CAP 32

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Una semana y media había pasado desde que Nicolás se fue, y ella realmente lo extrañaba un montón. Sí, Valeria buscaba todas las maneras posibles de sacarla de casa, pero Emma todavía lo seguía extrañando. Andrés nos estaba cuidando, pues Nicolás se lo había encargado. Por otro lado, hacía mucho tiempo que Danna no aparecía, y eso le parecía raro.

—¿Saben algo de Danna? —preguntó de repente, sentándose cerca de la piscina.

—Está en la misma reunión con Nicolás —dijo Andrés como si nada.

Los celos de Emma aparecieron abruptamente.

—¿¡Qué dijiste!? —se levantó rápidamente—. Llámalo, quiero hablar con él.

—Emma, no puede atender llamadas —agregó Valeria desde dentro de la piscina.

—Será rápido, lo prometo —afirmó, haciendo un puchero a los chicos.

—¿Qué dices, bonita? —preguntó Andrés, dirigiéndose a Valeria, quien se puso roja por el apodo.

—S...sí, claro.

Emma no podía soportarlo. Aunque sabía que Nicolás estaba lejos y probablemente ocupado, la sola idea de que estuviera con Danna la inquietaba, y necesitaba hablar con él, aunque fuera solo un minuto. Con su teléfono en mano, caminó de un lado a otro junto a la piscina, sin quitarle la vista de encima a Andrés mientras él marcaba el número de Nicolás.

Valeria se cruzó de brazos desde la piscina, con una expresión divertida. Andrés, después de una breve pausa, le extendió el teléfono a Emma.

—Trata de que sea rápido —advirtió, en tono ligero, pero Emma ya estaba concentrada.

Nicolás contestó después de un par de tonos, y Emma no perdió tiempo.

—¿Dónde estás? —comenzó, con un tono que intentaba sonar calmado, pero era evidente que sus celos estaban a flor de piel.

Nicolás hizo una pausa, y Emma pudo imaginarlo buscando las palabras correctas.

—Estoy en una reunión, mi flor... ya sabes, trabajo —respondió él con voz neutral.

—¿Y Danna? ¿Estás con ella? —insistió Emma, sin querer dar el tema por cerrado.

—No, amor... no tengo idea de dónde está ahora mismo —mintió Nicolás, tratando de mantener la calma.

Pero Emma no se dejó engañar y, después de unos segundos de silencio, soltó un suspiro.

—¿No tienes idea? Pues yo creo que sabes más de lo que dices, Nicolás —dijo en tono molesto, y antes de que él pudiera responder, agregó—: ¿por qué no puedes ser honesto conmigo?

Desde la piscina, Valeria y Andrés se miraron entre ellos, conscientes de la tensión que la conversación estaba generando.

Finalmente, Nicolás trató de calmarla.

—Emma, créeme, no es lo que piensas. Solo estoy trabajando —aseguró.

Emma suspiró con frustración. Aunque sabía que probablemente estaba exagerando, no podía evitar sentirse así. Al final, colgó sin despedirse, todavía molesta, y se dejó caer en una silla junto a la piscina.

—¿Todo bien? —preguntó Valeria, mirándola con una mezcla de preocupación.

Cuando Emma iba a responder, fue interrumpida por unos gritos.

—¡Hija! ¡Hijo! —era la mamá de Valeria y Nicolás.

—¿Mamá? —Valeria salió rápido de la piscina hacia la sala, y todos fueron detrás de ella.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora