Capítulo 42: El peso de una amistad

4 0 0
                                    










Pov.





El sol se alzó en el horizonte, y Alaya sintió que la luz atravesaba su habitación, pero no lograba iluminar la oscuridad que había crecido en su corazón. Había pasado toda la noche dándole vueltas a las palabras que quería decirle a Kiara, pero a medida que se acercaba el momento, sus pensamientos se volvían más confusos y pesados.

Finalmente, decidió que tenía que hablar con Kiara. Alaya sabía que debía hacerlo; no podía permitir que la traición continuara afectando su bienestar. Se dirigió a la escuela con el corazón en la mano y una mezcla de nerviosismo y determinación. Al llegar, la vio en un grupo con Frida y otros compañeros, riendo y disfrutando de su día. El espectáculo era doloroso; cada risa de Kiara parecía un puñal en el pecho de Alaya.

Con la mente llena de dudas, Alaya se acercó, pero antes de hablar, se detuvo. Observó a Kiara, notando que no parecía darse cuenta del impacto que sus acciones estaban teniendo en ella. La sensación de impotencia creció en su interior. Alaya tragó saliva, reuniendo valor para interrumpir el momento.

—¿Podemos hablar un momento? —preguntó, tratando de sonar firme, aunque su voz temblaba un poco.

Kiara se volvió hacia ella, una mirada de sorpresa en su rostro.

—Claro, pero ahora estoy ocupada, ¿puedes esperar? —respondió con indiferencia, volviendo a centrar su atención en Frida.

Alaya sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Cada palabra de Kiara le hacía sentir que sus preocupaciones eran insignificantes, que su dolor no importaba. La rechazaron una vez más, y esa falta de atención la afectó más de lo que estaba dispuesta a admitir. Sin embargo, no podía rendirse tan fácilmente.

—Es importante —insistió Alaya, sintiendo cómo el nudo en su garganta se hacía más apretado—. Necesito entender por qué me bloqueaste de tus historias, por qué no me hablaste de tu cumpleaños.

Kiara frunció el ceño, y por un momento, pareció dudar. Sin embargo, en lugar de responder, se encogió de hombros, como si todo fuera irrelevante.

—No fue nada personal, Laia. Solo fue una fiesta. Hay muchas cosas que pasan, y no siempre puedo estar pendiente de todos. ¿No puedes dejarlo ir?

Las palabras de Kiara eran como un golpe. Alaya se sintió pequeña y vulnerable, incapaz de responder a la frialdad que su amiga le mostraba.

—No entiendo cómo puedes ser tan indiferente. Creí que éramos amigas, que podíamos contarnos las cosas —dijo, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba.

Kiara la miró como si realmente no comprendiera su angustia.

—Lo somos, pero a veces, las cosas cambian. No puedo ser la única en quien confías —replicó Kiara, su tono impasible.

Alaya sintió que una ola de frustración la invadía. Era como si estuviera hablando con una pared. La chispa que una vez iluminaba su amistad estaba desapareciendo, y ella no sabía cómo detenerlo.

—No es que confíe solo en ti. Es que siento que te has alejado de mí. No sé cómo dejarte ir. Es como si cada vez que intento hacerlo, me doy cuenta de cuánto dependía de ti —dijo, su voz llena de emoción. Era verdad; su autoestima se había desgastado porque siempre había buscado la validación de Kiara. Sin ella, se sentía perdida.

—Alaya, no puedes hacerme responsable de tus inseguridades. Eso no es justo. Debes aprender a ser tú misma sin necesitar a los demás. Tienes que encontrar tu propio camino —respondió Kiara, y por primera vez, un atisbo de frustración apareció en su rostro.

Alaya sintió que la desesperación la invadía.

—Pero tú eres parte de mi camino. No puedo simplemente olvidarte o dejarte ir —le dijo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.

—Entonces, tal vez necesites trabajar en eso. No puedo estar siempre ahí para ti —dijo Kiara, con un tono que hacía difícil saber si se preocupaba por su amiga o si simplemente estaba cansada de la situación.

Alaya sintió que su corazón se rompía un poco más. Era doloroso ver cómo la amistad que una vez fue tan fuerte se desmoronaba. Aunque sabía que Kiara tenía razón en que debía encontrar su propio camino, la idea de separarse de ella era aterradora.

—Quizás necesitemos un tiempo, entonces —dijo Alaya, incapaz de sostener la mirada de Kiara por más tiempo.

Kiara asintió, pero no parecía afectada.

—Eso puede ser lo mejor —respondió, volviendo a girar hacia su grupo. Alaya se sintió desolada, como si el peso de la decepción se hubiera asentado sobre sus hombros.

Mientras se alejaba, la sensación de vacío la invadió. ¿Qué iba a hacer ahora? Sin Kiara, se sentía como un barco a la deriva en un mar de incertidumbre. Cada paso que daba le recordaba cuánto había dependido de ella y cuán difícil sería liberarse de esa carga.

A medida que el día avanzaba, la pregunta de Alaya seguía retumbando en su mente: ¿cómo podía aprender a ser ella misma sin Kiara? El camino hacia la independencia emocional sería complicado, pero tal vez había llegado el momento de empezar a explorar quién era sin la influencia de su amiga.

Se dio cuenta de que el primer paso era dejar de permitir que la inseguridad gobernara su vida. Con cada paso, Alaya decidió que, aunque le costara, aprendería a dejar ir.






Más Allá Del Silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora