Capítulo 7: El Peso de las Decisiones

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La mañana se desplegaba en un gris apagado, el cielo cubierto y la atmósfera cargada de un silencio incómodo. El grupo estaba en un estado de abatimiento tras la tensa noche. La escena del campamento reflejaba la desolación: cuerpos de zombies eran incinerados mientras la desesperación se asentaba entre los sobrevivientes. Rick y los demás debatían sobre las decisiones más duras que se habían tomado hasta ahora.

—No podemos quedarnos aquí para siempre —dijo Rick, con voz firme pero agotada—. Necesitamos un plan para seguir adelante.

—¿Y qué hacemos con Jim? —preguntó Daryl, mirando al moribundo que había sido mordido. Su rostro estaba sombrío mientras el grupo lo rodeaba.

—No hay mucho que podamos hacer —respondió Andrea, las lágrimas aún frescas en sus mejillas—. Amy ya no está aquí, y ahora Jim...

El dolor en sus palabras era palpable, y todos sentimos la carga de la pérdida inminente. Me aparté para darles un momento de privacidad, y me dirigí hacia Carl, Sofía y Sophia, quienes todavía estaban jugando con los palitos.

—Chicos, ¿cómo están? —les pregunté, intentando desviar mi mente de la tragedia que nos rodeaba.

—Estamos bien —respondió Sofía, su voz pequeña pero llena de una determinación que a menudo echo de menos en los adultos.

—Estamos jugando a un juego —añadió Sophia, que parecía intentar mantener el espíritu de los niños intacto a pesar de la situación.

acercó a mí y me hizo una señal para que me agachara. Lo hice y, con un susurro, me dijo:

—Gracias por anoche. No sé qué habría hecho sin ti.

Una vez más, me sorprendió el agradecimiento de Carl. Era un niño que, a pesar de todo, trataba de encontrar algo positivo en el caos. Lo abracé, una acción que me resultaba incómoda pero necesaria. En ese momento, entendí que la conexión humana, aunque dolorosa, era esencial para nuestra supervivencia emocional.

Mientras me levantaba, noté a Andrea apartada, mirando el humo de las fogatas que consumían los cuerpos de los zombies. Su dolor era evidente, y me acerqué para ofrecerle algunas palabras de consuelo.

—Lo siento mucho, Andrea. No hay palabras para el dolor que estás sintiendo ahora.

—Gracias, Thomas —respondió ella, con la voz quebrada—. Es difícil. Todo esto es difícil.

Miré a los demás, a cada uno luchando con sus propias batallas internas. La realidad de nuestro mundo era cruel y despiadada. Las discusiones sobre cómo manejar la situación estaban en aumento, y el grupo estaba dividido entre la necesidad de avanzar y el deseo de rendirse.

Rick, aún tratando de mantener el control, se acercó a mí. Su expresión estaba marcada por la preocupación y el cansancio.

—Thomas, necesitamos tu ayuda para organizar las cosas. No podemos permitir que esta situación nos destruya.

—Claro —respondí, sabiendo que era vital mantenernos unidos para sobrevivir. La desunión solo nos debilitaría más.

Mientras ayudaba a organizar el campamento y a preparar lo que podríamos necesitar para el siguiente movimiento, reflexioné sobre las palabras de Sophia. Ella había visto a través de mis defensas y había tocado un tema delicado. No estaba seguro de qué hacer con mis propios sentimientos, pero sabía que debía mantenerme enfocado en la tarea en cuestión.

Carl se acercó de nuevo, esta vez con una expresión de curiosidad.

—¿Dónde vamos ahora? —preguntó.

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