Narra Marinette.
Estábamos recostados en el sofá, y Adrien me abrazaba con fuerza, como si temiera que en cualquier momento fuera a desaparecer. Habían pasado aproximadamente unos cuarenta y cinco minutos desde que habíamos dejado de hablar, sumidos en un silencio cómodo, solo acompañados por el latido de su corazón bajo mi oído. Se sentía tan bien estar entre sus brazos, que por un instante me permití imaginar cómo sería si este momento pudiera durar para siempre.Esa sensación de paz, de seguridad, me envolvía completamente. Sentí sus manos acariciar mi espalda de manera lenta, como si quisiera grabar cada segundo en su memoria. Fácilmente podría acostumbrarme a esto, a la calma que encontraba en él, a la idea de dejarme llevar por lo que mi corazón comenzaba a susurrar.
Pero era imposible. No podía permitirme bajar la guardia. No podía olvidar cuál era mi verdadero objetivo, por más que estos sentimientos, que nunca quise, se estuvieran filtrando cada vez más en mi interior. Lo correcto, lo que debía hacer, era recordar el plan. Usar a Adrien para destruir a Gabriel. Y aún así... aquí estaba, perdiéndome en el calor de su cuerpo, en sus palabras, en lo que significaba para él.
Susurré su nombre, apenas audiblemente, como si quisiera probar cómo sonaba en mis labios ahora que mis sentimientos estaban comenzando a tambalear. Sentí su respuesta en un suspiro profundo, y me di cuenta de que estaba más cerca de ceder de lo que me atrevía a admitir.
— Amor —me llamó de repente, interrumpiendo mis pensamientos. Aunque no quisiera admitirlo, me encantaba cuando me llamaba así. Su voz siempre estaba impregnada de dulzura y ternura, y una parte de mí, esa que luchaba constantemente por mantenerse fría, se derretía ante esa palabra. Era una lástima que no pudiera decirle lo mismo.
— ¿Sí? —respondí separándome de su abrazo para mirarlo a los ojos, notando un ligero nerviosismo en su rostro.
— Tengo algo que decirte —murmuró mientras sus ojos buscaban los míos, como si intentara medir mi reacción.
— Te escucho —le dije con una pequeña sonrisa que disimulaba el torbellino de emociones dentro de mí.
— Me voy a Hawái mañana a primera hora —soltó de golpe.
Sentí una punzada en el pecho, pero no estaba segura si era porque esta noticia complicaría mi plan o porque, en el fondo, me afectaba más de lo que quería admitir.
— ¿Qué? —mi voz salió en un susurro, entre la sorpresa y el desconcierto— ¿Por qué?
— Están por comenzar la construcción de mi proyecto —explicó Adrien, su voz fluctuando entre la emoción y una especie de preocupación— Soy el arquitecto encargado de supervisar la obra, y será el primer proyecto en el que estaré directamente involucrado. He trabajado en este proyecto durante meses, y de verdad me hace ilusión estar presente en cada paso de su construcción.
Mientras lo escuchaba hablar con tanto entusiasmo, intenté mantener una expresión neutral, aunque por dentro, sus palabras resonaban con más fuerza de lo que esperaba. Su partida no solo significaba un obstáculo para mi plan, sino que... ¿por qué la idea de que se fuera me afectaba tanto?
— Lo entiendo, es un proyecto importante para ti —respondí, forzando una calma que no sentía del todo— Pero... ¿por cuánto tiempo te vas?
Adrien tomó mis manos entre las suyas, suavizando el ambiente, como si supiera que la respuesta podría ser difícil.
— No lo sé exactamente... tal vez un par de meses, quizás más, depende de cómo avance la obra.
Un nudo se formó en mi garganta. Dos meses... o más. Él se iría y, aunque no quería admitirlo, la noticia me desanimaba. ¿Por qué me afectaba tanto? Mi plan debería seguir adelante, pero... ¿qué había cambiado?

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𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫
Fiksi PenggemarMarinette, una joven exitosa y reconocida por su impecable trabajo ha jurado vengarse de aquellos que hicieron daño a su familia y arruinaron la vida de su padre. Sin embargo, sentimientos inesperados empiezan a surgir trayendo consigo complicacione...