~ Capítulo 28 ~

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Charlie

Estaba teniendo las dos semanas más agotadoras de mi vida.

Desde que empecé a darle forma al proyecto del hotel, había ideado cada una de las actividades que tenía en mente, había planeado con detalle todo el proceso de redención de cientos de candidatos diferentes en cuanto a huéspedes se trataba. Me había informado leyendo libros de psicología e influencia social para saber cómo tratar con las personas que acudieran a mí para ser mejores. Quería estar preparada, saber cómo actuar y cómo reaccionar ante distintos casos y hacer que cada uno de los demonios que tocaran a mi puerta se sintieran perfectamente atendidos.

Pero ahora que realmente tenía gente para poner en práctica toda la teoría, me estaba dando cuenta de lo agotador que era llevar todo eso a la práctica. Y me daba cuenta ahora de que realmente, la mayoría de pecadores que estaban ahí, no tenían intención ninguna de hacer un mínimo esfuerzo.

Nadie ponía de su parte.

En 14 días había hecho un horario sencillo y lleno de actividades. Algunas voluntarias, y otras obligatorias, dependiendo del caso de cada uno. Tenía un club de terapia grupal dividido por temáticas y distintas adicciones, donde cada uno podía hablar de sus problemas con personas que estuvieran en la misma situación y compartir entre ellos sus avances. Había juegos interactivos donde se presentaban distintas situaciones y los pecadores tendrían que responder cuál era la forma más empática y noble de actuar. Incluso había hecho el esfuerzo de preparar charlas en el salón de actos que recientemente añadió Alastor a las instalaciones para intentar cautivarlos con mis palabras y animarlos al cambio.

Pero nada, ni un minúsculo avance.

Daba la sensación de que la gente creía que les llevaríamos al cielo por arte de magia a cambio de un poco de dinero, como si fuera tan fácil. Esa misma mañana, tenía a tres personas indignadas pegando en la puerta de mi habitación exigiendo que les devolviera su dinero porque "todavía no les había sacado de allí". Como si todo dependiera de mí.

Y claro, a mí me tocaba hacer el papel de jefa amable que pone buena cara y soluciona los problemas de los demás. Porque el cliente siempre tiene la razón ¿No? Pues bien, en este caso, el cliente era un gilipollas. Y os puedo asegurar que no tenía la razón.

Estaba estresada, muy estresada.

Llevaba dos semanas con el hotel a rebosar. Dos semanas teniendo que decirle a gente por teléfono que tendría que esperar varios meses hasta poder tener una habitación disponible. Me estaba planteando incluso pedirle a Alastor que hiciera una ampliación del edificio donde poder meter más habitaciones, pero entonces caía en la cuenta de que más gente significaría más trabajo, y no sabía si estaba preparada para llevar todo eso yo sola.

Porque sí, a pesar de que ahora teníamos mucho más personal que se encargaba tanto de la limpieza como del mantenimiento, estaba completamente sola.

Alastor dejó la taza de té con delicadeza sobre la mesa, con la maestría de un inglés. El humo salía con elegancia desde dentro del recipiente de cerámica, elevándose hacia arriba hasta desaparecer a apenas un metro de distancia. El demonio de la radio, con su característica e impenetrable sonrisa, se inclinó hacia atrás en el respaldo y me miró con curiosidad mientras terminaba de ojear los papeles que me quedaban en el escritorio. Acababa de terminar de grabar su programa de radio, y según él, había tenido la consideración de venir a pasar tiempo conmigo y ayudarme con la acumulación de trabajo de esas dos semanas. Menos mal que me iba a ayudar, porque llevaba ahí sentado mirándome cerca de veinte minutos, y todavía no le había visto mover ni un músculo para hacer algo del papeleo por mí.

𝙃𝙊𝙋𝙀 ❧ 𝐇𝐮𝐬𝐤𝐞𝐫𝐝𝐮𝐬𝐭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora