Dos días habían pasado desde que nadie en la casa veía a Emma; incluso Nick andaba de mal humor, y mucho peor, ya que no sentía el amor y el calor de la chica todos los días o noches. Su profesora le había dicho que la chica no había asistido a clases virtuales esos dos días; los de la limpieza decían que ella no abría la puerta para que pudieran limpiar, y Ben, que era el encargado de llevarle la comida a la hora exacta, decía que la chica no abría la puerta ni para comer. Nick sabía que sus palabras habían sido un poco hirientes, pero pensaba que no era para tanto; todo era una pataleta de una niña berrinchosa.— Señor —hablaron desde la puerta.
— Adelante.
— Jefe, pudimos saber algo de su padre —dice rápidamente.
— Habla ya —Nick suelta el lapicero que tenía en las manos y lo ve directamente.
— Después de investigar tanto, su padre fue visto cerca de una de las cámaras del prostíbulo donde salvó a la señorita Emma.
— ¿Qué hacía mi padre por ahí? —se recuesta en el respaldo de la silla—. ¿Cuándo lo vieron por ahí?
— Hace dos meses, para ser exactos.
— Averigua con quién se vio ese día. Creo que pudo haberse encontrado con alguien en ese club o simplemente fue a buscar información de Emma.
— Sí, jefe, con permiso —dice mientras se voltea, pero fue detenido por Nick.
— Dile a Ben que se presente aquí lo más rápido posible —el chico asintió con la cabeza y se retiró.
A los cinco minutos, la puerta fue tocada, y Nick dijo un "adelante". Ben se dejó ver.
— ¿Dígame, señor? ¿Me necesitaba?
— ¿Emma ya abrió la puerta? —habla sin despegar la vista de los papeles.
— No, señor, incluso fui a llevarle de comer y tampoco abrió; los dos guardaespaldas que están ahí dicen que no han escuchado ningún sonido proveniente de su habitación. Creo que lo mejor sería que usted fuera y hablara con ella.
— ¿¡Crees que yo soy culpable!? —Ben niega con la cabeza—. No tengo la culpa de que ella esté haciendo una pataleta; si no quiere comer, que se muera de hambre. Si no me quiere hablar, que no lo haga. ¡Que haga lo que se le dé la gana! —Ben se había molestado, pero no podía decir nada—. Retírate y avísame si come o abre la maldita puerta.
— Sí, señor, con su permiso —se fue, dejándolo completamente solo e irritado.
Horas más tarde, ya caída la noche, Ben subió nuevamente con la cena para Emma. Se quedó un momento esperando en la puerta, confiando en que esta vez ella respondería. Tocó suavemente y luego un poco más fuerte, pero no hubo respuesta. Inquieto, miró a los dos guardaespaldas que custodiaban el pasillo, quienes negaron con la cabeza, indicando que tampoco habían notado ningún movimiento o sonido en la habitación.
Cuando Ben regresó a la oficina, notó que Nick aún estaba ahí, aparentemente concentrado en sus papeles. No obstante, no pudo evitar hacerle saber que la situación con Emma no mejoraba.
— Señor, la señorita Emma aún no ha abierto la puerta... ni siquiera para la cena —dijo Ben, con una mezcla de preocupación y determinación.
Nick, sin mirarlo, dejó escapar un suspiro pesado, lleno de frustración. Al principio, intentó ignorarlo, pero su irritación crecía. Se levantó abruptamente y miró a Ben, exasperado, y subió las escaleras.
— ¡Que abras la maldita puerta! —exclamó. Pero esta vez, la incomodidad en su interior era evidente y, aunque no lo admitiera, estaba comenzando a inquietarse.
Sin más opciones, Nick decidió tomar las llaves y se dirigió hacia la habitación de Emma. Los guardaespaldas lo miraron con sorpresa y cierta preocupación, pero nadie se atrevió a intervenir. Insertó la llave en la cerradura y abrió la puerta con un impulso impaciente. Al entrar, su mirada se detuvo en la figura de Emma en el suelo, completamente inmóvil.
— ¡Emma! —exclamó Nick, mientras se arrodillaba a su lado, sintiendo cómo la preocupación reemplazaba rápidamente su enojo. La situación había escalado mucho más allá de lo que imaginaba—. ¡Ben, muévete! ¡Consigue al mejor doctor que puedas encontrar y tráelo aquí de inmediato! —ordenó, su voz cargada de urgencia y preocupación.
El tiempo parecía detenerse para Nick. Jamás había sentido tanto miedo, y aunque no lo admitiría fácilmente, la idea de perder a Emma era insoportable.
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Mafia y Debilidad
Teen FictionUna chica que, lamentablemente, creció en un mundo de mierda. Al cumplir los 17, sus padres la metieron en un lugar de mala muerte. Ella pensaba que era lo peor que le podría haber pasado en la vida, pero el destino no tenía ese plan...Un chico de 2...