Pov. Alaya
La habitación estaba en silencio, y solo se escuchaba el suave murmullo del viento que se filtraba por la ventana. Me senté en un rincón, con la mirada perdida en el vacío, mientras esa presencia desconocida, que parecía conocer mis secretos más profundos, me miraba con atención. La tensión en el aire era palpable, como si cada pregunta que iba a hacerme se intercalara con mis propios pensamientos oscuros.
“¿Cómo te sientes, Alaya?” La voz suave y preocupada resonó en la habitación.
Una parte de mí quería cerrar la puerta y mantenerme en mi mundo, pero otra sabía que no podía seguir así. Así que respiré hondo y dejé escapar las palabras que había guardado tanto tiempo. “Me siento excluida, como si no importara. A veces, pienso que estoy rodeada de gente, pero al mismo tiempo, estoy completamente sola”.
“¿Por qué piensas eso?” la voz preguntó, con una curiosidad genuina.
“Porque hay momentos en los que mis amigas no me ven. Me ignoran. Es como si estuviera hablando, pero mis palabras no importaran. Me siento traicionada, como si sus risas y su alegría no fueran para mí. Hay una desconexión entre nosotras, y me duele.” Mis ojos comenzaron a humedecerse mientras hablaba, pero tenía que seguir.
“¿Y quién crees que ha contribuido a eso?”
Pensé en Kiara, en cómo su presencia había transformado mi vida, y no de la manera que esperaba. “Kiara, definitivamente. Siempre he querido su aprobación. Era como si su amistad fuera lo único que necesitaba para sentirme completa. Pero ahora, cada vez que la veo interactuar con otros, siento que me ignora, que no le importo. Esa necesidad de su atención se ha vuelto un peso que no sé cómo cargar”.
“Eso suena muy doloroso. ¿Te sientes traicionada por ella?”
“Sí”, respondí sin dudar. “Me siento traicionada e ignorada. A veces, pienso que es imposible recuperar lo que teníamos. Siento que me miente, que no ve lo que realmente estoy pasando. Como si estuviera atrapada en una burbuja de mentiras y mi voz se ahogara en un mar de risas que no son mías”.
“Y respecto a tus otras amistades, ¿cómo te sientes con ellas?”
“Celeste y Luisa son diferentes. Ellas han estado a mi lado, me han apoyado. Pero incluso con ellas, hay una barrera que no puedo cruzar. Me gustaría compartirles todo esto, pero no quiero que piensen que soy débil. He comenzado a dudar de su lealtad. A veces, me pregunto si realmente están ahí para mí o si solo están cumpliendo un papel”.
“¿Por qué piensas eso?” La voz se llenó de preocupación.
“Porque siempre he tenido miedo de que las amistades que valoro terminen como lo hicieron otras. Clara y Leonor, por ejemplo, se convirtieron en extrañas. Lo que solíamos tener se desvaneció. Y no quiero que eso me pase con Celeste y Luisa. No quiero que se alejen de mí porque soy una carga”.
“¿Crees que deberías hablar con ellas sobre cómo te sientes?” La pregunta se deslizó suavemente.
“Lo he pensado, pero me aterra la idea de ser juzgada. Ya tengo suficiente con lo que siento. No quiero que me vean como una persona que no sabe manejar sus emociones. A veces creo que solo estoy exagerando, que debería ser capaz de lidiar con esto sola”.
“Pero no tienes que hacerlo sola”, la voz insistió. “¿No crees que ellas querrían saber lo que estás pasando?”
“Quizás. Pero hay tantas cosas en mi cabeza que no sé por dónde empezar. A veces, simplemente deseo que todo esto se disuelva. Que vuelva a ser la Alaya de antes, la que podía reír y disfrutar sin preocuparse por lo que otros pensaran”.
“¿Y qué crees que necesitas para lograr eso?”
Cerré los ojos y me permití reflexionar. “Necesito encontrarme a mí misma, y no sé cómo hacerlo. Quizás, en lugar de seguir buscando la validación en otros, debería aprender a darme ese valor a mí misma. Pero me resulta tan complicado. La inseguridad me atrapa. Me gustaría encontrar una manera de ser fuerte, de hacer frente a mis miedos”.
“Es un buen comienzo”, la voz concluyó. “Entender lo que sientes es el primer paso para cambiarlo. A veces, es en la vulnerabilidad donde encontramos nuestra verdadera fuerza”.
Las palabras resonaron en mi interior, como un eco que podía escuchar pero no siempre creía. En ese momento, me di cuenta de que tenía que abrirme a la posibilidad de que el cambio fuera posible. Aunque la conversación aún dejaba un nudo en mi garganta, había un rayo de esperanza que comenzaba a brotar en medio de la oscuridad.
Mientras continuábamos hablando, sentí que poco a poco empezaba a aflojarse la pesada carga que había estado llevando. Quizás, solo quizás, había una salida a este laberinto de emociones.
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Más Allá Del Silencio
Документальная прозаAlaya Monroy vuelve a clases después de la pandemia, pero algo en ella ha cambiado. Antes era segura y confiada, ahora esconde bajo su sonrisa una oscuridad que nadie parece notar. Llena de inseguridades, atrapada en el dolor y la soledad, Alaya se...