Pov. Alaya
Celeste siempre había sido una presencia constante en mi vida, aunque nunca lo habíamos puesto en palabras grandiosas o sentimentales. Para mí, ella no era simplemente una amiga; era más que eso, aunque nunca llegamos a llamarnos "mejores amigas". A Celeste no le gustaban esas etiquetas, y yo lo respetaba. No quería forzar algo que tal vez ella no quería. Además, después de lo que había pasado con Clara, Kiara y Leonor, me daba miedo ponerle ese nombre a cualquier relación, por miedo a que también terminara mal. Así que Celeste, para mí, era mi "socia", una especie de compañera de vida, aunque nunca nos hubiéramos comprometido a serlo.
Lo que más me gustaba de Celeste era su capacidad para equilibrar seriedad y diversión. Era responsable, mucho más que la mayoría de las personas que conocía, pero también tenía esa chispa sarcástica que siempre lograba sacarme una sonrisa, incluso en los momentos más oscuros. Cuando todo parecía derrumbarse a mi alrededor, cuando el peso de las traiciones y las mentiras se volvía insoportable, Celeste aparecía con uno de sus comentarios mordaces, y, de repente, el mundo se sentía un poco más liviano.
Alaya no reía fácilmente, pero con Celeste siempre había esa excepción. Su humor no era el típico de bromas pesadas o infantiles, era más agudo, más inteligente, y de alguna manera, eso me hacía sentir conectada a ella de una forma distinta a los demás. Celeste siempre tenía algo que decir, algo que me hacía recordar que, aunque las amistades eran importantes, no lo eran todo. Me enseñó, sin decirlo abiertamente, que no era necesario tener una "mejor amiga" para estar completa.
A veces, me preguntaba si Celeste realmente me conocía. Claro, ella sabía lo que la mayoría no sabía, lo que estaba detrás de mis sonrisas forzadas y de mis silencios. Pero nunca me preguntaba directamente si estaba bien, y eso, extrañamente, me daba alivio. No me obligaba a abrirme si no quería, no me presionaba a confesar lo que ni siquiera sabía cómo poner en palabras. Celeste simplemente estaba ahí, siendo ella misma, y eso era suficiente.
Había algo en nuestra amistad que me hacía sentir segura. No era como esas relaciones cargadas de promesas vacías y declaraciones de amor eterno que había tenido con Clara o Kiara. Con Celeste no había necesidad de prometer nada. Sabíamos lo que éramos, y eso bastaba. No necesitábamos etiquetas ni juramentos. Ella me había demostrado que no era necesario tener una "mejor amiga" para ser fuerte. Me mostró que no había nada de malo en estar sola, en valerse por una misma. Y en esos momentos en los que me sentía atrapada por la presión de las expectativas de los demás, recordaba sus palabras sarcásticas y su actitud relajada ante la vida, y eso me ayudaba a seguir adelante.
A veces me preguntaba si algún día llegaría a perder a Celeste como había perdido a las demás. Si alguna vez esa frialdad que siempre había sentido al final de las relaciones se metería entre nosotras. Pero hasta ahora, eso no había pasado. Celeste seguía siendo esa persona clave en mi vida, esa que sin esforzarse demasiado, había cambiado mi forma de ver las cosas. Sabía que no podía depender de ella para siempre, pero al menos por ahora, su presencia me daba una especie de paz que no encontraba en ningún otro lado.
No sé qué pasará en el futuro. Puede que algún día nuestra amistad se disuelva como lo hicieron tantas otras, o puede que sigamos siendo esas "socias" que, sin necesidad de llamarse mejores amigas, logran sostenerse la una a la otra en medio del caos. Pero lo que sí sé es que, pase lo que pase, Celeste siempre será alguien importante para mí. Me enseñó algo que nadie más había sido capaz de enseñarme: que no está mal estar sola, y que a veces, eso es justo lo que necesitamos.
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Más Allá Del Silencio
Документальная прозаAlaya Monroy vuelve a clases después de la pandemia, pero algo en ella ha cambiado. Antes era segura y confiada, ahora esconde bajo su sonrisa una oscuridad que nadie parece notar. Llena de inseguridades, atrapada en el dolor y la soledad, Alaya se...