Cap. 15

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Habían pasado varios días desde que Marinette y Adrien se habían visto por última vez. Ella trataba de mantenerse enfocada en su trabajo, pero sus pensamientos se empeñaban en volver a ciertos momentos compartidos con Adrien. Sin embargo, ella no tenía tiempo para distracciones emocionales.

Estaba en su oficina, revisando documentos sobre los próximos proyectos que tenía en mente.

El murmullo del aire acondicionado apenas rompía el silencio de la espaciosa oficina, donde las paredes estaban decoradas con bocetos de su última colección. Su escritorio estaba pulcramente organizado, con montones de papeles alineados junto a su computadora, reflejando la precisión y el control que siempre buscaba mantener en su vida.

De pronto, la puerta se abrió con suavidad, y la cabeza de Sandra, su eficiente secretaria, asomó por el umbral.

— Señorita, llegó esto para usted —anunció, entrando con un espléndido arreglo de rosas rojas y blancas, vibrantes y frescas, que llenaron la oficina con su fragancia.

Marinette levantó la mirada de los documentos, sorprendida.

— ¿Para mí? —preguntó, dejando de lado el bolígrafo y acercándose al escritorio con curiosidad.

Sandra asintió, colocando el florido ramo en una esquina del escritorio. Las rosas parecían resplandecer bajo la luz suave que entraba por las grandes ventanas.

— ¿Sabes quién las envía? —preguntó Marinette, recorriendo el arreglo con sus dedos, sintiendo la suavidad de los pétalos mientras una leve sonrisa se dibujaba en su rostro.

— No estoy segura, pero hay una tarjeta pequeña —respondió Sandra, señalando un sobre entre las flores.

— Muy bien, gracias, Sandra —dijo Marinette con un gesto de agradecimiento mientras tomaba la tarjeta con delicadeza.

Cuando la secretaria salió de la oficina, Marinette deslizó los dedos para abrir el sobre. Leyó el breve mensaje en la pequeña tarjeta blanca, escrito con una letra ordenada.

"Que tengas un lindo día.
Atte.: Adrien Agreste."

Una sonrisa satisfecha se formó en los labios de Marinette mientras sus ojos brillaban con una mezcla de astucia y determinación.

— Vaya, las cosas van mejor de lo que hubiera imaginado —murmuró, observando la tarjeta entre sus dedos— Estás llegando justo a donde quiero, Adrien.

Aunque se esforzaba por mantener su imagen de mujer fría y calculadora, no pudo evitar sentir que el gesto era bonito. Sin embargo, reprimió ese pensamiento tan rápido como apareció, recordándose a sí misma que no había lugar para sentimentalismos en su plan. Había llegado demasiado lejos y no iba a permitir que unos simples detalles le hicieran perder el control.

Justo en ese momento, su teléfono vibró en la mesa. Era una llamada inesperada: Adrien.

— Hola, Adrien —saludó Marinette, tratando de mantener su tono ligero pero neutral al contestar.

— Hola, Marinette. ¿Cómo estás?

— Bien, gracias. ¿Y tú?

— Bien también. Oye, espero que te haya gustado el detalle —dijo Adrien con ese tono amable y despreocupado que siempre lograba desconcertarla un poco.

Marinette observó nuevamente el arreglo floral. Las rosas eran perfectas, tal como él, pensó irónicamente.

— Claro, muchas gracias. Están hermosas las rosas —respondió con suavidad.

— Me alegra que te hayan gustado. Me preguntaba si te gustaría almorzar conmigo, ¿Qué dices?

Marinette calculó sus próximos movimientos. Cualquier encuentro con Adrien, por pequeño que fuera, era de gran utilidad para su plan. Sin embargo, tenía muy presente que debía controlar sus emociones, o de lo contrario, ellas la controlarían a ella.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora