Capítulo 33: Adelaida vs. Eugene

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¡Necesita su cuaderno de vuelta!

Luego del Reto del Valiente, Adelaida se había olvidado por completo de su cuaderno en la arena y cuando se acordó ya era demasiado tarde. Ahora necesita recuperar ese cuaderno lo antes posible, se preguntarán, ¿por qué? Ya que  tiene muchos de esos. Pues, la respuesta es algo complicada: lo necesita devuelta por lo que ha escrito ahí.

Desde que llegó a Corona, Adelaida sólo ha escrito para Pierre, a veces para Eleonora, pero eso era todo. Fue su manera de sobrellevar la muerte de su hermano pequeño, aunque nunca logró hacer que duela menos su perdida. Encontraba un poco de paz  en su mente atormentada cada vez que escribía de su estrella, como si aún pudiera verlo sonreír. Todo lo había escrito mostraba sus pensamientos más oscuros y todo el infierno que fue su vida. Y ahora ese mismo cuaderno está en las manos de un desconocido, ni siquiera sabe si la persona es de Corona. Espera qué, sea quién sea, no piense siquiera en leer una página, había intentado alejar su pasado lo más posible del presente. No quería que nadie supiera sobre lo que hizo o quiénes perdió en el proceso. Estaba bien guardando su dolor para sí misma. No necesita a nadie, no necesita que alguien conozca su profundo dolor por los errores que cometió.

Sólo necesita ese cuaderno de vuelta.

Paseó por los pasillos del castillo intentando despejar su mente, pero le era imposible. Era inútil, no podía dejar de pensar en su cuaderno y la persona desconocida que lo tenía entre sus manos.

Al pasar cerca del comedor, escucho algo que la hizo paralizarse de repente. Inmóvil ante lo que escuchaba detrás de esas puertas.

—Aprendí amarte con todo mi ser, océano, pero también aprendí a temer de ti; sabiendo de lo que eres capaz de hacerme para proteger a la estrella del mar. No te culpo, me lo merecía. Pero deseó que me hubieras llevado a las profundidades y me hubieras ahogado cuando tuviste la oportunidad. Lo deseó tanto —Escuchó como la voz de Eugene relataba desde dentro del comedor.

Abrió un poco la puerta para ver con claridad, adentro del comedor se encontraban Eugene y Hugo. El mayor se encontraba parado con su cuaderno entre sus manos, mientras que el menor estaba sentado en una silla, sosteniendo un tazón de fresas con crema.

—Muy retorcidos si me lo preguntas, ya hemos leído como unas diez páginas y cada escrito me desconcierta más que el anterior—Opinó Eugene algo perturbado, pasando de página en página, buscando una de su interés.

—Ni que lo digas, ¿a quién crees que le pertenezca esto?—Le preguntó Hugo al mayor, llevándose una fresa cubierta de crema a la boca.

—Ni idea, Huguito, pero sin duda le pertenece a una persona de mente perturbada.

Eugene se imagina a un hombre de la tercera edad, en una cabaña en medio del bosque completamente aislado del mundo, escribiendo sus pensamientos más oscuros y retorcidos.

—Escucha esto...—Sus ojos se pasaron en una página para pánico de Adelaida, quién no sabía que hacer a continuación.—Mi pequeña estrella fugaz, ¿cómo se siente volar libre de tus tormentos? Hace tiempo despegaste del mundo pero yo sigo aquí. Pienso en ser libre como tú a veces, pero la culpa me invade sin darme la oportunidad de pensar a fondo, no tengo el valor...—Eugene se detuvo por un segundo, mirando fijamente a Hugo. El adolescente dejó de comer, sintiendo que el estómago se le revolvía, algo no se sentía bien.—Pero un día, quizás, pueda volver a verte, mi estrella. Quizás un día pueda despegar junto a tí.

—Es sin duda una lectura... Interesante —Mencionó Hugo algo incómodo con el contenido del cuaderno.

Adelaida no sabía cómo proceder, no puede simplemente tomar el cuaderno porque el par de hermanos ex ladrones sabría que le pertenece y ya lo leyeron, así que tenían una idea de lo que escribió. La pelirroja comenzaba a pensar que la mejor opción era enterrarse dos metros bajo tierra y no volver a mostrar la cara nunca más. Lamentablemente para sí misma, no podía hacer eso.

𝓛𝓪 𝓰𝓾𝓪𝓻𝓭𝓲𝓪𝓷𝓪 𝓭𝓮𝓵 𝓮𝓵 𝓼𝓸𝓵 𝔂 𝓵𝓪 𝓵𝓾𝓷𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora