Capitulo 47 Parte 1:Te gusta Thomas, ¿verdad?

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La luz del sol se filtraba a través de las hojas de los árboles mientras caminaba de regreso a Alexandria, sintiendo que el peso de las últimos días comenzaba a desvanecerse. Había momentos de esperanza, momentos en los que creía que todo podría mejorar, pero siempre había una sombra acechando en el fondo de mi mente. La búsqueda de Mattheo había sido agotadora, y aunque había encontrado algo de consuelo en la compañía de Carl, la incertidumbre seguía presente.

Mientras caminaba, noté a Ron en la distancia, su figura encorvada y su expresión sombría. Algo en su postura me hizo sentir inquieto. Siempre había sido un tipo problemático, y desde que había perdido a su madre y a su hermano, su comportamiento se había vuelto aún más errático. Decidí seguirlo, sintiendo que había algo más detrás de su mirada perdida.

Me deslicé entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente. Ron se movía con sigilo, como si estuviera tratando de ocultar algo. Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba, y cuando finalmente lo vi entrar en una pequeña cabaña, la curiosidad me empujó a seguirlo. Me asomé por una ventana y lo vi abrir un cajón, sacando una pistola.

La adrenalina me recorrió cuando vi cómo colocaba una bala en el arma. La imagen de su rostro, concentrado y decidido, me llenó de una mezcla de preocupación y furia. No podía permitir que hiciera algo estúpido. Sin pensarlo, empujé la puerta y entre de un salto.

-¡Ron! -grité, y antes de que pudiera reaccionar, le di una patada a la pistola, haciéndola volar de su mano. La sorpresa en su rostro fue evidente, y aprovechando su desconcierto, lo golpeé en la cara con una patada. Cayó al suelo, y el sonido del impacto resonó en la habitación.

- ¿Qué haces, Thomas? -preguntó, su voz llena de incredulidad y dolor.

-Eres imbécil. ¿Qué carajos estabas haciendo? -respondí, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en mi pecho.

Ron me miró, su expresión una mezcla de desafío y confusión. No podía entender cómo había llegado a este punto. Agarré la pistola, sintiendo su peso en mi mano, y lo apunté con firmeza.

-No es obvio -dijo, tratando de mantener la calma.

-¿En serio? ¿Suicidarte? -repliqué, riéndome sarcásticamente. La idea de que estuviera considerando eso me llenaba de frustración.

-A ti qué te importa? No sé para qué me dejaste vivo -respondió, su voz temblando con una mezcla de enojo y desesperación.

-Esa es una pregunta interesante, la verdad -dije, sintiendo que el rencor se apoderaba de mí.

-No, en serio. ¿Para qué me dejaste vivo si es obvio que me odias? -insistió, su mirada fija en mí.

-Es cierto, te odio, la verdad -admití, sintiendo cómo la rabia se convertía en algo más profundo. -Pero hay personas que sí te quieren, como Enid y Mike. Mattheo te quería un poco, pero no es por una cosa en especial. Te odio por lo que le hiciste a Carl. ¿Qué carajo creíste cuando pensaste que le podías hacer eso a Carl?

Mientras le apuntaba con el arma, la ira burbujeaba en mi interior. Pero en el fondo, sabía que no quería ser el que lo matara. Ya era lo suficientemente miserable estando vivo.

-Ya eres lo suficientemente miserable estando vivo -dije, dejando caer el arma a un lado. La tensión en el aire era palpable, y aunque quería seguir gritándole, algo en mí se detuvo. No quería caer al mismo nivel que él.

La escena quedó congelada en ese instante, y mientras lo miraba, me di cuenta de que la lucha no solo era contra los caminantes, sino también contra nosotros mismos.

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La noche se había instalado sobre Alexandria, y el cielo estaba salpicado de estrellas brillantes. Me senté en una silla de madera en el porche, con Judith en mis brazos, sintiendo su pequeño peso contra mi pecho. La brisa fresca acariciaba mi rostro, y por un momento, todo parecía en calma. Miré hacia arriba, buscando la constelación que siempre me había fascinado.

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