Cap. 3

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- Buenos días Sandra -saludó Marinette, llegando hasta la puerta de su oficina

- Buen día señorita -contestó la secretaria poniéndose de pie

- ¿A qué hora es la reunión con el posible nuevo socio? -preguntó Marinette

- A las ocho, en el restaurante Delicious

- Muy bien. ¿Tienes los documentos que debo firmar?

- Si, en seguida se los llevo -respondió Sandra

Marinette asintió y luego ingreso a su oficina, encendió su equipo de cómputo y se dispuso a revisar archivos importantes que había dejado pendientes.
Entre documentos por revisar y firmar los minutos fueron pasando, hasta que la hora de la reunión llegó.

Marinette tomó su bolso y salió de la oficina, dejando instrucciones claras a su secretaria.
Subió a su auto y en pocos minutos ya estaba en el lugar acordado, un elegante restaurante con paredes de ladrillo y una iluminación cálida que creaba un ambiente acogedor. La azabache entró y caminó con paso firme hacia la mesa en la que la esperaban.

- Buenos días, Sr. Eduardo -saludó Marinette con amabilidad, sin perder su postura seria.

- Marinette, qué gusto me da verte -dijo el hombre poniéndose de pie y extendiendo la mano con una sonrisa encantadora- Siéntate, por favor.

- Gracias -respondió la chica, tomando asiento frente a él y colocando su bolso cuidadosamente a su lado.

- ¿Te gustaría algo, un café, un postre?

- Un café estaría bien.

El hombre alzó la mano para llamar la atención del mesero, quien atendió inmediatamente.

- ¿Sí, señor?

- Trae un americano y... -dijo, mirando a Marinette.

- Un capuchino, por favor -contestó ella con voz firme.

- Por supuesto -dijo el mesero tomando su orden- ¿Algo más?

- Es todo, gracias -respondió Eduardo con una sonrisa.

- Bien, en seguida traeré su orden -dijo el mesero y se retiró.

Eduardo se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos brillaban con una mezcla de admiración y deseo mientras observaba a Marinette.

- Bueno, Marinette, antes que nada quiero felicitarte por el estupendo trabajo que hiciste anoche. No pude presenciarlo en persona, pero lo vi por televisión. Fue maravilloso, digno de una empresaria como tú.

Marinette asintió, pero su expresión no se suavizó.

- Muchas gracias, señor Eduardo. Me da gusto saber que el evento fue de su agrado.

- Por favor, Marinette, háblame de tú. No creo que seamos tan diferentes en edad -dijo, su tono volviéndose más íntimo.

- Bueno, está bien. Ahora podemos hablar de lo que nos interesa: negocios

Eduardo soltó una risa suave y se inclinó aún más cerca, intentando tomar la mano de Marinette sobre la mesa. Ella la retiró discretamente, pero con firmeza.

El mesero se acercó con el pedido de ambos y los colocó sobre la mesa. Ellos le agradecieron y luego el mesero se retiró. Marinette tomó un sorbo de su capuchino, manteniendo la mirada fija en Eduardo.

- ¿Por qué tanta prisa? Prefiero que primero nos conozcamos un poco -dijo, con una sonrisa que pretendía ser encantadora, pero que a Marinette le resultó repulsiva.

𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora