Cap. 40

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Narra Marinette.
Mientras conducía hacia mi oficina, mis ojos se nublaban con lágrimas que amenazaban con desbordarse. Era casi imposible procesar lo que acababa de descubrir: no solo Gabriel había inculpado a mi padre injustamente, sino que también había sido, en parte, responsable de su muerte. Ese peso sobre mi corazón me oprimía el pecho, casi sin dejarme respirar.

Finalmente, llegué a mi destino. Estacioné el auto, limpié rápidamente mis lágrimas y me obligué a recomponerme. Tomé mi bolso y bajé del vehículo, caminando hacia el edificio. Saludé con breves gestos a las personas que me cruzaba en el camino, sin detenerme. Mi máscara de calma se mantenía, aunque apenas se sostenía en el borde de la ruptura.

— Buenos días, señorita —saludó amablemente Sandra, mi asistente, con su habitual sonrisa profesional.

— Buenos días, Sandra. ¿Alguna novedad? —pregunté, esforzándome por mantener la voz serena, aunque sentía que se quebraría en cualquier momento.

— No, señorita. Todo en orden.

— Bien —respondí con tono seco antes de entrar a mi oficina y cerrar la puerta tras de mí.

En cuanto me dejé caer en la silla, el dolor reprimido salió a flote. Las lágrimas cayeron sin control, liberando lo que había intentado ocultar.

La conversación que había tenido con Gabriel se repetía en mi mente, como una pesadilla que no podía detener.

— "¿Tú… mataste a mi padre?"

— "No directamente, pero sí tuve algo que ver."

Esas palabras resonaban, crueles y frías, desgarrándome por dentro.

Golpeé el escritorio con ambas manos, sintiendo un ardor que no solo quemaba mis palmas, sino que parecía extenderse a mi pecho. Las lágrimas caían sin control, cada una cargada de odio y desesperación.

— ¡No sabes cuánto te odio, Gabriel Agreste! —grité al aire, como si mi voz pudiera atravesar los muros y llegar hasta él.

Escuché un golpe en la puerta, pero no respondí. Aun así, la puerta se abrió lentamente.

— Jefa, necesito que firm... ¿Marinette, qué sucede? —preguntó Oscar, con el ceño fruncido y una evidente preocupación en sus ojos.

Detrás de él apareció Alya, mirándome con sorpresa y alarma.

— ¿Marinette? —dijo, acercándose rápidamente— ¿Por qué estás tan mal? ¿Qué pasó?

Tragué saliva, pero las palabras salieron antes de que pudiera detenerme.

— Gabriel... —murmuré, con un temblor en la voz que apenas reconocía.

Oscar dio un paso más cerca, compartiendo una mirada de desconcierto con Alya.

— ¿Qué pasa con él? —preguntó Oscar, confundido pero decidido a entender.

Respiré hondo, intentando detener las lágrimas que seguían cayendo sin tregua.

— ¡Es un infeliz! —dije, mientras la rabia y la tristeza se mezclaban en un torbellino imparable— Él... él estuvo involucrado en la muerte de mi padre.

Mis palabras parecieron congelar la habitación. La expresión de Alya cambió de desconcierto a furia, mientras Oscar se quedaba sin palabras, claramente impactado.

— ¿Estás segura de eso? —preguntó Oscar, su voz llena de incredulidad y preocupación.

— Me lo dijo en la cara —respondí, levantándome de la silla de golpe, mientras sentía un nudo de ira en mi garganta—. Me lo confesó sin ningún tipo de arrepentimiento, como si fuera un logro.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora