Cap. 12

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Adrien salió de Arqui-Studios Group cuando la noche comenzaba a envolver la ciudad de París. Las luces titilaban suavemente sobre el pavimento, mientras el cielo se teñía de un azul profundo. El edificio, un reflejo de su esfuerzo y dedicación, se quedaba atrás mientras él caminaba hacia su auto. Su mente seguía agitada, procesando la reunión que tendría lugar al día siguiente y el tenso enfrentamiento con su padre. Aunque todo parecía estar bajo control, dentro de él el peso de las palabras de Gabriel seguía aplastando su ánimo.

Se subió a su auto y comenzó a conducir por las tranquilas calles parisinas. Las luces de los semáforos y el suave murmullo de la ciudad no lograban apartar sus pensamientos de los acontecimientos del día. El cansancio no solo pesaba en sus músculos, sino también en su corazón. Adrien sentía que todo lo que había construido seguía atado a la sombra de su padre, y eso lo desgastaba.

Finalmente, llegó al edificio donde estaba su apartamento. El silencio del lugar lo envolvió, y mientras esperaba pacientemente que el ascensor llegara, escuchó unos pasos familiares detrás de él. Marinette apareció, con su habitual sonrisa amable.

— Hola, Adrien —dijo ella, su tono cálido y amistoso.

Adrien giró la cabeza lentamente, su expresión abatida contrastaba con la energía que normalmente irradiaba. Su respuesta fue apagada, casi como un susurro cargado de agotamiento.

— Hola, Marinette... —respondió, sin poder ocultar su falta de ánimo.

Marinette, que siempre había sido perceptiva, captó de inmediato que algo no andaba bien. Adrien no era el mismo de siempre; sus ojos, normalmente brillantes, parecían apagados, y su voz denotaba un cansancio más allá de lo físico.

— ¿Te sucede algo, Adrien? Te noto distinto. No te escuchas bien —preguntó ella con delicadeza, sabiendo que algo grave lo afectaba.

Adrien suspiró profundamente y miró al suelo, como si buscara la forma correcta de expresarse, aunque no quisiera hacerlo.

— Tuve problemas... fue un día muy agotador —admitió, su voz baja y cansada. Evitó mirarla directamente, como si no quisiera mostrar toda la vulnerabilidad que sentía en ese momento.

Marinette no se dejó intimidar por su reticencia. Sabía que Adrien necesitaba hablar, aunque él no lo reconociera.

— Si quieres, podemos tomar un café y hablar —sugirió ella con suavidad— Tal vez te haga sentir mejor.

Adrien negó con la cabeza, mostrando una leve resistencia. No quería ser una carga para ella, o al menos eso pensaba.

— No me gustaría molestarte, sé que vienes de trabajar y seguramente estás cansada. No quiero agobiarte con mis problemas.

— No es molestia, Adrien —lo interrumpió Marinette, con una sonrisa tranquilizadora— Somos amigos, y quiero apoyarte. Vamos a mi apartamento, tomamos un café y charlamos. A veces, hablar con alguien te hace ver las cosas desde otra perspectiva.

Adrien levantó la vista, y por primera vez en todo el día, una pequeña sonrisa genuina se dibujó en sus labios. Tal vez hablar sí podría ayudarlo a despejar la mente, aunque fuera solo por un rato.

— Está bien... te lo agradezco mucho, Marinette —dijo él, con una expresión algo más relajada.

— Somos amigos. Siempre podrás contar conmigo  —respondió ella, con una sonrisa.

Sin embargo, lo que Adrien no podía imaginar era que, cada vez que buscaba el consuelo de Marinette, ella veía una nueva oportunidad para avanzar en su silencioso plan. Cada encuentro, cada conversación, cada muestra de apoyo, la acercaba más a su objetivo final: quitarle a Gabriel lo que más le importaba. Adrien, sin saberlo, se estaba convirtiendo en el centro de una venganza cuidadosamente orquestada por Marinette. A pesar de que lo apreciaba y quería apoyarlo, su objetivo de destruir a Gabriel la impulsaba a seguir adelante, aunque eso significara jugar con las emociones de Adrien.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora