Capítulo 25: La otra cara de Clara

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Pov. Alaya

Siempre pensé que Clara y yo éramos inseparables. Compartíamos algo más que una simple amistad, o al menos eso creía. Ella siempre había sido brusca, agresiva incluso, pero con una risa fácil y una actitud bromista que la hacían destacar. Su sentido del humor era pesado, y aunque a veces sus bromas rozaban la crueldad, yo las aceptaba. De alguna forma, me acostumbré a su manera de ser, como si el caos que traía consigo fuera un refugio para ambas. Pero ahora me doy cuenta de que nuestra relación era mucho más superficial de lo que pensé.

Clara, a pesar de su fachada de chica fuerte y despreocupada, también sufría. Varias veces la vi hacerse daño, y lo sabía. Yo trataba de ayudarla, o al menos así lo creía. Hablaba con ella, intentaba hacerle ver que no estaba sola, que siempre podría contar conmigo. Pero, ahora que lo pienso, no estoy segura de si realmente lo hacía bien. Tal vez nunca supe cómo ayudarla de verdad, porque Clara siempre encontraba una manera de esquivar cualquier conversación seria.

Sin embargo, durante todas esas veces en que me preocupaba por ella, algo me empezó a molestar en el fondo de mi mente. Clara nunca me preguntaba si yo estaba bien. Jamás se detuvo a preguntar cómo me sentía, si todo estaba bien en mi mundo. Siempre estaba allí para escucharme cuando necesitaba desahogarme, pero nunca hizo la pregunta que más necesitaba oír: "¿Realmente estás bien, Alaya?". Esa pregunta, que parecía tan sencilla, nunca salió de sus labios.

Mientras Clara recorría el colegio con su habitual energía, hablando con todos, haciendo bromas pesadas que a veces se convertían en risas incómodas para los demás, empecé a darme cuenta de algo. Ella no estaba allí para mí de la forma en que yo pensaba. Me di cuenta de que Clara vivía en su propio mundo, donde su principal preocupación era pasarlo bien, donde sus bromas y sus chistes siempre ocupaban el primer lugar. Nunca había sido una amiga en el sentido más profundo. Era alguien con quien compartía momentos, pero no era alguien que realmente me conociera, ni siquiera le interesaba conocerme.

Lo que más dolía era ver cómo Clara se relacionaba con los demás. Siempre estaba en el centro de todo, rodeada de amigos, de gente que la admiraba por su carácter fuerte y desinhibido. Era como si todo el mundo quisiera estar cerca de ella. Y en medio de toda esa multitud, yo me sentía invisible. Clara no me veía, no como yo necesitaba ser vista. Mientras más me daba cuenta de esto, más me preguntaba: ¿Alguna vez fui su amiga de verdad, o solo fui otra persona más con quien pasaba el rato cuando no había alguien mejor alrededor?

Pensé en todas esas veces en que creía estar ayudándola, en que sentía que nuestras conversaciones significaban algo más. Pero la realidad es que, mientras yo intentaba salvarla de su propio dolor, ella estaba demasiado ocupada con su propia vida para siquiera preocuparse por el mío. Nunca me preguntó cómo estaba, nunca mostró interés en mi bienestar. Y esa fue la diferencia. Yo la había visto, había intentado llegar a lo más profundo de su ser, pero ella nunca había hecho lo mismo conmigo.

El vacío que dejó esa realización fue inmenso. Clara y yo, que nos llamábamos mejores amigas, compartíamos tan poco en realidad. Nuestras "cosas en común" se desvanecieron con el tiempo, y lo único que quedó fue la superficialidad de su mundo. Un mundo en el que yo nunca encajé del todo, pero en el que me obligué a permanecer por temor a perder lo que pensaba que era una verdadera amistad.

Ahora veo todo con más claridad. Clara siempre fue alguien que buscaba la diversión, el relajo, las bromas, y eso le importaba más que yo. Se preocupaba más por las personas con las que podía reírse en el momento, más por las experiencias ligeras que por la profundidad de una conexión real. Y mientras yo me esforzaba por ser alguien para ella, ella nunca se esforzó por ser alguien para mí.

Así que aquí estoy, en esta encrucijada, preguntándome si alguna vez fui realmente su amiga o si simplemente fui parte del telón de fondo de su vida. Me duele, pero no lo suficiente como para llorar por ello. Quizás me he acostumbrado tanto a la indiferencia que ya no me sorprende. Solo queda aceptar lo que es: Clara nunca fue realmente mi amiga, y yo, de alguna forma, ya lo sabía.

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