Angel
Si pudiera hablar con mi yo de hace unas semana, tendríamos opiniones totalmente diferentes del descanso.
Al Angel de hace una semana, si le hubiera propuesto pasarse siete días sin hacer absolutamente nada, habría firmado donde fuera sin pensarlo. El estrés del trabajo, un jefe psicópata insoportable, cansancio acumulado de varios meses y escasas horas de sueño por las noches eran motivos suficientes para no tener que leer siquiera la letra pequeña. Habría sido de imbécil absoluto decir que no.
Pero sinceramente, si me preguntaban ahora, ya no estaba tan seguro de si merecía la pena firmar.
Porque no hacer nada está bien. Resetea la mente, supongo. Yo era el primero que había pasado más de tres horas sentado en un sofá sin moverse, deslizando en la pantalla del móvil y cotilleando las redes sociales de las personas que me caían mal para entretenerme. Todos lo hemos hecho, y esas horas en las que literalmente no estás haciendo ningún esfuerzo mental, a priori pueden parecer poco productivas y totalmente inútiles, pero siempre había considerado que no hacer nada también era necesario para poder hacer algo después.
Pero joder, una cosa era decidir voluntariamente aprovechar tu tiempo libre para tumbarte y no moverte de la tela del sofá, y otra muy distinta era literalmente no poder moverte para hacer nada, condenado a estar sobre las sábanas día sí, día también.
Llevaba siete días en los que mis mañanas, mis tardes y mis noches se basaban en lo mismo: en nada. Literalmente en nada. Me levantaba tumbado. Pasaba el día tumbado. Y me acostaba tumbado. Como mucho hacía el esfuerzo de dar un par de vueltas por la habitación para estirar las piernas y para ir a mear. A veces me sentaba en la terraza, hasta que algún cotilla se ponía a mirarme desde la entrada del hotel y me obligaba a entrar de nuevo y cerrar las cortinas. Otras veces me sentaba en el sillón, hasta que me cansaba de esos cojines tan incómodos que tenía en la parte baja.
Apenas podía moverme, y estaba siendo una de las peores torturas de mi vida.
No es que me hubiera quedado paralítico, ni mucho menos, pero cualquier movimiento físico suponía un esfuerzo monumental.
Estaba acostumbrado a recibir golpes, y creía que tenía el cuerpo entrenado para cualquier cosa. Llegué a pensar que la peor paliza que me podían dar fue aquella en la que Val me quemó las muñecas y el cuello, y estaba seguro que después de haber sobrevivido a eso, cualquier cosa se me quedaría corta. Pero estaba muy equivocado.
Ya no eran las heridas en sí. Los cortes sanaban a buen ritmo, las quemaduras habían empezado a desaparecer, los moretones iban recuperando su color normal poco a poco... En ese sentido, iba notando mejorías. Pero las marcas visibles eran el menor de mis problemas.
Lo peor eran los huesos, los músculos, las zonas internas de mi cuerpo. Cada vez que me movía, una punzada de dolor se extendía desde el tendón que había desplazado por toda mi extremidad, y en algunos casos por todo mi cuerpo. Cosas tan sencillas como incorporarme para coger el mando de la tele o estirar el brazo para beber agua, para mí suponían un esfuerzo tremendo. Y ya cuando me animaba a dar varios pasos para caminar, no os podéis ni imaginar la sensación.
Si intentaba ponerme a mirar el lado positivo, al menos hace unos tres días estaba para ponerme en silla de ruedas, y ahora podía caminar. Suponía que en otros tres días el dolor iría reduciendo, y que en cuestión de unas pocas semanas más, estaría recuperado casi en su totalidad. Ventajas de vivir en el Infierno, supongo.
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𝙃𝙊𝙋𝙀 ❧ 𝐇𝐮𝐬𝐤𝐞𝐫𝐝𝐮𝐬𝐭
FanfictionEl hotel está yendo cada vez peor, y Charlie ya no sabe qué hacer para arreglarlo. Tras una reunión con la Junta en el cielo, los ángeles proponen lo siguiente: aceptarán el proyecto como método oficial de redención si Angel Dust, la famosa estrella...