Cap. 24

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Narra Adrien
Estaba allí parado, observando cómo Marinette se alejaba apresuradamente hacia su apartamento. No podía entender qué había sucedido. Un minuto estábamos compartiendo un momento agradable, y al siguiente, todo se tornó frío y distante. Cuanto más lo pensaba, menos respuestas encontraba. ¿Hice algo mal? ¿Dije algo que la incomodara? ¿Fue por el beso que estuvo a punto de suceder?

Suspiré profundamente, girándome hacia mi propio apartamento. Al llegar a la puerta, me detuve por un segundo antes de abrirla, aún con la mente llena de preguntas sin respuesta. Al entrar, la voz alegre de Lila me sacó de mis pensamientos.

— ¡Hola, Adrien! Qué bueno que ya regresaste —me saludó desde la cocina. Llevaba una gabacha negra y su cabello recogido en un moño despeinado. Su aspecto casual me hizo sonreír, aunque noté que la gabacha estaba llena de harina.

— Hola... ¿Qué estás haciendo? —pregunté con una sonrisa desconcertada mientras me acercaba a la cocina.

— Estoy preparando un pastel de vainilla y chocolate —respondió con entusiasmo.

— Ese es uno de mis postres favoritos —dije, sin poder evitar el tono de sorpresa en mi voz.

— Lo sé. Lo haré especialmente para ti —respondió, sus ojos brillando de una manera que no pude ignorar. Había algo en su mirada, un destello que no era nuevo, pero que se estaba haciendo cada vez más evidente. Una intención que iba más allá de la simple amabilidad.

Intenté no darle importancia. Tal vez solo estaba siendo amable, o eso quise creer.

— No es necesario, Lila. Sabes que siempre estaré aquí para apoyarte.

— De verdad, Adrien, lo aprecio mucho —se giró un poco hacia mí, su sonrisa suave, pero había algo en la forma en que se acercaba, en la manera en que mantenía la mirada fija en mí— ¿Te gustaría ayudarme a terminarlo?

Sabía a dónde quería llegar. Lila había estado buscando momentos como este, más cercanos, intentando romper esa barrera que siempre mantuve entre nosotros. No lo hacía de manera obvia, pero en los pequeños gestos, en las palabras que elegía cuidadosamente, podía sentirlo. Sin embargo, yo no podía corresponderle de la forma en que ella deseaba.

— Claro, ¿por qué no? —apresar de todo acepté, esperando que la repostería me ayudara a despejar mi cabeza, aunque en mi interior sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja.

Comenzamos a trabajar juntos en la masa del pastel, pero no pasó mucho tiempo antes de que Lila, accidentalmente, me salpicara un poco de harina en la cara. Me limpié la mejilla, sorprendido.

— ¡Ups! Lo siento, Adrien —se disculpó Lila, aunque su sonrisa traviesa la delataba.

No pude evitar reírme. Sin pensarlo mucho, tomé un poco de harina y se la devolví, lanzándosela suavemente en el brazo. Lila se quedó inmóvil por un segundo, fingiendo estar indignada, pero luego, con una risa juguetona, recogió un puñado de harina y me lo lanzó directamente en el pecho.

— ¡Esto es la guerra! —exclamé, riendo mientras tomaba más harina para continuar el ataque.

Lo que comenzó como una pequeña broma se convirtió rápidamente en una batalla de harina. El piso de la cocina se llenó de polvo blanco, y ambos estábamos cubiertos de pies a cabeza. Aunque me divertía, sentía en el fondo que algo estaba mal. Mientras Lila reía y trataba de acercarse cada vez más, yo retrocedía instintivamente, manteniendo cierta distancia.

Después de unos minutos, ambos estábamos riendo, pero sabía que debía poner fin a esa cercanía antes de que la situación se volviera aún más incómoda.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora