CAP 38

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Emma se despertaba lentamente debido a la luz que pasaba por el ventanal. Dio la vuelta para alcanzar a la persona que tanto amaba, pero recordó que había decidido dormir sola, necesitaba un tiempo para ella misma. Todo lo del embarazo fue un balde de agua fría que ni ella se lo esperaba. Se sentía cansada, emocionalmente agotada y, por alguna razón, muy molesta, sobre todo con Nicolás. No quería saber de él.

Se levantó con pesadez y se dirigió al baño. Mientras se miraba al espejo, su reflejo le devolvía la imagen de una joven con ojeras marcadas y un brillo cansado en los ojos; Con paciencia, se arregló.

Bajó las escaleras hacia el comedor, sintiendo un ligero alivio al pensar que podía desayunar tranquila y tomar algo de tiempo para aclarar su mente. Pero al llegar a la mesa, se encontró con Nicolás, sentado y mirándola fijamente. Ella sintió una mezcla de incomodidad al verlo allí tan relajado, como si nada hubiera pasado.

Sin decir palabra, Emma dio media vuelta, ignorando el desayuno que ya estaba servido. Pero antes de que pudiera alejarse, Nicolás, irritado, dio un fuerte golpe en la mesa que resonó en todo el comedor, haciendo que todos voltearan hacia ellos.

Emma detuvo su paso cuando escuchó el golpe de Nicolás en la mesa. Se giró lentamente para mirarlo, y al ver la expresión severa en su rostro, supo que él no dejaría pasar esta situación tan fácilmente.

—¿De verdad vas a seguir comportándote así, Emma? —dijo Nicolás con frialdad—. ¿O acaso crees que si me ignoras, todo se va a solucionar solo?

Emma sintió que sus manos temblaban, pero intentó mantener la compostura. Apretó los labios y lo miró desafiante.

—No tengo que darte explicaciones, Nicolás. No a ti, no ahora —respondió, tratando de sonar firme.

Él se levantó de la silla con rapidez, caminando hacia ella sin apartar la vista. La intensidad en sus ojos la hizo dar un paso atrás, pero se mantuvo firme, negándose a ceder.

—¿Explicaciones? —dijo, con un tono casi burlón—. ¿Crees que esto es solo una pataleta, Emma? Estás actuando como si el problema fuera solo tuyo, como si yo no tuviera nada que decir en esto. ¿Acaso no comprendes lo que estamos enfrentando?

Emma apretó los puños, sintiendo que su pecho se llenaba de ira. Quería gritarle, decirle que él no entendía lo que ella estaba pasando, pero su voz falló al intentar hablar.

—¡No eres la única que está confundida o asustada! —continuó él, su tono cada vez más intenso—. Pero tú... tú simplemente decides desaparecer y bloquearme. ¿Sabes lo que es intentar apoyarte y encontrar una pared cada vez que trato de acercarme?

—¡Porque no necesito que me apoyes! —gritó Emma finalmente, su voz temblando—. Yo… necesito espacio, Nicolás. No puedes simplemente forzarme a lidiar con esto a tu manera.

Nicolás la miró con incredulidad, y su expresión endureció aún más. Dio un paso hacia ella, sus palabras cargadas de dureza.

—¿Espacio? —repitió, sin suavizar el tono—. Así que eso es lo que necesitas, ¿eh? Bien, entonces huye, Emma. Vuelve a tu cuarto y sigue escondiéndote. Eso resolverá todo, ¿no?

Emma sintió que una lágrima se deslizaba por su mejilla, pero la apartó con furia, negándose a mostrar debilidad.

—Si no entiendes lo que necesito, entonces no tienes nada que hacer aquí —murmuró, bajando la mirada.

Nicolás dejó escapar un suspiro de frustración, y por un momento, se miraron en silencio, atrapados en una batalla que parecía no tener fin.

Valeria, quien había estado escuchando, no pudo soportar más y se adelantó, colocándose entre ellos.

—¡Ya basta, Nicolás! ¿No ves lo que estás haciendo? Emma está agotada, y lo único que logras con tu actitud es hacerle todo esto más difícil.

—Valeria, esto no es asunto tuyo —respondió Nicolás, con una mirada fría.

—Es asunto mío cuando lastimas a mi amiga de esta forma —replicó ella con firmeza—. Si realmente quieres apoyarla, entonces dale el tiempo que te pide.

Nicolás miró a Valeria, y por un instante pareció dudar, pero la frustración en su rostro seguía siendo evidente.

—¿Y qué quieres que haga? —dijo finalmente, con una mezcla de furia y desesperación—. ¿Que me quede aquí esperando, viendo cómo se destruye a sí misma sin hacer nada?

Emma sintió una opresión en el pecho y un fuerte mareo. Sus piernas flaquearon, y se sujetó al borde de la mesa para no caer. Valeria, al notar su estado, se apresuró a sostenerla.

—¡Emma! —exclamó Valeria, alarmada—. ¿Estás bien? Te ves pálida…

Emma asintió débilmente, pero su respiración estaba agitada y su vista borrosa. Nicolás, quien había estado observando en silencio, también notó el cambio en ella, y por un instante, su expresión de dureza se tornó en preocupación genuina.

—Emma, siéntate —dijo Nicolás, suavizando el tono al ver lo mal que se encontraba—. No puedes seguir ignorando cómo te sientes.

Valeria la ayudó a sentarse en una silla cercana, mientras Emma intentaba recobrar el aliento. Valeria, claramente preocupada, se volvió hacia Nicolás, buscando respuestas.

—¿Qué está pasando? —preguntó, su tono acusador—. Esto no es solo estrés. ¿Por qué Emma se siente así?

Nicolás se quedó en silencio por un momento, antes de tomar una decisión. Sabía que Emma necesitaba apoyo, y Valeria merecía saber la verdad.

—Vale, Emma… está embarazada —dijo finalmente, con la voz baja pero clara.

Valeria abrió los ojos de par en par, sorprendida y a la vez comprendiendo de golpe la presión y el peso que su amiga había estado cargando en silencio. Miró a Emma, quien parecía querer decir algo pero no encontraba las palabras.

—Emma… ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó Valeria, tomando su mano con dulzura—. No tienes que pasar por esto sola.

Emma solo bajó la mirada, y una lágrima silenciosa rodó por su mejilla. Entre la preocupación y el agotamiento, no había querido admitir su vulnerabilidad, ni siquiera a Valeria.

Nicolás, observando la escena, se acercó y suspiró profundamente, ahora con un tono más suave.

—Emma, sé que he sido duro contigo. Pero no porque quiera presionarte… Solo que no quiero que lleves todo esto sola. Esto es de los dos, y quiero ayudarte.

Emma levantó la vista, sus ojos mostrando una mezcla de dolor y agotamiento.

—No entiendes… No sé cómo enfrentar esto, Nicolás. Apenas puedo con mis propios sentimientos, y sentir que me exiges algo solo empeora todo —murmuró, con la voz quebrada.

Valeria le apretó la mano en un gesto de apoyo, y miró a Nicolás con seriedad.

Nicolás asintió, bajando la cabeza en señal de aceptación.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora