Cap. 23

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Adrien conducía tranquilamente por las calles de París, la brisa se filtraba por las ventanillas ligeramente abiertas, acariciando sus rostros. Marinette, sentada a su lado, observaba el paisaje pasar, notando cómo la luz del atardecer pintaba los edificios con tonos dorados. El ambiente dentro del coche era relajado, pero una ligera tensión flotaba en el aire, resultado de la incertidumbre de lo que aquel día podría depararles.

Unos minutos después, Adrien giró el volante para estacionar en un amplio aparcamiento. Frente a ellos se erigía un edificio vibrante y moderno, decorado con luces de neón que anunciaban el boliche. Marinette, al bajarse del coche, observó el lugar con asombro; era la primera vez que visitaba un sitio así.

— ¿Te gusta el boliche? —preguntó Adrien, extendiendo una mano hacia ella, sus ojos brillaban con entusiasmo.

— Nunca lo he jugado —respondió Marinette, aceptando su mano y bajando del auto. Su voz tenía un tono de curiosidad, pero también de cierta timidez. La fachada del lugar era imponente, y los colores vibrantes que se reflejaban en las ventanas la hacían sentir como si estuviera a punto de entrar en otro mundo.

— Bueno, te aseguro que te divertirás mucho —contestó Adrien, con una sonrisa cálida que le hizo sentir una inesperada tranquilidad.

Mientras caminaban hacia la entrada, Marinette no pudo evitar fijarse en cómo el bullicio del lugar llenaba el aire. Dentro, el boliche estaba iluminado por luces de neón que creaban un ambiente casi mágico. El sonido de las bolas rodando sobre las pistas, seguido por el estruendo de los pinos cayendo y los gritos de júbilo de otros jugadores, resonaba en el lugar, infundiéndole una energía contagiosa.

— Bien, Marinette, ¿quieres ir primero? —preguntó Adrien mientras se acercaban a la pista asignada, donde una pantalla brillante mostraba sus nombres.

Marinette miró la pista con un poco de nerviosismo.

— No sé cómo... es la primera vez que juego a esto —admitió, sintiéndose un poco fuera de lugar.

— Te enseñaré —dijo Adrien, su tono era paciente y alentador. Se acercó a la fila de bolas de boliche, seleccionando una que no fuera demasiado pesada. Marinette lo observó, notando cómo sus movimientos eran seguros y fluidos, casi como si estuviera en su elemento. Adrien regresó con la bola en la mano y se la ofreció— Lo primero que debes hacer es encontrar los agujeros para cada dedo. —Le mostró cómo colocar los dedos en la bola— Una vez que los tengas bien ajustados, sostén la bola con ambas manos.

Marinette imitó sus movimientos, pero sus manos temblaban ligeramente. Adrien, notando su inseguridad, se colocó detrás de ella, sus manos envolvieron suavemente las de Marinette, guiándola. Marinette sintió el calor de su cuerpo, y por un instante, el ruido del lugar pareció desvanecerse.

— Ahora, da unos pasos hacia adelante, inclínate ligeramente y suelta la bola suavemente hacia la pista —le explicó mientras la ayudaba a posicionarse correctamente.

Marinette trató de concentrarse en lo que le decía, pero era difícil ignorar la sensación de sus manos sobre las suyas, y cómo su proximidad le aceleraba el pulso, estaba tan cerca que ella era capaz de oler su perfume. Con un movimiento cuidadoso, lanzó la bola por la pista. Rodó lentamente, chocando con algunos pinos al final.

—¡Nada mal para tu primer tiro! —exclamó Adrien, su voz llena de alegría, mientras se alejaba un poco para dejarle espacio.

Marinette soltó un suspiro de alivio y le devolvió la sonrisa.

— ¡Gracias! —dijo, emocionada por haber logrado derribar algunos pinos.

Adrien la observaba con admiración. Había algo en la forma en que Marinette se emocionaba, en la chispa que aparecía en sus ojos cuando lograba algo, que lo hacía sentir inexplicablemente atraído hacia ella. Decidido a mantener el ambiente relajado y divertido, se dirigió hacia la pista para su turno.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora