Capitulo 38 Parte 2

108 4 0
                                    

Lo primero que noté al abrir los ojos fue el movimiento del camión. A mi lado, Gleen yacía inconsciente, y el caos del autobús se desvanecía lentamente en mi memoria. La chica que había estado gritando ahora parecía tranquila, sentada en el borde del asiento, observándonos con preocupación.

—¿Dónde estamos? —pregunté, la voz rasposa y temerosa.

—Estamos a salvo, al menos por ahora —respondió uno de los hombres al volante, su tono sorprendentemente calmado. Me sentí aliviado, pero la angustia seguía presente. Gleen despertó, sus ojos desorbitados reflejando confusión.

—¿Qué pasó con el autobús? —preguntó, tembloroso.

—Todos se convirtieron en zombies —le dije, sintiendo el peso de mis palabras. —Nosotros apenas logramos escapar, Gleen Katie y Sophia están aquí.

Su rostro palideció. —¿Y Maggie? —su voz tembló.

—Maggie nunca subió al autobús —respondí, sintiendo cómo la realidad se asentaba sobre nosotros. Gleen respiró hondo, como si una parte de él se aliviara, pero la tristeza en sus ojos no se desvanecía.

La atmósfera en el camión era tensa, pero había algo en la forma en que los tres nos miraban que me hizo pensar que tal vez no eran tan malos. Habían arriesgado su propia seguridad para ayudarnos. Miré a Gleen, a Katie y a Sophia. Sabía que juntos podíamos enfrentar lo que viniera.

El camino se extendía frente a nosotros, y aunque la incertidumbre nos rodeaba, sentí que había una chispa de esperanza. Quizás, solo quizás, aún podíamos encontrar a Maggie o a Thomas .

Gleen se quedó en silencio, respirando con dificultad, pero no empezó a gritar ni a preguntar más. En cambio, miró por la ventana, su mente trabajando a mil por hora. Sin embargo, algo cambió en su expresión; estaba claro que la calma no duraría mucho.

De repente, se giró hacia el hombre pelirrojo. —¡Para el camión! —gritó, su voz llena de una urgencia incontrolable

El conductor, sorprendido, miró hacia atrás. —¿Qué? ¿Por qué?

—¡Para el camión, ahora! —insistió Gleen, y yo sentí un escalofrío recorrerme.

—Gleen, ¿qué haces? —le pregunté, pero él no escuchaba. En un instante, el camión se detuvo, y los cuatro nos bajamos apresurados.

El aire exterior era fresco, pero el ambiente estaba cargado de tensión. Gleen comenzó a discutir acaloradamente con el hombre pelirrojo. No entendía bien lo que decían; la rabia de Gleen lo consumía, y la adrenalina me mantenía en un estado de alerta constante.

Mientras tanto, yo me quedé atrás, sin prestar atención a la discusión. Mi mente estaba en otro lugar, recordando lo que habíamos dejado atrás: el autobús, los zombies, y la incertidumbre sobre Maggie. La realidad de nuestra situación golpeó de nuevo. Estábamos en un terreno desconocido, rodeados de personas que, aunque nos habían ayudado, seguían siendo un riesgo.

Escuché las voces de Gleen y el hombre elevarse, pero no podía concentrarme en eso. En cambio, miré a Katie y Sophia. Ambas parecían igualmente inquietas, sus ojos reflejando la misma confusión que yo sentía.

—¿Estás bien? —le pregunté a Katie, tratando de mantener la calma.

—Sí, pero esto no me gusta. No sé si podemos confiar en ellos —respondió, con una voz temblorosa.

Tenía razón. El tiempo estaba en nuestra contra, y cada segundo contaba. Mientras Gleen seguía discutiendo, decidí que era momento de actuar.

—¡Gleen! —grité, interrumpiéndolo. —Necesitamos un plan. No podemos quedarnos aquí.

Love in the ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora