Capítulo 8: Entre sombras y verdades

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Pov.

Había pasado ya una semana desde aquella intensa pelea entre Alaya y Kiara. Aunque compartían las mismas aulas, apenas cruzaban miradas. Alaya notaba la tensión cada vez que Kiara pasaba cerca, pero ambas fingían que nada había ocurrido. Sin embargo, la distancia entre ellas se hacía cada vez más evidente para el resto del grupo.

Con el paso de los días, Alaya comenzó a acercarse más a Luisa y Celeste. Aunque siempre habían sido parte del mismo grupo, nunca tuvo una conexión tan profunda con ellas como la que tuvo con Kiara o Sophie. Pero ahora, con Kiara fuera de escena, parecía natural pasar más tiempo con Luisa y Celeste. Empezaron a charlar más, a compartir bromas e incluso a sentarse juntas en clase. Sin embargo, Alaya no podía evitar sentirse incómoda con el hecho de que, aunque se llevaba bien con ellas, no sentía esa verdadera conexión que tanto anhelaba. Algo faltaba, y ese vacío la atormentaba en silencio.

Un día, mientras Alaya caminaba hacia la salida al final de las clases, Clara y Leonor se le acercaron. Ambas habían notado que algo no estaba bien entre Alaya y Kiara, y aunque no eran del tipo de amigas que se metían demasiado en los problemas de los demás, la tensión ya era tan palpable que decidieron intervenir.

—Alaya, ¿podemos hablar un momento? —dijo Clara, poniéndose al lado de ella con una expresión seria.

Alaya asintió, aunque sabía lo que venía.

—Claro, dime.

Leonor miró a Clara, como si le pidiera que fuera directa. Clara, como siempre, no se anduvo con rodeos.

—Nos hemos dado cuenta de que tú y Kiara no han hablado en días. ¿Qué pasó? —preguntó sin tapujos.

Alaya suspiró y miró hacia el suelo. No quería entrar en detalles, pero tampoco podía seguir evitando el tema.

—Tuvimos una discusión —admitió finalmente, con un tono de voz que delataba lo mucho que le pesaba la situación—. Algo sobre Frida… No lo sé, la cosa es que desde entonces las cosas han cambiado. Ya no hablamos, ni siquiera intentamos arreglarlo.

Leonor frunció el ceño, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar.

—Pero ustedes eran muy cercanas, Alaya. Es raro que por una discusión se distancien así —comentó Leonor, tratando de buscarle sentido a la situación—. ¿No crees que pueden hablarlo y resolverlo?

Alaya negó con la cabeza, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza.

—No es solo la discusión —respondió, buscando las palabras correctas—. Siento que todo ha cambiado desde la pandemia. Yo… me di cuenta de muchas cosas. Ya no me siento igual con ella ni con las demás. Me molesta el contacto físico, no me siento cómoda, y eso no lo entiende nadie. Kiara parece estar mejor sin mí… y no sé si quiero arreglarlo o si quiero que todo vuelva a ser como antes.

Clara y Leonor la escuchaban en silencio, sin saber qué decir. Era evidente que Alaya estaba pasando por un proceso interno complicado. Después de unos segundos, Clara rompió el silencio.

—Bueno, si necesitas hablar o algo, ya sabes que estamos aquí —dijo, con un tono más suave del que Alaya estaba acostumbrada a escuchar de ella.

Alaya asintió, agradecida, pero sabía que no era a ellas a quienes quería abrirse por completo.

Las siguientes horas transcurrieron con normalidad, aunque Alaya no dejaba de pensar en la conversación con Clara y Leonor. Sabía que no podía seguir guardando lo que sentía para ella sola, pero no sabía cómo expresarlo sin sentirse aún más vulnerable. En lugar de seguir dándole vueltas, decidió buscar consuelo en la única persona con la que realmente se sentía en paz: Sophie.

Al terminar las clases, se dirigió directamente a casa de Sophie, sabiendo que allí encontraría el refugio que necesitaba. Sophie era la única que no le exigía explicaciones ni la forzaba a estar bien cuando no lo estaba. La relación entre ambas era simple, sin complicaciones ni falsas expectativas. Y eso era lo que Alaya necesitaba.

Cuando llegó, Sophie la recibió con su habitual sonrisa tranquila. Sin siquiera tener que decirle nada, Sophie sabía que algo no andaba bien.

—¿Quieres hablar? —preguntó, en su tono calmado y reconfortante.

Alaya asintió, sintiendo cómo una ola de emociones se le venía encima de golpe. Durante tanto tiempo había reprimido lo que sentía, pero con Sophie no necesitaba fingir. Se sentaron juntas en el jardín de la casa, alejadas del ruido y las distracciones. Alaya, después de un profundo suspiro, comenzó a hablar.

—Me siento… perdida —dijo en voz baja, como si le costara admitirlo—. Kiara y yo peleamos y no sé si las cosas volverán a ser como antes. Me siento apartada, no conecto con nadie como solía hacerlo. Desde la pandemia, todo cambió. Ya no me gusta el contacto físico, no soporto que me toquen… Y siento que nadie lo entiende. Parece que a Kiara ya no le importa, y… quizás esté bien así, pero duele. Duele mucho.

Sophie la escuchaba con atención, sin interrumpirla, dejando que Alaya desahogara todo lo que había guardado durante tanto tiempo.

—No tienes que forzarte a estar bien, Alaya —dijo finalmente Sophie, cuando su amiga terminó de hablar—. Si necesitas espacio, tómalo. No tienes que ser la misma de antes, ni para Kiara ni para nadie. Si no te sientes cómoda, está bien. Y si necesitas alejarte, también está bien.

Alaya sintió un nudo en la garganta, pero al mismo tiempo, un pequeño alivio. Sophie, como siempre, sabía exactamente qué decir. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió comprendida, como si alguien finalmente entendiera lo que estaba pasando por su mente.

—Gracias, Sophie —dijo Alaya en un susurro—. Eres la única que me entiende de verdad.

Sophie le dio una pequeña sonrisa, y ambas se quedaron en silencio, disfrutando de la calma que les brindaba el momento. Alaya sabía que todavía tenía mucho por enfrentar, pero al menos, en ese instante, no se sentía tan sola.

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