Capítulo 24: Lo que queda entre nosotras

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Pov. Alaya

El aula se siente más fría de lo normal hoy. A pesar del bullicio que siempre llena el ambiente, mi mente está sumida en otro lugar. Miro a Leonor, sentada del otro lado de la clase, riendo con sus nuevas amigas. No puedo evitar recordar cómo era todo antes. Nosotras éramos inseparables, las mejores amigas que juraron estar juntas hasta el final. Ahora, parece que esas promesas fueron palabras vacías, meros susurros que el viento se llevó en algún momento de los últimos meses.

Antes, Leonor y yo lo hacíamos todo juntas. Éramos como dos piezas de un rompecabezas que encajaban perfectamente. Recuerdo las tardes de risa, las conversaciones sobre cualquier cosa y nada a la vez, y sobre todo, nuestras promesas. “Siempre estaremos juntas”, decía ella con una sonrisa, como si el mundo no pudiera separarnos. Y yo, con mi típica frialdad, asentía, tal vez no mostrando tanto entusiasmo, pero sintiendo en lo más profundo que esas palabras eran ciertas. Éramos amigas hasta el final, o eso creía.

Pero todo cambió cuando volvimos a clases. Es difícil precisar el momento exacto en que comenzamos a distanciarnos. Al principio, era algo sutil, casi imperceptible. Una excusa aquí, una salida que no incluyó a la otra allá. Luego, sus nuevas amigas comenzaron a aparecer. Al principio, pensé que no importaba. Leonor siempre ha sido alguien social, abierta, alguien que hace amigos con facilidad, mientras que yo siempre he sido la seria, la que prefiere estar en silencio y en mi propio mundo. Supuse que eso no cambiaría nada entre nosotras. Pero me equivoqué.

Ahora, es como si yo no existiera. Como si la Alaya que fue su mejor amiga simplemente se hubiera desvanecido. No hay más charlas interminables, no hay más promesas. A veces pienso que tal vez fue mi culpa. Tal vez, mi frialdad, mi incapacidad para ser como ella quería, la alejó. Pero rápidamente desecho esa idea. No tiene sentido culparme. Las personas cambian, y las amistades también.

Leonor siempre ha sido el tipo de persona que se deja llevar por lo que está de moda, por las últimas tendencias. Desde que volvimos a clases, parece que todo lo que le importa es eso: la moda, las apariencias, lo superficial. Ya no somos las chicas que se reían de las mismas tonterías, que compartían secretos. Ella ha encontrado algo más, o tal vez alguien más que la haga sentir que pertenece. Y yo... yo sigo aquí, viendo cómo se aleja cada día más.

Es extraño, porque aunque siento ese vacío, no puedo enfrentarla. No quiero enfrentarla. Fingir que todo está bien es más fácil que admitir que nuestra amistad se ha desmoronado. No sé si es orgullo, miedo o simplemente costumbre, pero no puedo permitirme mostrar lo que siento. Así que hago lo que mejor sé hacer: me escondo detrás de mi frialdad, de mi seriedad, de esa barrera que siempre he construido alrededor de mí. Si ella quiere alejarse, que lo haga. No la detendré.

Recuerdo una vez, antes de que todo cambiara, cuando estábamos en su cuarto, tiradas en la cama, hablando de cómo sería nuestro futuro. Leonor, siempre soñadora, hablaba de cómo íbamos a viajar juntas, de cómo íbamos a vivir aventuras y crecer siendo mejores amigas. “Nada nos va a separar”, me dijo, sonriendo como siempre. Pero ahora, esas palabras parecen un mal chiste. Nos hemos separado, y lo peor de todo es que no tengo la fuerza ni el interés de intentar arreglarlo.

Miro hacia ella una vez más, observando cómo sus nuevas amigas la rodean, cómo ríe con ellas, como si yo nunca hubiera sido parte de su vida. Una pequeña parte de mí siente rabia, pero rápidamente la apago. No tiene sentido aferrarse a algo que ya no existe. Leonor y yo éramos inseparables, sí, pero ahora solo somos sombras de lo que alguna vez fuimos. Y está bien. Fingiré que todo sigue igual, que no me importa, que puedo seguir sin ella. Después de todo, es lo que siempre hago.

El timbre suena, y ella sale del aula sin siquiera mirarme. Me levanto de mi asiento y me dirijo hacia la puerta, mi rostro sin emoción, mi mente en silencio. No puedo cambiar lo que ha pasado, y no quiero intentarlo. Si Leonor ha decidido alejarse, yo solo puedo aceptarlo.

Hoy ha sido otro día más en esta rutina de fingir que todo está bien. Y mañana será igual.

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