Capitulo 21:Maggie, necesitamos hablar

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Mientras estábamos en la farmacia buscando medicinas, el ruido de nuestros pasos resonaba en el suelo de linóleo desgastado. Glen y Maggie estaban inmersos en la búsqueda de suministros, pero yo tenía algo más en mente. Me acerqué a Maggie, esperando el momento adecuado para hablar.

—Maggie, necesitamos hablar —dije en voz baja, lo suficientemente cerca para que solo ella pudiera escuchar.

Ella me miró, un poco sorprendida, pero asintió.

—Está bien —respondió, aunque su tono no parecía convencido.

No tardó mucho en que Glen, que nos había visto a lo lejos, se acercara. Sus ojos mostraban una mezcla de confusión y frustración. Cuando llegó a nuestro lado, me miró con desdén.

—¿Thomas, en serio? —su voz era dura, como si esperara que yo abandonara mi idea de hablar con Maggie.

Maggie estaba claramente confundida por la interacción entre Glen y yo. Mientras miraba de uno a otro, traté de mantener la calma.

—Maggie, ¿por qué tienen caminantes en el granero? ¿Están locos? —mi tono era cortante, no podía creer la situación.

La decepción cruzó el rostro de Maggie cuando me miró, y su voz tenía un matiz de defensa mientras hablaba.

—Esto no te incumbe, Thomas. Y si te importa, no les llames caminantes. Son mi familia, vecinos.

Las palabras de Maggie eran un golpe bajo. No podía creer cómo estaba racionalizando lo que estaba ocurriendo. Sentía una mezcla de rabia y tristeza, y no pude evitar contestar con dureza.

—Eres tonta, Maggie. Esos no son tu familia ni tus vecinos. Son personas que están muertas. Te creía inteligente, pero solo eres otra tonta más en esto.

Me di la vuelta, frustrado, y dejé que la realidad de la situación me envolviera mientras me alejaba de ellos. La tensión en el aire era palpable, y el entendimiento de lo que significaba realmente sobrevivir en este nuevo mundo parecía cada vez más distante.

Mientras me alejaba de Maggie, sentí una oleada de frustración. Glen, a mi lado, parecía igualmente alterado, pero no podía permitir que la conversación terminara así. Volví a darme la vuelta hacia ellos, mi voz cargada de tensión.

—Escucha bien, Maggie —dije, mi tono duro—. Acepta lo que está en juego aquí. ¿Y si Sofía está en el granero con todos esos caminantes? Aunque tú les llames familia, no hay garantía de que ella no esté mordida. Puede que esté allí, junto a ellos, sin que lo sepas.

Maggie se quedó paralizada por un momento, su rostro palideció al pensar en lo que acababa de decir. Glen, que estaba observando, no dijo nada, pero sus ojos reflejaban preocupación.

—No puedo creer que sigas siendo tan estúpida, Maggie. Si tienes un montón de zombies en el granero, no hay forma de que Sofía esté a salvo allí. Y aunque sigas aferrándote a la idea de que esos caminantes son tu familia, la realidad es que son una amenaza constante.

Maggie bajó la cabeza, claramente afectada por mis palabras. Glen, que había estado en silencio, se acercó un poco más y posó una mano en el hombro de Maggie, tratando de darle apoyo.

—Thomas, cálmate —dijo Glen—. No es el momento para esto. Estamos aquí para encontrar medicinas y ayudar a todos.

—Lo que estoy diciendo es importante —respondí—. Si no enfrentamos la verdad, vamos a poner en peligro a todos, incluidos aquellos que nos importan.

En ese momento pensé en Carl es cierto ya se había recuperado ahí pero igual podía estar en peligro

Estábamos en la farmacia, buscando medicinas, cuando vi a Maggie agacharse para buscar algo en una de las estanterías. Sabía que Lori le había pedido unas pastillas, y ella estaba decidida a encontrarlas. Me distraía con un par de botellas de desinfectante cuando de repente, un ruido sordo me hizo levantar la vista.

Un caminante había aparecido de la nada, y Maggie estaba en peligro. Me lancé hacia ella, intentando sacar mi cuchilla, pero se atascó en el cinturón de mi pantalón. La frustración me invadió mientras forcejeaba para liberarla. En ese momento, Glen se dio cuenta de lo que estaba pasando y corrió hacia Maggie, enfrentando al caminante con decisión.

Finalmente, Glen logró neutralizar al zombie, y Maggie respiró aliviada mientras el peligro se desvanecía. Me apresuré a ayudar, tratando de asegurarme de que estuviera bien.

—¿Estás bien? —le pregunté, aunque sabía que el susto había sido enorme.

Maggie asintió, con la cara pálida, y continuó buscando entre las estanterías hasta que finalmente encontró las pastillas. Me acerqué para ver qué había encontrado. Cuando miré el envase, mis ojos se abrieron con incredulidad. Eran pastillas abortivas.

No pude evitar sentir una mezcla de ira y desilusión. No podía creer que Lori había puesto a Maggie en peligro por algo tan personal y delicado.

—Vamos —dije, tratando de mantener la compostura mientras nos dirigíamos de vuelta a la granja—. Tenemos que irnos de aquí.

Al llegar a la granja, vi a Lori esperando cerca del porche. Me dirigí hacia ella, cargando con las bolsas de medicinas y la caja con las pastillas. Mi paciencia estaba agotada.

—Aquí están las cremas, la revista, tu acondicionador —dije con una dureza que ni yo mismo esperaba—. Y no somos tus malditos empleados. La próxima vez que quieras algo, ve a buscarlo tú misma. Para eso tienes pies.

Lori abrió la boca, pero antes de que pudiera responder, saqué las pastillas abortivas de la bolsa y se las arrojé con furia.

—Toma tus malditas pastillas abortivas —dije, mi voz temblando con la ira y la frustración que sentía.

El silencio que siguió a mis palabras fue pesado. La tensión en el aire era palpable mientras me daba la vuelta, incapaz de soportar la confrontación más tiempo. Me alejé, sintiendo que había cruzado una línea, pero también sabiendo que la verdad necesitaba salir a la luz, incluso si eso significaba enfrentar a quienes aún no estaban dispuestos a aceptar la dura realidad.

El aire en la granja estaba cargado de tensión después de mi confrontación con Lori. No podía permitir que la situación se calmara sin abordar el problema más grande. Me volví hacia Glen, que estaba de pie a unos pasos de distancia, mirando la escena con preocupación.

—Glen —dije, mi voz dura—. Ve y dile a todos que hay caminantes en el granero. O voy a ser yo quien se los diga. Estoy harto de que esto siga así.

Glen me miró con una mezcla de sorpresa y resignación. Sabía que estaba hablando en serio y que no había tiempo para más demoras. Asintió con la cabeza, su expresión reflejaba la seriedad de la situación.

—Está bien, lo haré —respondió, dando media vuelta y marchándose rápidamente hacia el grupo.

Lo observé alejarse, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que revelar la verdad a todos no sería fácil, pero era necesario. No podía seguir permitiendo que el grupo viviera en la ignorancia mientras corría un peligro tan grande. Me quedé allí, con la esperanza de que finalmente enfrentaríamos la realidad y tomaríamos las decisiones que nos permitirían sobrevivir.

A medida que Glen se acercaba al grupo y comenzaba a hablarles, vi cómo los rostros se llenaban de shock y preocupación. La noticia de que había caminantes en el granero iba a provocar una reacción fuerte, pero era un paso crucial para enfrentar la verdad y protegernos.

Mientras observaba, sentí que la tensión en mi pecho empezaba a aflojar un poco. Sabía que no podía solucionar todo de una vez, pero al menos estábamos comenzando a enfrentar la realidad. Y eso, al menos, era un primer paso hacia la supervivencia.



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