𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫

Cap. 39

Narra Marinette.
Me quedé allí, parada en el aeródromo, observando cómo Adrien se alejaba hacia el jet. No debería afectarme… y, sin embargo, una mezcla de tristeza y vacío invadía mi pecho al verlo partir. Por mucho que intentara justificar mis emociones, me costaba aceptar lo que sentía. Pero, al final, esta distancia era necesaria. Con él lejos, podría ordenar mis pensamientos y recuperar el control de mi plan. Podría enfocarme en mi objetivo sin su presencia constante, que siempre tambaleaba mis decisiones.

Al ver el jet elevarse en el cielo, respiré hondo, obligándome a reprimir cualquier emoción que amenazara con traicionarme. Volví al auto, encendí el motor, y me dirigí de vuelta a mi apartamento.

— Basta, Marinette. No tiene que importarte… —murmuré, aferrando con fuerza el volante— Es mejor que él esté lejos.

La vibración de mi celular interrumpió mis pensamientos. Al mirar la pantalla, un nombre que me devolvió a la realidad apareció.

— Señor Agreste, buenos días —saludé, adoptando un tono cordial, como si su llamada realmente me alegrara.

— Necesitamos hablar —dijo sin rodeos, con la frialdad que lo caracterizaba— Te espero en mi oficina a las nueve.

— Por supuesto, allí estaré.

Sin más palabras, la llamada terminó abruptamente. Guardé el celular, obligándome a mantener la calma. Sabía que cualquier encuentro con Gabriel era una prueba, pero estaba preparada. Mientras me acercaba al edificio, aparté de mi mente todo lo que no fuera mi objetivo.

Al llegar y salir del ascensor en el piso de Adrien, una escena inesperada me recibió: Lila tocando frenéticamente el timbre del apartamento de Adrien. Con una sonrisa irónica, me crucé de brazos y llamé su atención con voz firme.

— Adrien no está —dije, ella dejo de tocar el timbre de inmediato.

Lila se giró hacia mí, confusa y con el ceño fruncido.

— ¿Cómo que no está? ¿Ya se fue a la oficina?

Me quedé observando la expresión de Lila, que pasó rápidamente de la sorpresa a una preocupación disfrazada de indiferencia.

— No, no está en la oficina, Lila. Adrien salió temprano hoy —respondí, manteniendo la calma mientras me acercaba— Se fue de viaje.

— ¿De viaje? —repitió, con los ojos entrecerrados y cruzándose de brazos— Y, ¿a dónde fue?

— Eso realmente no es algo que necesites saber, ¿verdad? —respondí con una leve sonrisa. No me apetecía darle detalles; Cada vez me molestaba más el interés que mostraba en él, aunque intentara convencerme de que no debía afectarme.

Lila bufó, claramente frustrada, y su mirada se llenó de una sombra de resentimiento.

— Claro, claro... supongo que tú, como su novia, tienes el privilegio de saber donde está. Y no piensas decirme —dijo, forzando una sonrisa.

— Exactamente así es —dije con una pequeña sonrisa. Después de todo, Adrien era mío... al menos por ahora.

Lila me lanzó una última mirada cargada de desafío antes de dirigirse al ascensor. Al pasar junto a mí, dejó caer sus palabras en un susurro mordaz:

— Aunque no me lo digas, lo averiguaré. Aún no se me olvida que tengo que alejar a Adrien de ti.

Se alejo hacia el elevador, las puertas del ascensor se cerraron, y me quedé en silencio, observando el lugar que ella había ocupado hace un segundo. Sus palabras resonaban en mi mente, y solo pude sentir irritación.