Pov. Alaya
Desde el primer momento en que conocí a Kiara, supe que había algo especial en nuestra conexión. Era el tipo de relación que me hacía sentir viva, llena de energía y promesas. Sin embargo, con el tiempo, ese mismo lazo se transformó en un lastre que me arrastraba hacia lo más oscuro de mi ser. Kiara fue, sin duda, el detonante de todos mis errores. Al principio, su atención me hacía sentir única, como si pudiera conquistar el mundo a su lado. Pero poco a poco, esa necesidad de su aprobación se convirtió en una prisión.
Era extraño, porque creía que la felicidad de tenerla cerca llenaba los vacíos que había en mí. Pero, a medida que nuestra amistad se intensificaba, comenzó a surgir una sombra. Con cada risa y cada mirada, me sentía más atrapada en su mundo, donde yo era un personaje secundario. Mi voz se desvanecía entre sus propias preocupaciones, y eso me hacía sentir insignificante. Mientras ella brillaba con su carisma y su alegría, yo comenzaba a desvanecerme, convirtiéndome en una versión opaca de mí misma.
Con el tiempo, Kiara se convirtió en el epicentro de mi existencia. Anhelaba su aprobación, su atención y su amor. Sin embargo, a medida que pasaban los días, empecé a darme cuenta de que su mundo no incluía un espacio para mí. Me encontraba constantemente buscando su mirada, deseando que me prestara atención, pero siempre había algo más importante en su vida. Me daba cuenta de que no me veía como lo hacía antes, y eso era devastador. Era como si, a su alrededor, mi brillo se apagara lentamente, y la oscuridad empezara a consumir lo que una vez fui.
En mis momentos más vulnerables, me daba cuenta de que nuestra relación estaba lejos de ser saludable. El brillo de su personalidad opacaba el mío, y me sentía cada vez más sola. Kiara me arrastró hacia un mundo hostil, donde la luz de la amistad se transformó en una sombra. A pesar de que compartíamos risas y momentos alegres, había una oscuridad que acechaba en nuestro vínculo, una tensión que me hacía sentir cada vez más alejada de ella y de mí misma.
A medida que nuestras vidas se entrelazaban, me di cuenta de que su presencia comenzaba a afectar mi esencia. Las inseguridades que había escondido se manifestaron en mí. La forma en que me miraba, la manera en que sus palabras a veces caían como dagas en mi corazón, me hacían sentir menos que nada. Comencé a dudar de mi valía, y esa necesidad de su aprobación se transformó en un deseo desesperado. Era un ciclo de sufrimiento que no sabía cómo romper.
Nunca supe cómo enfrentarla, cómo decirle lo que realmente necesitaba. A veces pensaba que quizás ella no era consciente de lo que estaba haciendo, de cómo sus acciones me hacían sentir. Pero a pesar de eso, la desesperación de querer acercarme a ella me mantenía atada a su lado. Me encontraba atrapada entre la necesidad de su compañía y el dolor que su indiferencia me causaba.
Kiara no solo se convirtió en una fuente de inseguridad, sino que también arruinó varios aspectos de mí que antes consideraba inquebrantables. La Alaya que solía ser, la que reía con facilidad, la que se sentía segura de sí misma, empezó a desvanecerse. El constante anhelo por su atención me dejó en un estado de confusión y tristeza. Mi mundo se volvió más oscuro, hostil y sin vida, y todo esto gracias a la persona que una vez creí que sería mi mejor amiga.
La frustración crecía dentro de mí, y cada vez que la veía interactuar con otras personas, me llenaba de celos y resentimiento. Mientras más intentaba acercarme, más distancia parecía poner entre nosotras. La forma en que se reía y disfrutaba de la compañía de otros me hacía sentir insignificante. Me preguntaba si realmente significaba algo para ella o si simplemente era un accesorio en su vida. Ese pensamiento se volvía más doloroso con cada día que pasaba.
Al final, la verdad era que Kiara nunca había estado a mi lado como yo esperaba. Su mundo giraba en torno a sí misma, y a pesar de que me quería ver como su mejor amiga, no podía ignorar que mi sufrimiento era invisible para ella. La sombra que había tomado su lugar me llenaba de desánimo, y no sabía cómo salir de ese ciclo.
Las conversaciones que solían ser profundas se convirtieron en intercambios superficiales. Me encontré deseando volver a los días en que éramos dos almas conectadas, pero la realidad era que nuestra amistad se había vuelto un campo de batalla interno. La lucha entre lo que quería y lo que necesitaba se hacía más fuerte con cada día que pasaba. No sabía si alguna vez podría liberarme de esa relación tóxica, pero el miedo a perder lo que creía que teníamos me mantenía cautiva.
Con cada rayo de esperanza que se apagaba, la necesidad de soltar a Kiara se intensificaba. Sin embargo, la idea de enfrentar esa verdad me aterraba. Tenía que encontrar la manera de enfrentar esta realidad, de liberarme de la carga que significaba Kiara en mi vida, pero el primer paso parecía el más difícil de todos. Mientras mis sentimientos de traición y confusión se intensificaban, sabía que, al final, tenía que tomar una decisión: seguir atada a una relación que me desgastaba o arriesgarme a enfrentar el vacío que su ausencia podría dejar.
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Más Allá Del Silencio
No FicciónAlaya Monroy vuelve a clases después de la pandemia, pero algo en ella ha cambiado. Antes era segura y confiada, ahora esconde bajo su sonrisa una oscuridad que nadie parece notar. Llena de inseguridades, atrapada en el dolor y la soledad, Alaya se...