Capitulo 29

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Entré de nuevo a la casa, buscando algún rincón de calma tras la conversación con Katie. Sin embargo, el caos interior parecía no tener fin. Desde la sala, escuché un murmullo creciente que venía del cuarto. Parecía que Maggie y Beth estaban en medio de una discusión acalorada. Decidí no involucrarme y me senté en el sofá, tratando de procesar la tensión que seguía flotando en el aire.

Pero no pasaron muchos minutos antes de que los gritos y los tonos de voz se elevaran nuevamente. Esta vez, se trataba de Lori y Andrea. Me levanté y me acerqué al origen del ruido, mi paciencia ya estaba al límite. Abrí la puerta del cuarto y vi a Lori y Andrea enfrentándose en un intercambio que no parecía tener fin.

—¿Por qué carajos están peleando ahora? —pregunté, incapaz de mantener la calma.

Lori me miró con frustración. —Es que tenemos diferentes opiniones sobre cómo manejar las cosas. Andrea no sigue las reglas y eso pone en riesgo a todos.

Andrea estaba visiblemente enojada. —¡Las reglas! ¡Esas reglas que tú misma rompes cada vez que haces lo que te da la gana, como salir a buscar a Rick sin pensar en las consecuencias!

Me acerqué más, mi propia frustración burbujeando a la superficie. —¿Cuáles estúpidas reglas, Lori? En este mundo ya no hay reglas. ¿O acaso te olvidas de las mismas reglas que tú no sigues, como cuando saliste a buscar a Rick y nos obligaste a ir a buscarte después? Solo te preocupas por ti misma, y yo solo fui a buscarte porque Carl estaba preocupado.

Lori se quedó sin palabras por un momento, y luego, su voz se hizo más dura. —¡No te atrevas a decir que pienso que todo está bien! Mi esposo ha vuelto de la muerte y mi hijo recibió un disparo. No tengo idea de por qué estás tan enojado conmigo.

—¡No lo entiendes, verdad! —exclamé, sintiendo que las palabras salían sin filtro—. Tu esposo volvió de la muerte, Carl también está aquí, y tú esperas un bebé. El resto de nosotros solo ha tenido pérdidas. Y tú solo juegas a ser la estúpida mamá perfecta, manteniendo reglas para todos excepto para ti. ¡Madura y deja de ser tan estúpida! No eres una niña, no te van a ir a buscar siempre. Solo te busqué por Carl, así que deja de fingir que todo está bien y enfrenta la realidad.

El silencio que siguió fue denso, cargado con la pesadez de las emociones no expresadas. Lori se quedó callada, su mirada fija en el suelo, mientras Andrea parecía asimilando lo que acababa de suceder. El grupo estaba desgarrado y la tensión era palpable, pero al menos había expresado lo que llevaba dentro. La realidad estaba golpeando con fuerza y necesitábamos enfrentarlo juntos, sin más divisiones que nos debilitaran.

Escuché un grito desgarrador de Maggie que me sacó de mi ensimismamiento. Sin dudarlo, corrí hacia el cuarto de donde provenía el sonido. Al entrar, vi a Maggie de pie frente a la puerta del baño, su rostro una mezcla de preocupación y desesperación.

—¿Qué pasa, Maggie? —pregunté, tratando de mantener la calma mientras observaba su angustia.

—Beth se encerró en el baño —dijo Maggie, su voz temblando.

—¿Dónde están las llaves? —pregunté, buscando una solución para abrir la puerta.

Maggie sacudió la cabeza, claramente agobiada. —No lo sé.

Miré alrededor y vi una barra de hierro en un rincón. La agarré con determinación y me dirigí a la puerta del baño. Utilicé la barra para forzar la cerradura. El metal chirrió mientras la puerta cedía con un fuerte estallido

Entré al baño y lo que vi me dejó sin aliento. Beth estaba en el suelo, en estado de shock, su rostro cubierto de lágrimas y su cuerpo temblando. A su alrededor había una escena de desorden y caos y ella con una cortada en las manos de su brazo . La habitación estaba cargada de una atmósfera densa y angustiante.

Parece que lo del granero le afectó más de lo que parece

—¡Beth! —exclamé, con el corazón acelerado al ver su estado.

Me arrodillé junto a ella, sintiendo la gravedad de la situación. Me incliné hacia Beth, tratando de calmarla.

—Beth, ¿qué pasó? —le pregunté con suavidad, intentando entender la causa de su desesperación.

Beth levantó la vista hacia mí, sus ojos llenos de lágrimas y dolor. —No puedo seguir así... —dijo con voz rota.

—Vamos a salir de esto, ¿de acuerdo? —le dije, intentando ofrecerle algún consuelo. —Necesitamos hablar sobre lo que está pasando. Pero primero, déjame ayudarte.

Maggie, aún visiblemente afectada, se acercó rápidamente para ayudar. —¿Qué podemos hacer para ayudarla? —preguntó, mientras se inclinaba hacia Beth con preocupación.

—Primero, necesitamos calmarla y asegurarnos de que esté bien —le respondí. —Después, tenemos que averiguar qué la llevó a este punto y buscar ayuda si es necesario.

Me centré en tranquilizar a Beth, hablando con ella en un tono suave y reconfortante. Sabía que esta situación no solo era un reflejo de sus propias luchas internas, sino también un símbolo del caos que nos rodeaba.

Mientras trataba de calmar a Beth y asegurarme de que estuviera lo más cómoda posible, sentía el peso de la situación. La tensión y el miedo que enfrentábamos como grupo se manifestaban de manera cruda en momentos como este. Nuestra capacidad para afrontar estas crisis y mantener la unidad sería crucial para superar los desafíos que enfrentábamos.

Con Beth finalmente calmada, me di cuenta de que teníamos que centrarnos en el bienestar de cada miembro del grupo y en cómo podríamos seguir adelante en medio de tantas dificultades.

Cuando Beth me abrazó, sentí una mezcla de sorpresa y confusión. Su cuerpo temblaba ligeramente, y la tensión de la situación parecía haberse desbordado en ese gesto de vulnerabilidad. Me quedé allí, sin saber exactamente cómo reaccionar, sintiendo sus lágrimas empapando mi camisa.

—Gracias —murmuró Beth, su voz entrecortada por el llanto.

Era evidente que estaba buscando consuelo y seguridad en medio de su angustia. A pesar de lo incómodo que me sentía, entendía que en momentos como estos, a veces las personas solo necesitan sentirse apoyadas, sin importar cuán difícil sea para uno mismo.

—Está bien —le respondí con un tono tranquilo, tratando de ofrecerle algún tipo de alivio. Mi mente estaba en una maraña de pensamientos, pero intenté enfocarme en el momento presente, en darle a Beth el consuelo que necesitaba

No era fácil para mí aceptar este tipo de contacto, especialmente en medio de una crisis, pero veía lo frágil que estaba. Así que, aunque me sentía algo incómodo, decidí quedarme allí, permitiéndole el abrazo mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para reconfortarla.

—Todo va a estar bien —le dije, con más firmeza de la que realmente sentía. Mi corazón estaba apesadumbrado por la presión de la situación, pero sabía que tenía que ser fuerte para los demás.

Beth continuó aferrándose a mí, su respiración gradualmente calmándose. Me pregunté cómo habíamos llegado a este punto, y a pesar de mi propia incomodidad, me di cuenta de que estos momentos de conexión humana eran cruciales para mantenernos unidos en medio de todo el caos.

Cuando finalmente se separó, miré a Beth a los ojos, tratando de transmitirle la seguridad que deseaba ofrecerle. Su expresión había cambiado de desesperación a una leve calma, y eso me dio un pequeño consuelo en medio de la tormenta que estábamos atravesando. Sabía que nuestro grupo necesitaba de estas pequeñas victorias para seguir adelante, y en ese momento, simplemente me concentré en asegurarme de que Beth sintiera que no estaba sola.

Love in the ApocalypseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora