía ante mí, un paisaje desolado lleno de sombras y tensión. Estaba alerta, escaneando cada rincón, cuando noté a alguien acercándose. Era Andrea, y mi corazón dio un vuelco.

—¡Andrea! —grité, con la voz resonando en el aire. Todos en la prisión se volvieron hacia la dirección de su llegada.

corrí hacia las rejas, su expresión seria. Al llegar, gritó:

—¡Abre la puerta!

Rick, que estaba cerca, me lanzó las llaves. Con un giro rápido, se acercó a la entrada. Podía sentir la adrenalina fluir en mis venas mientras me preparaba para lo que pudiera venir.

—¡Manos arriba! —grité, apuntando con firmeza con el arma. Andrea levantó las manos, pero no bajé la guardia. —Date la vuelta.

La miré mientras giraba, observando cada movimiento. La incertidumbre se instalaba en mi pecho.

—Te pregunté si estabas sola —dije, intentando mantener la voz controlada.

—Lo estoy —respondió, y en su tono había una mezcla de desafío y sinceridad. Pero no podía arriesgarme.

Me acerqué para revisarla, mis ojos escudriñando cualquier indicio de peligro. Cada segundo se sentía como una eternidad. Tenía que asegurarme de que no traía ninguna sorpresa, no en este momento crítico.

Cuando terminé, me quedé mirándola, aún sin bajar la guardia.

Mientras Rick y Andrea se alejaban, la tensión seguía flotando en el aire. Decidí no seguirlos; sabía que la discusión sería intensa, y a veces era mejor dejar que resolvieran sus diferencias sin que yo interfiriera.

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