Cap. 25

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Habían pasado exactamente dos meses mes desde aquella noche en la que Marinette se había propuesto recuperar el control de la situación con Adrien. Y lo había conseguido. Cuando lo veía, siempre parecía una casualidad, pero la realidad era que cada encuentro había sido fríamente planeado por ella. Cada palabra, cada sonrisa, cada gesto eran meticulosamente calculados en su mente, como si fuera una obra de teatro en la que tenía que seguir un guion preciso. Nadie, ni siquiera Adrien, podía notar que todo estaba perfectamente ensayado para no extralimitarse.

Las salidas largas y espontáneas se habían acabado. Ahora, lo único que compartían era un café por las tardes cada viernes. Marinette solía excusarse con la carga de trabajo, y aunque Adrien entendía, algo en él sabía que las cosas habían cambiado. Era como si la barrera invisible entre ambos se hubiese vuelto aún más sólida, pero no sabía por qué.

Marinette tenía claro desde el principio que Adrien era la clave para destruir a Gabriel. No era solo cuestión de manipularlo, sino de hacer que se enamorara de ella, sabiendo que a través de él podría golpear a Gabriel donde más le dolía. Para Gabriel, Adrien era su mayor orgullo, su debilidad, y lastimarlo sería el golpe más cruel que podría recibir. Marinette lo sabía, y por eso había hecho todo lo posible para acercarse a él, para ganar su confianza, su cariño… su amor.

El plan siempre había sido claro: enamorar a Adrien, hacerlo depender de ella, y luego destrozarlo cuando menos lo esperara. Sabía que el daño no solo se quedaría en Adrien, sino que se extendería a su padre. Y eso era lo que realmente buscaba. También planeaba distanciarlos, asi las cosas serían más dolorosas para Gabriel, él sufriría al ver a su hijo destrozado. Y era justo lo que ella quería verlo sufrir, verlo acabado.

Pero las cosas se complicaban cuando veía a Adrien sonreír, mientras escuchaba sus palabras llenas de sinceridad y cariño, Marinette no podía evitar sentir una punzada en el pecho. Sabía que cuando el momento llegara, la destrucción de Adrien sería devastadora, no solo para él, sino también para ella. Sin embargo, se recordaba constantemente que su objetivo era más grande que cualquier emoción pasajera. Y por más difícil que fuera, debía mantenerse firme.

Cada vez que sentía una chispa de emoción en su interior, algo que no fuera parte del plan, lo reprimía rápidamente. No podía permitirse sentir nada que no fuera frialdad. Se había prohibido rotundamente dejarse llevar por aquellos sentimientos que la hacían sentir como una tonta, con la esperanza de que al ignorarlos, desaparecerían. Nada debía interponerse entre ella y su objetivo.

Era viernes y Marinette estaba en su oficina, recostada en el respaldo de su silla, mientras conversaba a gusto con su mejor amiga, Alya. El sol filtraba luz cálida a través de las ventanas, llenando la sala con una atmósfera tranquila, contrastando con la tensión que Marinette sentía en su interior.

— Así que saliste con Oscar —dijo Marinette, levantando una ceja con una sonrisa pícara.

Alya bebió un sorbo de agua antes de responder con indiferencia.

— Solo fuimos a cenar como amigos —dijo restándole importancia.

Marinette no se dejó engañar y se inclinó hacia adelante, interesada en la respuesta verdadera.

— Dime la verdad, ¿tú sientes algo por Oscar?

— Aparte de una sincera amistad, nada —contestó Alya con firmeza— Solo me agrada como un amigo.

Marinette frunció el ceño, claramente sorprendida.

— ¿Cómo? Hubiera jurado que entre ustedes había algo que no me querían contar.

— No. De hecho, anoche aclaramos ese asunto. Quedamos como buenos amigos —dijo Alya con un suspiro de alivio.

— Aún sigues enamorada de Nino, tu ex compañero de trabajo, ¿no es así? —preguntó Marinette con suavidad, pero sus ojos estaban fijos en Alya.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora