CAP 34

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Nicolás cerró los ojos y luego se acercó de nuevo, esta vez con menos dureza. Nicolás suspiró y la atrajo hacia él en un abrazo firme.

—Eres suficiente, Emma. Lo has sido desde el principio —dijo suavemente—. Pero si de verdad quieres que funcione, necesito que confíes en mí. No puedo seguir probándote una y otra vez que eres la única que quiero.

Ella asintió, secándose las lágrimas, aunque el miedo aún se sentía latente.

—Lo intentaré... —murmuró, aunque su voz temblaba ligeramente.

—Eso es todo lo que pido —dijo, acariciándole la espalda—. Pero, Emma, te lo digo en serio: no vuelvas a colgarme ninguna llamada, que sea la última vez.

Emma, entre sus brazos, cerró los ojos, permitiéndose sentir la calidez de ese abrazo, deseando que fuera suficiente para calmar sus inseguridades. Después de un tiempo, la puerta del despacho fue tocada.

—Adelante —Nicolás levantó la cabeza, pero sin separarse del abrazo. La puerta se abrió dejando pasar a su madre—. ¿Pasa algo, madre?

Emma, al escuchar de quién se trataba, se separó del cuerpo del chico.

—Ahora que estoy más calmada, ¿me puedes explicar quién es ella? —exclamó la madre con una mala cara, que no fue nada agradable para Emma.

—Oh, claro, madre. Toma asiento —Nicolás señaló una de las sillas y luego fue a sentarse en su silla giratoria detrás del escritorio. Emma se quedó parada en el mismo lugar—. Ven, mi flor —palmó su muslo—. Siéntate aquí.

Emma hizo caso y se sentó en las piernas del chico, ganándose una mala cara por parte de su suegra.

—Madre, ¿te acuerdas que hace cuatro meses te conté de una chica que era hija de unas personas que tenían un prostíbulo, donde casi me matan? —dijo mientras acariciaba la pierna de la chica, sabiendo que estaba nerviosa.

—Sí, hijo, me acuerdo.

—Bueno, Emma es hija de ellos. Después de conocernos, hace exactamente un mes y medio, le pedí que fuera mi novia —dijo, apoyando la barbilla en el hombro de Emma.

—No, no estoy de acuerdo. ¿Qué pasó con Danna, hijo? —Nicolás puso mala cara.

Él sabía que tal vez su madre reaccionaría así; su madre amaba a su hijo y normalmente nunca se llevaba bien con las chicas con las que salía, excepto con Danna, que era la única a la que había "aceptado". Pero, lamentablemente, a él no le interesaba Danna de esa manera.

La madre de Nicolás frunció el ceño, evidentemente disgustada, y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Danna era una joven con clase, con valores y una excelente familia. Esta... situación —miró a Emma con desaprobación— no es algo que pueda aceptar tan fácilmente.

Emma bajó la mirada, sintiendo el peso del juicio de su suegra, mientras Nicolás apretaba su mano en señal de apoyo.

—Madre, Danna es una buena amiga, nada más. Sabes que la quiero, pero no de la forma que tú imaginas. Emma es quien me hace feliz, y te pido que respetes eso —respondió Nicolás con firmeza.

La madre de Nicolás suspiró, negando con la cabeza.

—A veces siento que haces todo esto sólo para llevarme la contraria, Nicolás. Si ella es tan importante para ti, espero que demuestre ser digna.

Nicolás entrecerró los ojos, su paciencia agotándose.

—Emma no tiene que demostrarle nada a nadie, mamá. Yo sé quién es y lo que significa para mí.

La madre de Nicolás soltó un suspiro pesado, y su mirada se volvió fría mientras analizaba a Emma de pies a cabeza.

—Nicolás, ¿realmente crees que una mujer como ella es adecuada para ti? —dijo, sin molestarse en ocultar su desdén—. No me importa lo que haya pasado contigo, Emma, pero tu origen y la clase de personas con las que te relacionas no son lo que quiero para mi hijo.

Emma sintió cómo cada palabra era como una daga que se clavaba en su pecho. Intentó mantener la compostura, pero sus manos temblaban y sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

—Madre, basta —Nicolás intervino con el ceño fruncido, sus palabras cargadas de irritación—. Te pedí que respetaras a Emma, y si no puedes hacerlo, no tenemos nada más que hablar.

—¡Claro que tengo algo que decir! —replicó su madre, sin dejarse intimidar—. Te crié con valores, con un futuro brillante, y esperaba que te unieras a alguien que compartiera esos mismos principios. Danna era la opción ideal, y tú lo sabes. Pero tú eliges esto —dijo, señalando a Emma como si fuera un objeto indeseado—. Una persona que viene de un entorno… deplorable.

Emma bajó la mirada, incapaz de enfrentar a su suegra. Sus manos se apretaron nerviosamente sobre su regazo, y la voz de la madre de Nicolás se tornaba cada vez más implacable.

—Mamá, basta ya. No tienes idea de quién es Emma, ni lo que hemos pasado juntos —insistió Nicolás, su voz firme y protectora—. Me importa ella, y eso debería ser suficiente.

La madre de Nicolás soltó una risa seca y amarga.

—¿Suficiente? No sabes lo que estás diciendo. Esta… "relación" solo te va a traer problemas, y cuando eso pase, no quiero que vengas llorando a mí. Emma no te llevará a ningún lado, y tú estás desperdiciando tu vida.

Emma sintió cómo un nudo de angustia se formaba en su garganta, y no pudo contener más las lágrimas que ya empezaban a rodar por sus mejillas. Se sentía pequeña, vulnerable y humillada. No importaba cuánto quisiera a Nicolás, el rechazo de su madre la hacía dudar si realmente tenía un lugar en su vida.

—Creo que ya es suficiente, madre —dijo Nicolás, levantándose y tomando la mano de Emma—. Si no puedes ver cuánto significa ella para mí, quizás seas tú quien no entienda lo que es realmente importante.

La madre de Nicolás suspiró, y sin otra palabra, se levantó y salió de la habitación, dejando tras de sí un silencio tenso.

Cuando la puerta se cerró detrás de su madre, Emma rompió en llanto, su cuerpo sacudido por el dolor y la vergüenza que sentía. Nicolás la abrazó de inmediato, apretándola contra él como si pudiera escudarla de toda la maldad del mundo.

—Lo siento tanto, mi amor —susurró, acariciando su cabello mientras la mecía suavemente—. No quiero que te sientas así nunca más, no dejaré que nadie, ni siquiera mi madre, te haga sentir mal. Eres mucho más de lo que mi madre o cualquiera pueda ver. Yo sé quién eres, Emma. Eres valiente, eres fuerte, y eres la persona a la que quiero.

Emma lo escuchaba entre sollozos, pero sus palabras lograban llegar a ese lugar profundo donde su inseguridad había echado raíces. Nicolás le tomó el rostro con ambas manos, limpiando las lágrimas de sus mejillas con delicadeza.

—Quiero que me escuches bien, Emma —dijo, su voz firme y llena de convicción—. No importa lo que diga mi madre ni lo que piense el mundo. Tú eres mi vida, y nada ni nadie va a cambiar eso. Haré lo que sea necesario para que estés a mi lado. Tú eres suficiente, y siempre lo has sido, ¿entiendes?

Emma asintió, aunque el nudo en su garganta seguía allí.

—Tengo miedo, Nicolás. Miedo de que algún día esto no sea suficiente para ti, de que… el rechazo de tu madre sea más fuerte que nosotros.

Nicolás negó con la cabeza, y la estrechó aún más contra él.

—Escúchame bien, Emma: tú eres lo que yo necesito para ser feliz. Ninguna opinión, ni siquiera la de mi madre, puede hacerme cambiar de parecer. Sé que será difícil, pero estoy aquí contigo, y no voy a permitir que te sientas menos nunca más.

Le dio un beso en la frente, en cada mejilla, y finalmente en los labios, un beso lento y lleno de ternura, con la intención de borrar cada herida que las palabras de su madre habían dejado en ella. Emma cerró los ojos, permitiéndose por un momento olvidar todo el dolor, y solo aferrarse a Nicolás, a ese amor que la sostenía.

—Gracias, amor —susurró, aunque apenas se escuchó.

Nicolás acarició su mejilla.

—Aquí estaré, mi bella y delicada flor, siempre.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora