Cap. 7

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Narra Adrien.
Después de que Eduardo se fue, Marinette me limpió la herida que tenía en el labio con una delicadeza que contrastaba con la intensidad del enfrentamiento reciente. Estábamos sentados en el sofá de su elegante sala. El silencio entre nosotros era denso, cargado de emociones, mientras nuestras miradas se mantenían conectadas.

De pronto, ese momento fue interrumpido por el sonido de mi celular vibrando en el bolsillo de mi pantalón.

— Es mi padre... debo... debo responder —dije, un poco nervioso, sacando el celular con rapidez.

— Sí, está bien —contestó ella, levantándose del sofá con el botiquín en las manos y caminando hacia su habitación, sus pasos resonando suavemente en el piso

— Bueno —dije al contestar la llamada de mi padre.

— Adrien, ¿dónde estás ahora? —preguntó él con su habitual tono de autoridad.

— ¿Para qué quieres saberlo? —respondí, tratando de mantener la calma.

— Necesito que vengas a casa, quiero hablar contigo. Es importante.

— ¿Ahora? —miré el reloj en mi muñeca, notando que eran casi las ocho y media— Papá, son casi las ocho treinta. ¿No crees que puedes esperar hasta mañana?

— No, Adrien, entre más pronto hablemos, mejor.

Suspiré, sabiendo que no tenía otra opción.

— Bien, en seguida salgo para allá.

— Te espero entonces —dijo, y la llamada terminó.

Marinette volvió a la sala, ya cuando mi llamada habia terminado, y preguntó.

— ¿Sucede algo, Adrien?

— Mi padre necesita verme —respondí, intentando sonar despreocupado.

— Oh, bien... ten cuidado en el camino —dijo con una sonrisa leve pero genuina.

— Lo tendré, gracias —respondí, acercándome a ella para darle un beso en la mejilla en señal de despedida — ¿Te gustaría que mañana desayunemos juntos?

— Sí, te veo en el restaurante de hoy —asintió con una sonrisa

— Hecho. Adiós, descansa —dije, dirigiéndome hacia la puerta.

Antes de cerrar, la escuché decir suavemente.

— Adiós, Adrien, cuídate.

Dejé su apartamento y crucé el pasillo hasta el mío, a solo unos metros de distancia. Al entrar, me cambié rápidamente la camisa, notando el pequeño corte en el labio reflejado en el espejo. Luego, salí nuevamente, esta vez rumbo a la casa de mis padres, preparándome mentalmente para lo que mi padre tuviera que decirme.

La mansión de mis padres apareció en la distancia, imponente y silenciosa bajo el cielo nocturno. Aparqué el coche y me dirigí hacia la puerta principal, donde Nathalie me esperaba con su habitual semblante serio.

— Adrien, tu padre está en su despacho. Te está esperando —dijo sin perder tiempo en saludos innecesarios.

Asentí y me dirigí hacia el despacho, notando el eco de mis pasos en el pasillo. Al abrir la puerta, vi a mi padre sentado detrás de su escritorio, su expresión era impasible, pero había algo que me hizo saber que esto no sería una simple conversación.

— Papá, estoy aquí. ¿De qué quieres hablar? —dije, cerrando la puerta detrás de mí y caminando hacia su escritorio

Mi padre levantó la mirada de unos papeles que tenía frente a él y me indicó con un gesto que tomara asiento. Me senté, esperando a que él hablara primero.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora