Pov.
Los días pasaron tras aquella pesadilla que había sacudido a Alaya, dejando en su interior un eco de angustia. Aunque había despertado en su habitación, la sombra de la pesadilla se había arrastrado con ella, y cada mañana se encontraba más agotada y perturbada. Las migrañas comenzaron a asediarla, el dolor punzante en su cabeza a menudo la dejaba aturdida y vulnerable.
Mientras sus amigas continuaban su rutina, Alaya se esforzaba por mantener una fachada. Afuera, el mundo seguía girando, pero ella sentía que se sumía en un agujero del que no podía escapar. La gente a su alrededor asumía que su estado era consecuencia de los rumores sobre Lucas y Kiara, de la amistad fracturada que había surgido entre ellas. Pero eso no era más que una pequeña fracción de la tormenta que rugía en su interior.
Los murmullos de preocupación empezaron a fluir entre sus amigas. Luisa y Celeste fueron las primeras en notar que algo no estaba bien. La risa que antes solía brotar de Alaya se había desvanecido, reemplazada por una seriedad casi palpable.
—Alaya, ¿estás bien? —preguntó Luisa un día, su tono lleno de inquietud.
Alaya esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos. —Estoy bien, solo cansada —respondió, pero sabía que no era verdad. En su mente, las sombras seguían acechando, y el peso de su secreto se hacía más pesado con cada día que pasaba.
Celeste, siempre perceptiva, frunció el ceño. —No pareces bien. Te veo más fría, más distante. ¿Te está afectando lo de Lucas y Chiara?
Alaya se encogió de hombros. —No es eso, de verdad. Estoy bien, solo necesito un poco de tiempo para mí.
Pero en su interior, sabía que no estaba bien. Era un ciclo vicioso; cuanto más intentaba ocultar su dolor, más fría se volvía, y más preguntas surgían. Chiara y Leonor también comenzaron a darse cuenta. En las horas del almuerzo, Alaya se sentaba más alejada, su mirada perdida en el vacío, como si estuviera en un lugar completamente diferente.
—¿Qué le pasa a Alaya? —susurró Leonor a Chiara un día, mientras observaban a su amiga con preocupación.
—No lo sé. Parece tan diferente. —Chiara sintió un nudo en el estómago. A pesar de las tensiones recientes, su amistad con Alaya era importante para ella, y no podía ignorar la distancia que se había ido formando entre ellas.
Mientras tanto, Alaya se hundía en su propio mar de confusión. En el fondo, deseaba que alguien pudiera ver más allá de la superficie, que alguien entendiera el verdadero motivo de su sufrimiento. Pero cada vez que sus amigas le preguntaban, sentía que el muro que había construido se hacía más alto. No podían ver lo que había en su corazón, la verdadera razón por la que se sentía tan mal.
En el silencio de su habitación, cuando finalmente estaba sola, las lágrimas caían sin control. En esos momentos, la presión en su pecho se aliviaba un poco, pero luego volvía con más fuerza. Quería desahogarse, quería que alguien supiera la verdad, pero el miedo a ser incomprendida la mantenía prisionera.
Esa noche, mientras intentaba descansar, el dolor de cabeza volvió, más agudo que nunca. Alaya se aferró a su almohada, sintiendo que el mundo se desvanecía a su alrededor. Los murmullos de su pesadilla parecían resonar en su mente, recordándole que había algo en su pasado que debía enfrentar. Pero estaba tan agotada, tan cansada de luchar.
Alaya sabía que debía encontrar una manera de liberarse de este ciclo, de enfrentar sus miedos. Pero la pregunta seguía atormentándola: ¿cómo podía abrirse a los demás cuando ni siquiera ella misma comprendía completamente lo que estaba sintiendo? La lucha interna continuaba, y la soledad se hacía cada vez más palpable.
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Más Allá Del Silencio
Não FicçãoAlaya Monroy vuelve a clases después de la pandemia, pero algo en ella ha cambiado. Antes era segura y confiada, ahora esconde bajo su sonrisa una oscuridad que nadie parece notar. Llena de inseguridades, atrapada en el dolor y la soledad, Alaya se...